Jesús te quiere en pie, luchando y dando esperanzaSi estas cansado física o psíquicamente, si cada día se te presenta como un camino cuesta arriba, respira, descansa, pero respira y descansa en el Señor, y deja que, en voz baja, como una secuencia, te diga, una y otra vez: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!
Si los problemas te agobian, si tiendes a preocuparte más que a ocuparte de las situaciones que vives o que viven los que están a tu lado, no dejes que las cosas te encadenen, y si ya lo han hecho, acude al único libertador capaz de romper cualquier cadena, y escucha como el Señor te dice: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!
Si algunos recueros te entristecen; si la nostalgia te distrae de las alegrías presentes; si al echar de menos a los que partieron quisieras echar marcha atrás en el tiempo; o si todavía te quedan pequeños o grandes resquemores que no te dejan reconciliarte contigo mismo; si te cuesta creer que Dios hace siempre nuevas todas las cosas, también en ti y también cada día, atiende su mandato: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!
Si estás especialmente agobiado porque has perdido el trabajo con el que te sentías socialmente útil, y temes por el bienestar de los tuyos; o si la jubilación en lugar de paz te proporciona inquietud pues te cuesta reorganizar tu tiempo, no dejes que nada de esto te paralice, escucha como tu Señor, de nuevo, te repite: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!
Si el dolor te cerca, si vislumbras la amenaza de la angustia o de la desesperación, si la hoz de la depresión te acecha, defiéndete de ellas.
Ten seguro que puedes hacerlo, porque aunque te sientas inmovilizado en tu postración, si confías en Jesús, el Dios que salva, el Dios que sana, él te tomará de la mano y de dirá: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!
Si las injusticias te acechan, a ti personalmente o en tu entorno, o si con la injuria y la difamación te desacreditan, y con la ofensa o con el desprecio los malvados se ceban contra ti, no te dejes aplastar, no dejes que te hundan, una fuerza imparable contra el mal surgirá del fondo de tus heridas. Será tu libertador, que te dice: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!
Si temes por la vida de un niño, de un joven, o de alguien que en la plenitud de la vida te haría gritar, como a Jairo: “¡No Señor, no es justo!”, no dejes de hacerlo, no dejes de buscar a Cristo: póstrate de rodillas ante él, crucificado, abatido, abandonado. Deja que en silencio te mire, y que con su mirada te diga: “no temas, ten fe”.
Es posible que hoy no diga ¡Taliha qumi! a aquel por quien lloras. O sí. Todo es posible para Dios. Pero ten la certeza de que seguro, si no es a este lado del misterio de la vida será al otro lado, se lo dirá.
Y ten la certeza de que a ti, al menos a ti, aquí y ahora, no deja de decirte, porque te quiere en pie, y luchando, y dando esperanza: ¡Talitha qumi! ¡Contigo hablo: levántate!