Grecia, de la responsabilidad y el abismo

Un padre de familia pide un préstamo acordando por escrito unos intereses y unos términos de devolución con los acreedores. Ese préstamo debe servir para mejorar la productividad de su negocio y así, con el incremento del valor añadido, pagar los intereses al devolver la deuda y disponer de más dinero para su familia.

No obstante, al ver su boyante cuenta bancaria tras la concesión del préstamo, decide dar un capricho, unos detalles para su familia y, sobre todo, regalarse ese buen coche deportivo con el que soñaba  porque en el fondo siente que se lo merece.

Pasa el tiempo y como el dinero no ha sido rentabilizado en el negocio, no puede hacer frente al pago de la deuda con sus intereses y no puede liquidar el coche deportivo.  Nervioso acude a los exigentes acreedores y les enseña la foto de familia que ya empieza a vivir ciertas apreturas. Les solicita más tiempo y un segundo préstamo para hacer frente al pago del primero bajo la promesa de relanzar definitivamente el negocio.

Los acreedores acceden pero empiezan a imponerle ciertas condiciones. Si bien la mayor parte del segundo préstamo sirve para pagar el primer préstamo, el restante lejos de mejorar la productividad del negocio vuelve a ser empleado para gastos suntuosos. La familia comienza a pasar penurias y se hace el momento del siguiente pago.  

El padre vuelve a estar en las mismas y sin poder liquidar el deportivo. Los acreedores le exigen cuentas y se sienten engañados. Reclaman su dinero, pero el padre de familia no puede pagar. Los acreedores exigen que racione incluso los gastos corrientes de su familia.

Esa noche, el padre reúne a su mujer y a sus hijos y les explica las exigencias de los acreedores y la amenaza de que la familia pase momentos de hambre. Tras esto decide proponer una votación, evidentemente los hijos votan que no quieren que esos señores se salgan con la suya. Al día siguiente, habla con los acreedores con la resolución de la votación familiar. Estos se enfadan y deciden seguir con sus exigencias… ¿cómo acaba este cuento?

Este cuento no difiere mucho de lo que ha estado sucediendo en Grecia con la negociación del tercer rescate al país por parte de la Troika. El final del mismo todavía es incierto y tiene en vilo no sólo a toda la zona Euro, sino  a la totalidad de mercados internacionales.

En primer lugar, uno de los puntos cruciales consiste en analizar la responsabilidad de esta situación. Claramente, en el cuento los menos responsables son los hijos, lo que en la realidad de Grecia se corresponde con el propio pueblo; simplemente han vivido el marco que se le ha dado desde sus instituciones.  De acuerdo con este cuento, la principal responsabilidad debería recaer en la mala gestión del padre de familia, pero ¿en su totalidad? Claramente, sin prestamista no habría prestatario.

De igual manera que es incauto el que da un préstamo sin conocer las condiciones económicas del prestatario, la construcción de la zona Euro fue muy laxa con el incumplimiento de Grecia de las condiciones de entrada al euro. Pero Grecia no fue la única economía europea que no cumplía con el déficit, por ejemplo, muchas otras incluida Italia o Francia no cumplían y simplemente se optó por hacer la vista gorda. ¿Qué sentido tiene que un prestamista haga la vista gorda?

Realmente ninguno, salvo que la construcción de la zona euro, con libertad de capitales y sin armonización fiscal, propiciara zonas refugio para el capital que compensaran esas deficiencias. Tras la creación de la zona euro, Alemania multiplicó por cinco su Balanza comercial, lo que disparó su posición acreedora. La afluencia de capitales a la periferia de Europa generó ilusión monetaria y favoreció la aparición de burbujas especulativas. Los sucesivos gobiernos irresponsables acabaron por hacer el resto.

Con la crisis se fueron reventando una a una las diferentes burbujas en Europa y se hizo patente una realidad muy cruda. El crecimiento en lugar de haber sido fundamentado en los avances en productividad había sido crecimiento a crédito. No había aumentado al disposición de recursos porque el negocio hubiera mejorado sino simplemente porque se disponía de ellos a crédito.

Resulta interesante calcular cuántos puntos en promedio anual ha aumentado la suma de deuda privada y pública de cada país para alcanzar un punto de crecimiento anual del PIB real per cápita. Si bien el mundo se ha endeudado a un ritmo anual de 0.34 puntos por cada punto de crecimiento económico promedio anual  la zona euro se dispara a casi el 2.

Tabla 1. Cociente de incremento Deuda vs 1% de Crecimiento

Esta tabla constata que entre los campeones de crecimiento a crédito están las economías periféricas de la zona euro. Grecia duplica el valor de la zona pero la de España la supera con creces con un 7.22. Italia es uno de los casos más graves.

En el caso de Grecia, por lo tanto, si bien es clara la responsabilidad de los deudores, no podemos dejar exonerar a los prestamistas. Y cuando hablamos de los deudores, resulta injusto utilizar a Alexis Tsipras como chivo expiatorio. El actual primer ministro del gobierno heleno, que lleva sólo medio año en el cargo es responsable pero sólo en la parte que le toca y casi podríamos decir que marginal.

Que la deuda pública de Grecia haya pasado de estar cerca del 100% del PIB en el 2007 al 177% en el 2014 no es culpa del último gobierno (deuda que el FMI ha valorado como impagable). No se puede responsabilizar al gobierno de Tsipras, que arrancó con el 2015, de la gestión irresponsable de los dos gobiernos precedentes y tampoco de haya quebrado la supuesta senda de recuperación pues la tasa de crecimiento anual en el 2014 fue de -1,2% y en el primer trimestre del 2015 ha sido de +0.8%  Su responsabilidad es muy marginal frente a la responsabilidad de los anteriores gobiernos de Nueva Democracia de Samarás y del Movimiento Socialista de Papandreu.

Por supuesto, a su vez, la Unión Europea tiene su cuota de responsabilidad en la construcción de una Europa que se revela más cada día más preocupada por la protección de los grandes capitales que de sus ciudadanos. 

Pero al final del cuento, ni los prestamistas ni ese padre de familia serán los que sufrirán directamente las consecuencias. Lamentablemente si las instituciones europeas no asumen su cuota de responsabilidad y no se exige a los responsables reales las cuentas de su mala gestión y mala praxis, las consecuencias de la irresponsabilidad acabará recayendo sobre los más débiles de la familia.

Grecia se enfrenta a un abismo y si no se dirimen responsabilidades, ese abismo la absorberá con el riesgo de que unidos como si fuera por una cuerda, el resto de países de la zona euro seamos arrastrados. En un futuro no muy lejano nuestros hijos nos preguntarán qué clase de Europa hemos construido y con vergüenza apartaremos los ojos y no sabremos qué responder frente a un escenario apocalíptico de coches deportivos averiados y abandonados.