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El siempre interesante director español Fernando León de Aranoa sigue los pasos de tantos compañeros suyos de profesión y rueda una película en inglés con un reparto internacional encabezado por Benicio del Toro, Tim Robbins y Olga Kurylenko. La película se ambienta en 1995, al final de la guerra de los Balcanes, en una zona controlada por los cascos azules de Naciones Unidas.
Mambrú (Benicio del Toro) es el jefe de seguridad de una Ong, al que le queda una semana para volverse a su casa de Puerto Rico, B (Tim Robbins) es un trabajador de esa Ong, lobo solitario que está de vuelta de todo; Sophie (Mélanie Thierry) acaba de llegar con toda su ingenuidad para colaborar en temas de higiene, y Katya (Olga Kurylenko) ha sido enviada para evaluar si el proyecto puede darse por terminado.
En esas ocurre un suceso: en el pozo de un pueblo aparece un cadáver, y si no lo sacan pronto de ahí, el agua se corromperá y se volverá inservible. Todo va a conspirar para que esa operación, aparentemente sencilla, se convierta en una auténtica pesadilla.
El suceso central de la película se inspira en la novela Dejarse llover de Paula Farias. El resto se inspira en los propios viajes que Fernando Leon realizó a la zona en aquellos años para realizar documentales. Un día perfecto está rodada con muy buen pulso y una excelente dirección de actores.
Sin embargo, a diferencia de sus películas anteriores, el protagonismo no lo tienen los conflictos personales, sino el conflicto político-bélico. En sus otros films, todos con una gran carga social, la crítica era el telón de fondo a unos dramas individuales; aquí parece invertirse la cuestión, y prevalece la crítica a la situación sobre un trasfondo de problemas humanos. El resultado va en detrimento de la capacidad de emocionar al público y empatizar con él. Por eso esta película resulta mucho más fría que las precedentes.
Por otra parte llama la atención que “los malos” de la película parecen ser los cascos azules, lo cual se antoja parcial, injusto, y quizás ideológico. A pesar de todo, la película es interesante, ofrece una sugerente visión minimalista de la guerra, y huye de fáciles maniqueísmos. La imagen que presenta de los voluntarios de las Ongs, recuerda más a los que se alistaban en la Legión extranjera francesa, o en la española, para huir de su pasado o escaparse de un presente que les asfixia, que a unos altruistas solidarios cargados de ideales de humanidad.