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Lectio Divina: Domingo XII semana del tiempo ordinario

Biblia y señalibro

© Kenneth Allen

Fundación Ramón Pané - publicado el 21/06/15

Una guía para rezar con la Escritura

PRIMERA LECTURA: Job 38, 1. 8-11

SALMO RESPONSORIAL: Salmo 106

SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 5, 14-17

Invocación al Espíritu Santo:


Ven Espíritu Santo, 
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén

TEXTO BÍBLICO: Marcos 4, 35-41

     4,35: Aquel día al atardecer les dijo:
   —Pasemos a la otra orilla.
  4,36: Ellos despidieron a la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba; otras barcas lo acompañaban.
  4,37: Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca que se estaba llenando de agua.
  4,38: Él dormía en la popa sobre un cojín.
   Lo despiertan y le dicen:
   —Maestro, ¿no te importa que naufraguemos?
  4,39: Él se levantó, increpó al viento y ordenó al lago:
   —¡Calla, enmudece!
   El viento cesó y sobrevino una gran calma.
  4,40: Y les dijo:
   —¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?
  4,41: Llenos de temor se decían unos a otros:
   —¿Quién es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?

BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO

1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

Estudio Bíblico.

Este Domingo XII del tiempo ordinario continuamos con la lectura del Evangelio de San Marcos, a partir de los versículos siguientes a la lectura del pasado domingo. Este relato que nos presenta la liturgia para este día, es conocido como “la tempestad calmada”.

Jesús invita a sus discípulos a cruzar a la “otra orilla”, dejando Cafarnaúm para pasar a la costa occidental  del lago de Galilea. La multitud permanece en el lugar, mientras ellos suben a una barca, y junto a esta había otras más. Es notable el uso de la imagen de la barca en todo el evangelio de San Marcos, sobre todo en sus primeros capítulos.

La barca está asociada a la Iglesia, en ella esta contenida el depósito de la fe, e integrada por el pueblo de Dios: los bautizados. En medio del navío una fuerte tormenta se desata, provocando altas oleadas, que poco a poco ingresan a la barca, afectando a la misma.

Recordemos que muchos de sus discípulos eran pescadores o tenían conocimientos de pesca, por lo que entendían que se estaban hundiendo, y que la tormenta era verdaderamente peligrosa.

Ante esta situación los discípulos expresaron miedo y pánico, sintiéndose abandonados por su Maestro, que permanecía durmiendo en la popa (que es la parte de atrás) de la barca.

Ellos tenían puesta su seguridad en Jesús, creían en Él, por sus palabras y prodigios, por lo que veían y escuchaban. Pero llegado este momento se sienten inseguros y desprotegidos, el miedo los hace dudar y vacilar.

Esta desesperación los lleva a despertar al Maestro, y ha preguntarle si no le importa que ellos se ahogaran. Jesús no responde la pregunta, sino que sus palabras se dirigen al viento y al mar, ordenándoles silencio.

Imaginemos la sorpresa que habría generado esto en los discípulos, no tanto por la orden de Jesús, sino por el sometimiento de las fuerzas naturales a Él. Esto los atemorizó, y los llevó a interrogarse sobre lo ocurrido. Ante la duda y la vacilación, recobraron no solo la Fe, sino tambien la esperanza, y esto fue posible con una simple palabra de Jesús.

Una vez calmada las aguas, Jesús les pregunto a sus discípulos por qué tenían miedo, y por qué no poseían Fe. Ante el miedo y la duda, el Señor propone la Fe, una Fe firme capaz de sostener a la persona en los momentos de “tempestad”, para sobreponerse a ella, y seguir el camino.

El dominio de Jesús sobre el mar, simboliza su triunfo sobre el mal, porque el mar era considerado antiguamente como sede del caos y de las fuerzas demoníacas.

La barca que es la Iglesia, se ve abordada con frecuencia por tormentas, que amenazan hundirla, pero permanece firme porque en ella está Jesús, Él es quien timonea para llevarla a puerto seguro.

Si pensamos la barca sin Jesús, nos quedamos con una imagen triste y desoladora, porque en ella reinaría la tristeza y la desesperación, se acercarían las tormentas y difícilmente se saldría de ellas. La presencia de Jesús en la barca garantiza la seguridad, calma los miedos, y otorga el don de la Fe.

Reconstruimos el texto:

    ¿Qué les propone Jesús a sus discípulos? ¿Qué hacen entonces?
    ¿Qué ocurrió mientras estaban en la barca?
    ¿Qué estaba haciendo Jesús en el momento de la tormenta?
    ¿Qué hacen, y dicen los discípulos a Jesús?
    ¿Qué le dice Jesús al viento y a las aguas? ¿Qué ocurre con estas?
    ¿Qué les pregunta Jesús a sus discípulos?
    ¿Qué sintieron? ¿Qué se preguntaban entre ellos?
    ¿En qué momento del día se desarrolla el relato?

2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios  en el texto?

Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:

    ¿Soy consciente que mi discipulado es en la Barca, es decir en la Iglesia?
    ¿Cuáles son las tormentas que golpearon o golpean mi vida? ¿Cómo las afronto?
    ¿Recurro al Señor en la “tormenta”, para que me ayude y asista? ¿O prefiero no “despertar” al Señor, creyendo que yo solo puedo solucionarlo?
    ¿Tengo presente todas y cada una de las veces en las que el Señor salió en mi ayuda y protección? ¿Qué sensación experimente/o ante esto?
    ¿Qué siento cuando el Señor pregunta por qué tenemos miedo, y vacilamos en la Fe? ¿Entiendo que esto también me interpela a mí?
    ¿Entiendo que Jesús es quien timonea la barca? ¿Qué significa esto para mí? ¿Me siento seguro?
    ¿También yo me pregunto quien es el Señor, que con su palabra transforma todas las cosas?  Y si me preguntaran quién es el Señor, y que hizo por mí, ¿que les diría?

3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

Orar es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.

¡Espíritu de Dios, paz profunda del corazón del hombre!
¿A dónde volar para encontrar un cielo infinito de calma y de serenidad?
¿A quién invocar con certeza de fe par conseguir en mi mente la paz del Señor?.
Siento mi corazón preocupado y nervioso; camino anhelante y no sé por qué; siento la sangre agitada y no encuentro explicación; vivo mil sentimientos encontrados que siembran zozobra en mi interior y no alcanzo a ver su raíz.

Sólo pensar en ciertas cosas y en ciertas personas me altera la calma y perturba mis nervios.
Estoy perdido y desolado en un caos de confusión.
¡Ven, Espíritu divino! Serena mi mente.
Lléname de la paz del Señor.
Que nada me perturbe y espante:
ni la injusticia, ni la calumnia, ni la difamación; ni el mal ejemplo de nadie, ni el dolor de la vida, ni la oscuridad de la fe, ni el fracaso económico…
Que nunca pierda tu horizonte de amor y que el fruto de tu paz sea mi mejor testimonio de hijo de dios.
¡Dame sentirte y vivirte como presencia de PAZ INTERIOR!

Amén.

Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por calmar también mis tempestades y porque nos llena de paz y alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.

4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?

Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo  del  Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.


Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:

"¿Aún no tienen fe?"

(Versículo 40)

Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.

5.- ACCIÓN: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?


Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.

Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a subirme a la barca para navegar mar adentro. Me comprometo a remar es decir con acciones concretas contribuir a la edificación del Reino; es por ello que realizare visitas a personas en estado de soledad, en hospitales, servicios penitenciarios, u hogares donde Jesús aún no está presente. Busco realizar una acción concreta.

En el grupo, nos comprometemos a ser parte una Barca, la de la Iglesia, que navega firme con la seguridad de que el Señor esta en medio de ellos. Nos comprometemos a adentrarnos en las situaciones de vulnerabilidad social de nuestra comunidad, preparando alguna campaña durante el año para conseguir donaciones de ropa, medicamentos, u otras necesidades materiales. Lo acompañamos tambien con nuestra oración por cada uno de ellos.

Artículo originalmente publicado por Fundación Ramón Pané


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