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Congo, del machete a la reconciliación

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UN Photo / Marie Frechon

Miriam Díez Bosch - publicado el 30/07/15

Reconciliar un país que ha sido machacado a golpe de hacha no es fácil

Si hablar de reconciliación en cualquier país de África es arduo, mucho más en uno de los más castigados por la violencia en los últimos años: la República Democrática del Congo. Precisamente, en los últimos días, la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada denunciaba la existencia de campos de entrenamiento yihadistas para niños y niñas en la parte oriental del país. Una bomba que si no se desactiva, augura un futuro muy difícil para el centro del continente.

Son varias las decisiones que este gran país, el Congo, tiene que tomar. Hemos entrevistado a Raoul Kienge-Kienge Intudi, director del Centro de Criminología y Patología Social en Facultad de Derecho de la la Universidad de Kinshasa. 

Kienge-Kienge también es Presidente del Centro Africano de Formación y Acción Social y experto de la red de Aleteia.

– Reconciliad el país. El Papa les ha pedido mucho, a los obispos.

Sí, y es su deber. El ejercicio de la triple misión de los obispos va a ayudar a reconciliar el país. Por una parte, a reconciliar a los congoleses con Dios, y por la otra, a reconciliar a la población con sus dirigentes. Los obispos tienen que santificar administrando los sacramentos, predicar con la Palabra de Dios y gobernar al pueblo de Dios. 

El trabajo de los obispos y sacerdotes ayudará a los fieles a trabajar, cada cual en su terreno, con más de amor y caridad, con un espíritu de servicio hacia los otros, en vista del bien común.

– Parece como si la justicia no fuera un concepto a tener en cuenta.

Es preciso que se asegure un espíritu de justicia, asegurando que los talentos se ponen al servicio de la colectividad. Ha habido fallos a nivel eclesial que pueden ser consecuencia de un desarrollo de un materialismo exacerbado. Corrupción, desvío de fondos públicos, agravación de formas de egoísmo e injusticia social, fraude… Son las estructuras de pecado, incapaces de realizar un pleno desarrollo humano integral, incapaces de respetar la dignidad de las personas. 

Es al trabajo de los obispos que vamos a atribuir la organización de la sociedad, sobre la base de las virtudes cristianas de la justicia y la caridad, con el respeto por la dignidad de los derechos civiles, políticos, socioeconómicos y culturales de todos, nacionales y extranjeros. 

– ¿Predican con el ejemplo?

Es preciso, en este contexto, que para reconciliar al país los obispos sean pastores ejemplares, y que lleven una vida auténticamente cristiana y coherente con las enseñanzas de Cristo.

Estamos hablando de una nueva manera de gobernar, marcada no por intereses personales sino por el bien común, arreglar carreteras, hospitales, escuelas, universidades, crear empleo juvenil.

– Los recursos están mal repartidos.

Y sin esto, la violencia estalla. Sobre todo por parte de las víctimas de la mala repartición de los recursos nacionales. Las formas más violentas y mortíferas de la fractura social son las guerras que se van repitiendo en nuestro territorio.

Las guerras en el Congo son de hecho una manera de acceder, con el recurso de las armas, a los recursos nacionales de este gigantesco país mal distribuido.

– ¿Y qué dicen y hacen los laicos en este Congo fragmentado?

Los laicos, bien formados, tienen que revificar cristianamente la sociedad congoleña desde el inerior.

Tienen que hacer valer su competencia profesional al servicio de los otros, también de las administraciones públicas. 

Hay camino por hacer. Es curioso constatar que cuando se necesita una persona íntegra a la cabeza de una estructura política, como una Comisión Electoral Independiente, se recurre a un sacerdote, como si no hubiera fieles laicos íntegros y honestos.

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