Una recopilación de algunos textos esclarecedores
Estos días se está hablando mucho de las teorias de género y del intento del estado de introducir estos temas en los programas de instrucción pública.
El Papa Francisco ha hablado a menudo de este tema condenando la ideología del género como un "error de la mente humana", una "colonización ideológica" (…) "que crea tanta confusión" (palabras pronunciadas en marzo del 2015 en su visita a Nápoles y Pompeya).
En el mes de junio, dirigiéndose a la Conferencia Episcopal de Puerto Rico, el Pontífice afirmó que "la complementariedad del hombre y la mujer (…) está siendo cuestionada por la llamada ideología de género, en nombre de una sociedad más libre y más justa".
En la audiencia general del 15 de abril, hablando de la diferencia sexual entre hombre y mujer, el Papa Francisco se preguntaba "si la así llamada teoría del gender no sea también expresión de una frustración y de una resignación, orientada a cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma".
Se trata solo de algunos ejemplos de las muchas declaraciones del Papa Francisco sobre el tema de las teorías de género y de la "colonización ideológica" a la cual algunos quieren someter nuestros hijos en las escuelas públicas desde muy temprana edad.
Desde diciembre del 2014, en sus habituales audiencias de los miércoles, Francisco ha dedicado varias catequesis a la familia, tal y como es presentada y vivida en la tradición de la Iglesia y en la sociedad occidental: una unión entre el hombre y la mujer vivida en el amor y en el don de sí mismo; una unión indisoluble, fiel y fecunda -abierta a la vida- capaz de acoger, curar y educar a los hijos que Dios quiera darles.
Estas catequesis sobre la familia se colocan en la linea temporal que une dos asambleas sinodales, ambas dedicadas a la familia: el sínodo extraordinario, ya concluido (5-19 de octubre 2014), y el sínodo general ordinario, que tendrá lugar del 4 al 19 de octubre de este año sobre el tema "Jesucristo revela el misterio y la vocación de la familia".
A pesar de que en los ultimos meses, de modo particular durante las reuniones del sínodo, se haya filtrado el miedo a un cambio en la doctrina de la Iglesia sobre la familia, se ha calculado que, desde la clausura del sínodo extraordinario hasta mediados de mayo, el Santo Padre ha efectuado más de 40 intervenciones sobre el tema de la familia, todas en linea con la doctrina y la praxis tradicional en materia familiar.
Lo que a menudo causa problemas son las noticias difundidas por los medios de comunicación y por la prensa internacional, siempre dispuestos a difundir noticias de posibles y supuestos cambios en la praxis o en la doctrina de la Iglesia, más que a transmitir el contenido esencial de los mensajes papales.
Sin embargo Francisco no es el primer pontífice que ha condenado publicamente las teorías de género. Es cierto que Juan Pablo II dedicó buena parte de su magisterio a la moral sexual y familiar (la así conocida como "Teología del cuerpo") hasta merecer el título de "papa de la familia", pero el primer Papa que habló sobre el gender fue Benedicto XVI.
Era el 21 de diciembre del 2012 quando el Santo Padre Benedicto XVI, dirigiéndose a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones de Navidad, condenó firmemente la teoría del género. En el discurso, el Papa quiso hablar de algunos acontecimientos destacados de su ministerio acaecidos durante el año que estaba terminando.
Entre estos acontecimientos recordó su visita pastoral a la archidiócesis de Milan y su participación en la "Fiesta de la familia" (VII Encuentro Mundial de las Familias), en el mes de junio.
Hablando de la familia, de la crisis que la amenaza y de los desafíos que debe enfrentar, el Papa Benedicto citó al Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim y su libro Matrimonio homosexual, homoparentalidad y la adopción.
El texto del Rabino Bernheim ha sido definido por Benedicto un "tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor" que muestra el atentado que sufre hoy en día la familia. El Papa Benedicto habló de la "nueva filosofía de la sexualidad" que amenaza, no sólo a la familia, sino al mismo fundamento de "lo que significa ser hombres".
Como es habitual, Benedicto XVI logra ofrecer en pocas lineas, el significado más profundo del problema, sin que el contenido se sacrifique en favor de la síntesis. En pocas palabras el actual papa emérito sintetizó el sentido de esta particular "filosofía de la sexualidad" definiéndola, sin términos medios, como profundamente errónea, falaz.
La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear.
Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: "Hombre y mujer los creó" (Gn 1,27).
Vale la pena sin embargo, en estos tiempos, entretenerse y leer con atención el texto completo para apreciar toda la anchura del problema y la profundidad de la argumentación magistralmente sintetizada por el pontífice alemán:
"La gran alegría con la que se han reunido en Milán familias de todo el mundo ha puesto de manifiesto que, a pesar de las impresiones contrarias, la familia es fuerte y viva también hoy. Sin embargo, es innegable la crisis que la amenaza en sus fundamentos, especialmente en el mundo occidental.
Me ha llamado la atención que en el sínodo se haya subrayado repetidamente la importancia de la familia para la transmisión de la fe como lugar auténtico en el que se transmiten las formas fundamentales del ser persona humana. Se aprenden viviéndolas y también sufriéndolas juntos.
Así se ha hecho patente que en el tema de la familia no se trata únicamente de una determinada forma social, sino de la cuestión del hombre mismo; de la cuestión sobre qué es el hombre y sobre lo que es preciso hacer para ser hombres del modo justo.
Los desafíos en este contexto son complejos. Tenemos en primer lugar la cuestión sobre la capacidad del hombre de comprometerse, o bien de su carencia de compromisos. ¿Puede el hombre comprometerse para toda la vida? ¿Corresponde esto a su naturaleza? ¿Acaso no contrasta con su libertad y las dimensiones de su autorrealización?
El hombre, ¿llega a ser sí mismo permaneciendo autónomo y entrando en contacto con el otro solamente a través de relaciones que puede interrumpir en cualquier momento? Un vínculo para toda la vida ¿está en conflicto con la libertad? El compromiso, ¿merece también que se sufra por él?
El rechazo de la vinculación humana, que se difunde cada vez más a causa de una errónea comprensión de la libertad y la autorrealización, y también por eludir el soportar pacientemente el sufrimiento, significa que el hombre permanece encerrado en sí mismo y, en última instancia, conserva el propio "yo" para sí mismo, no lo supera verdaderamente.
Pero el hombre sólo logra ser él mismo en la entrega de sí mismo, y sólo abriéndose al otro, a los otros, a los hijos, a la familia; sólo dejándose plasmar en el sufrimiento, descubre la amplitud de ser persona humana. Con el rechazo de estos lazos desaparecen también las figuras fundamentales de la existencia humana: el padre, la madre, el hijo; decaen dimensiones esenciales de la experiencia de ser persona humana.
El gran rabino de Francia, Gilles Bernheim, en un tratado cuidadosamente documentado y profundamente conmovedor, ha mostrado que el atentado, al que hoy estamos expuestos, contra la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijo, tiene una dimensión aún más profunda.
Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombres.
Cita una afirmación que se ha hecho famosa de Simone de Beauvoir: "Mujer no se nace, se hace" ("On ne naît pas femme, on le devient). En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema gender como una nueva filosofía de la sexualidad.
Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que hasta ahora era la sociedad la que decidía.
La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear.
Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna.
Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: "Hombre y mujer los creó" (Gn 1,27). No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto.
Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo.
En la actualidad, existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente.
Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia.
Bernheim muestra cómo ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto, al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho, se puede adquirir. Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser.
En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre".