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En la Familia Hay que Arriesgarse a Amar – Francisco en Guayaquil

Mauricio Pérez - publicado el 06/07/15

El 6 de julio, en su visita al Ecuador, el Papa Franciso ha celebrado la Santa Misa ante 1.2 millones de fieles congregados en el Parque de los Samanes en Guayaquil. Millones más seguían con emoción la misa a través de la televisión y la internet. Los fieles, que llevaban horas congregados en los campos del que habrá de convertirse en el tercer parque urbano más grande de América Latina, gritaban con ansiedad y algarabía “¡Queremos ver al Papa!, ¡Queremos ver al Papa!” mientras el sucesor de san Pedro se revestía para celebrar la liturgia.

El Santo Padre quiso que las lecturas, el salmo y el evangelio estuvieran dedicados a la familia. Tema de gran relevancia, siendo la familia una de las prioridades pastorales para la Iglesia, de cara al Encuentro Mundial de las Familias a verificarse en Filadelfia este septiembre y al Sínodo Ordinario de Obispos que tendrá lugar al mes siguiente en octubre.

En su homilía, Francisco guió a los fieles en un itinerario por las Bodas de Caná, perícopa leída en el Evangelio. De la mano, nos llevó a contemplar la preocupación de María convertida en súplica a Jesús, al ver que faltaba el vino.
El Papa explicó que las Bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos, en amores alegres.

Francisco destacó cómo María está atenta en esas bodas ya comenzadas. Es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo. Su amor la hace ser hacia los otros. Tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar la mala preparación de las bodas. Y como estando atenta, con su discreción, se da cuenta de que falta vino.

El Papa explicó que el vino es signo de alegría, de amor y de abundancia. Pero advirtió cómo:

  • Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hacer rato que ya no hay de ese vino.
  • Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue. Cuándo el amor se escurrió de su vida.
  • Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de su familia, abandonados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos de sus bisnietos.

El Santo Padre reconoció que la carencia de ese vino puede ser efecto de la falta de trabajo, enfermedades y situaciones problemáticas de las familias.

Luego nos hizo darnos cuenta de que María no es una madre reclamadora. Tampoco es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. María es simplemente Madre. Ahí está, atenta y solícita. Francisco encontró lindo escuchar que “María es Madre” y animó a los fieles a repetir tres veces en voz alta, junto con él: “María es Madre, María es Madre, María es Madre.”

El Papa señaló que María, al percatarse de la falta de vino, acude con confianza a Jesús. Esto significa que María reza. Va a Jesús, reza. No va al mayordomo. Directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora “¿Y qué podemos hacer tú y yo? No ha llegado mi hora.” Pero entretanto –observa Francisco– ya ha dejado el problema en las manos de su hijo. Apresura la hora de Jesús y ella es parte de esa hora desde el pesebre a la cruz.

Con belleza poética, el Papa nos hizo darnos cuenta de que María supo transformar una cueva de animales en la casa de Jesús con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Así, ella nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios. Nos enseña a rezar encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios. Y rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos. Nos hace trascender lo que nos duele, nos agita o nos falta.

El Papa destacó que en la familia, todos valen lo mismo, recordando que su mamá decía que a sus cinco hijos los quería como a cada dedo se su mano. Una madre quiere a sus hijos como son y en una familia los hermanos se quieren como son. Nadie es descartado. Allí en la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar. A decir gracias como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos. A dominar la agresividad o la voracidad. Y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos. Porque, como reconoció el Santo Padre, en toda familia hay peleas. El problema es después pedir perdón.

El Santo Padre listó varias facetas de la familia:

  • La familia es el hospital más cercano.
  • La familia es la primera escuela de los niños.
  • Es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes.
  • Es el mejor asilo para los ancianos.
  • Constituye la gran riqueza social que otras instituciones no pueden sustituir.

Francisco agregó que la familia también forma una pequeña iglesia. La llamamos iglesia doméstica, que junto con la vida encauza la ternura y la misericordia divina. En la familia, la fe se mezcla con la leche materna. Experimentando el amor de los padres, se siente más cercano el amor de Dios.

El Papa nos hizo no olvidarnos cómo en la familia, los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano. Y muchas veces no es el ideal, lo que soñamos, ni lo que debería ser.

Francisco distinguió un detalle que nos debe hacer pensar: El vino nuevo en las bodas de Caná nace de las tinajas de purificación. Es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado, nacen de lo peorcito (sic), porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Y en la familia de cada uno de nosotros nada se descarta.

Finalmente, con su acostumbrada sensibilidad pastoral, sabiendo cómo muchos se sienten afligidos, apesadumbrados y temerosos ante los diferentes embates que enfrentan las familias en estos tiempos, el Papa Francisco concluyó su homilía con un mensaje de esperanza. El Papá nos recordó que toda esta historia comenzó porque no tenían vino en las bodas de Caná. Y todo se pudo hacer porque una mujer, la Virgen, estuvo atenta. Supo poner en manos de Dios sus preocupaciones y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle que no puede pasar inadvertido y que para el Papa no es un detalle menor: Al final gustaron el mejor de los vinos y ¡esa es la buena noticia! El mejor de los vinos está por ser tomado. Lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por venir. Está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos y los mayores están presentes en el gozo de cada día.

Está por venir para cada persona que se arriesga al amor. En la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar. Y el mejor de los vinos está por venir aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario. El mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. El Papá exhortó: “Murmúrenlo hasta creérselo. El mejor vino está por venir. Murmúrenselo cada uno en su corazón y susúrrenselo  a los desesperados. Tened paciencia, tened esperanaza, rezad, actuad, porque el mejor de los vinos va a venir.”

Francisco subrayó que Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que solo tienen para beber desalientos. Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos a los que por alguna razón ya sienten que se les han roto todas las tinajas.

El Papa nos pidió que como María nos invita, hagamos lo que el Señor nos diga. Y agradezcamos que en este nuestro tiempo y nuestra hora, el vino nuevo, el mejor, nos haga recupera el gozo de la familia, el gozo de vivir en familia.

Que así sea.

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Mauricio I. Pérez
www.semillasparalavida.org

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