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¿Cumplir los mandamientos o vivirlos?

Nestor Mora - publicado el 30/06/15

Vivimos en plena postmodernidad. Para nosotros las leyes siempre son opresoras y tiránicas. Además, pensamos que son simples caprichos de unos pocos que buscar hacer daño a los demás.

Es curioso que hayamos perdido el sentido de la ley, en una sociedad donde la enseñanza es casi totalmente universal. Cuando nos enseñan ciencias de la naturaleza aparece una inmensa cantidad de leyes universales en las que el ser humano no tiene nada que decir. La ley de la gravedad no parte de un consenso ni de una visión tiránica de nadie. La gravedad nos limita y nos protege. Conocer la ley de la gravedad y vivir según ella, nos permite tener una existencia sin demasiadas caídas y huesos rotos.

Los buenos obran según las leyes y los malos padecen según las leyes (San Agustin. El combate cristiano  7,7).

Cuando los cristianos hablamos de ley natural parece que habláramos de algo abstracto que aparece en un libro que fue escrito hace miles de años. La ley natural es la primicia de la Gracia de Dios, ya que nos enseña que las limitaciones de nuestra naturaleza nos protegen y nos permiten trascender las propias leyes.

La misma ley de la gravedad que nos hace estar pegados a la tierra, nos permite diseñar aviones que nos hacen volar como los pájaros. ¿Qué es lo que consigue el aparente milagro de volar? La creatividad humana, el conocimiento de las leyes y la voluntad de cumplirlas en todo momento. Si un mecanismo dentro de un avión decidiera incumplir las leyes de la física, el avión se estrellaría.

Por ejemplo, cuando aceptamos que la ley natural nos enseña que todo ser humano tiene un padre y una madre, no estamos imponiendo nada a nadie. Estamos evidenciando una ley que no podemos tocar porque nuestra naturaleza es así. Si defendemos que todo niño pueda desarrollarse en un hogar con un padre y una madre, no es más que evidenciar un derecho que parte de una ley natural. Que exista una ley no impide que los seres humanos padezcamos accidentes y vivamos situaciones disfuncionales. A veces uno de los padres fallece o se separa, esto lleva a que el niño se crie en una familia monoparental. La realidad de situaciones que son mejorables, no incumple la necesidad de un padre y una madre. Más bien todo lo contrario. Nos lleva a paliar la limitación con creatividad, conocimiento de las leyes y voluntad de cumplirlas.

Como dice San Agustín, los buenos viven según las leyes y encuentran en ellas la huella de Dios que nos ama y desea nuestro bien. Ese debería ser nuesto objetivo y una de las peticiones más frecuentes en nuestras oraciones. Al igual que la Virgen María, dejarnos en manos de Dios.

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