Sacramentum Caritatis, en la que dijo (n. 29) que “el Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia fundada en la Sagrada Escritura (cfr. Mc 10, 2-12) de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición, contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y actualiza en la Eucaristía”.
Recuerda Benedito XVI en el mismo documento que los divorciados que se han vuelto a casar no están fuera de la Iglesia, y deben ser tratados y seguidos “con especial atención” y les aconseja que sigan la Santa Misa, “aunque sin comulgar”, la Adoración Eucarística, la vida comunitaria y la oración (n. 29).
Aunque la doctrina sobre los sacramentos no cambie, esto no quiere decir que no hay que atender a todos y ver en cada caso los motivos de las rupturas familiares, si las hubiere. Muchos matrimonios, a veces con grandes dificultades, se han mantenido fieles; en la vida moderna la fidelidad no está de moda y cuesta.
También hay que acoger a las parejas de hecho dignas de toda consideración y afecto, a la espera de que puedan regularizar su situación.
Es cierto que en el pasado los divorciados han estado mal vistos como si estuvieran fuera de la Iglesia. Pero hoy la doctrina de la acogida está clara y un divorciado no es un excomulgado, lo han dicho los últimos papas.