Creer es una gran aventura. Siempre he pensado que escalamos la montaña de Dios.
El camino está sembrado de espinas y tentaciones. Hago paradas para descansar antes de continuar.
Resbalo, caigo y me levanto lo antes posible.
Mientras más tiempo permanezcas tumbado, acariciando ese pecado, más te constará salir de él.
Soy un simple padre de familia con 4 hijos, casado desde hace 30 años, que vive una gran aventura.
Me han preguntado cómo lo hago. Creo que debemos ser menos carne y más espíritu. Alimentar el alma. Vivir con pasión y persistencia.
La vida es maravillosa. Nos da la oportunidad de una vida eterna.
– ¿Crees Claudio?
– Yo creo.
He dejado de cuestionarme tantas cosas. Decidí sencillamente confiar con la tranquilidad de un pequeño que toma la mano de su padre y se sabe seguro.
Camino seguro al lado de mi Padre, que también es tu padre y de todos.
– ¿Cómo vives?
– Como todos. Desayuno, trabajo, almuerzo, ceno y hasta me doy tiempo para un buen café con mi esposa y pasear con mi familia por las tardes.
– ¿Y tu alma?
¿Acaso debo dejarla desnutrida, desatendida?
La misa diaria es como el desayuno de mi alma.
Una buena confesión sacramental ayuda mucho.
La oración es mi almuerzo. Me encanta.
Mis visitas al Santísimo son la deliciosa merienda con el café. Disfruto mucho pasar esos ratos con Jesús.
El rezo del santo rosario es la cena. Me da una paz que no imaginas.
Lo veo muy sencillo. Tú haces tu esfuerzo y Dios provee lo que falta.
– ¿Cómo llenarnos de Dios?
– Pues viviendo en su presencia.
– ¿Te equivocas?
– Más de lo que puedas pensar.
– ¿Eres un santo?
– Vaya pregunta. ¿Santo yo? Si me conocieras mejor no lo preguntarías. Soy lo que llamarías “un perfecto desastre”.
Me gusta pensar que todos somos, como una vez leí “santos en camino”.
El detalle está en llegar a nuestro destino. El que lo logre, ese es santo.
– ¿Pecas?
– Creo que salta a la vista. Las tentaciones nos envuelven. Pero no son imposibles de vencer. Cuando lo haces, sales fortalecido y agradecido con Dios porque ha sido misericordioso contigo y te ama a pesar de lo que eres y haces.
Un amigo ateo me escribe todos los días cuestionando mi fe. Le he preguntado cuál es su afán en hacerme renegar de mis creencias. Sé que la Iglesia en la tierra no es perfecta. Pero también sé que en ella puedo vivir esta aventura que me apasiona. Por eso invariablemente le respondo:
– Creo en el Dios que tú no crees y en el que algún día creerás. Amo la Iglesia que tú no amas y que algún día amarás.
– ¿Eres feliz?
– La mayor parte del tiempo vivo con una gran paz interior. Y me siento feliz al saberme hijo de Dios. No imaginas la tranquilidad que me da esta certeza.
Hoy por ejemplo me levanté temprano. Mi primer pensamiento fue: “Gracias Dios mío, por la vida”. Luego le ofrecí mi día y le pedí que lo convirtiera en oración. Sé que estaré muy ocupado y que rezaré muy poco. Pero al convertir mi trabajo en oración, lo pasaré en su presencia amorosa.
Para mí rezar es estar en su presencia. Y no hay nada que disfrute más.
– ¿Un consejo práctico?
– Muy sencillo: “Menos televisión y más oración”. Al tener más presencia de Dios en tu vida, verás cómo todo camba y mejora para ti. Es algo que vivo cada día y sé que es posible. Haz la prueba. ¡Ánimo!