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Cómo salir de lo que ya conoces

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 21/06/15

¡Cuántas veces hablamos de dejar el timón de nuestra vida en las manos de Dios! Pero, ¡cuánto nos cuesta hacerlo! Una bella reflexión de Carlos Padilla

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Jesús se va hoy en la barca con sus discípulos. Y les dice dónde tienen que ir: «Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: Vamos a la otra orilla del lago». Llega el atardecer y Jesús, cansado del día, se va con sus discípulos.

Lleva todo el día enseñando desde la barca. Sin medir el tiempo. Mirando su tierra y hablando de ella. Es tarde.

Y entonces los invita a ir juntos a la otra orilla. Es el rato de complicidad con sus amigos, en el mar, lejos de las orillas. Jesús descansa con ellos.

¡Cuántas veces, en medio del trabajo, de la vida, necesitamos un momento para estar con las personas que amamos! Esas personas con las que puedo ser yo mismo sencillamente.

Aventúrate

Me encantaría que Jesús me mirara y me dijera:

«Ven conmigo a la otra orilla. Atrévete a salir de tu orilla conocida, a dejar tu forma de hacer las cosas de siempre. Deja tus comodidades. Vence tus miedos».

La orilla a la que iban no era Galilea. Era una aventura. Pienso que Jesús quería cuidar a otros más lejanos, pero también alejarse un momento de la tierra y estar con sus amigos, rezar.

Me conmueve Jesús tan cansado que se duerme en la barca. Se fía de sus amigos los pescadores. Sabe que llevarán el barco a puerto seguro. ¡Cuánto confía en ellos!

Y ellos se fían de Él. Es tarde, les invita Jesús a seguir navegando, y lo hacen. No ponen excusas. No le piden otra cosa.

¡Cuánto les tenía que amar Jesús! ¡Cuánto tenían que amar ellos a Jesús! Jesús descansa con ellos. Se queda dormido.

La tormenta, ¿Jesús está?

¡Qué difícil saber muchas veces si Jesús se ha dormido en mi barca o simplemente no está en ella! A veces siento que no está. Sobre todo cuando se desata la tormenta:

«De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado en un cojín».

Su paz contrasta con la agitación de los discípulos, con mi propia agitación en el peligro. Parece que la barca se va a hundir y Él duerme, como si no le importara. Así es en nuestra vida tantas veces.

Tenemos miedo de que se hunda lo que hemos construido y nuestra barca no llegue a su destino. Las olas parecen echar a perder todos nuestros sueños.

Jesús nos pide seguir un camino y luego parece que nos deja solos. Se duerme. Como si se olvidara de nuestra presencia. Él va a lo suyo.

Luz en la oscuridad

Me conmueve su sueño. Descansa junto a mí. Está en mi barca. Pero no le despiertan las olas que a mí me turban. Tal vez Jesús ve más allá que yo mismo.

Hay personas en nuestra vida que conservan la calma cuando nosotros la perdemos. Ven más allá. Están con paz. Ven la salida cuando nosotros pensamos que no hay salida.

Como Jesús en la barca que se hunde. Jesús ve lo que nosotros no vemos.

Hay personas así, capaces de ver más que nosotros. Nos dan luz. Nos muestran el horizonte y nos abren los ojos.

¡Cuánto bien nos hace navegar cerca de esas personas llenas de luz, que dan confianza, que nos permiten ver el sol detrás de tantas nubes! Son optimistas, positivas. Tienen fe. La que a mí me falta a veces.

Con Jesús sí

Lo cierto es que vamos juntos en la misma barca. Jesús y yo.

Con frecuencia me da miedo ir solo a la otra orilla. Me da miedo salir de lo que conozco, de mis maneras de hacer las cosas, de las personas que siento que me quieren y con las que no tengo que demostrar nada.

Me da miedo la aventura, el futuro, lo nuevo, lo que no conozco. Pero es verdad que si Jesús me dice: «vamos», yo le sigo. Quizás si escuchase su voz me costaría menos navegar con olas y dejar mi orilla.

La otra orilla puede ser una decisión que tengo que tomar, o volver a empezar cuando he caído.

A veces la otra orilla es el corazón del otro cuando nos separa el mar. ¿Qué es para mí la otra orilla? Sólo le pido a Jesús ir a su lado, en su barca. 

Ojalá lo sintiese más cerca, y supiese que mi barca es la suya, que va conmigo y yo con Él. Porque sin Él, me pierdo, me hundo, o me quedo en mi orilla.

Le doy gracias a Dios por esas veces en las que he sentido su llamada en el corazón. En que me miró y vi que me pedía ir con Él, en su barca, en la mía, pero juntos.

Muchas veces vuelvo a ese momento para recordar que mi vida tiene sentido, que voy con Él aunque me sienta a veces perdido en medio del mar. En mi vocación que es la suya, en mi tierra que es su tierra, con mis raíces que son las suyas.

Jesús confía en nosotros

¡Cuántas veces hablamos de dejar el timón de nuestra vida en las manos de Dios! Pero, ¡cuánto nos cuesta hacerlo!

Hoy Jesús duerme mientras los suyos toman el timón, y confía. Sólo les dice el rumbo. Ellos estarían más tranquilos si Él llevase la barca, y los que durmiesen fueran ellos. Pero Jesús confía, les entrega timón y va con ellos.

Me impresiona mucho que Dios me pida a mí que guíe la barca. Me conmueve que Dios necesite mi barca rota para llevarle hacia otros. Que quiera estar conmigo.

Me impresiona que confíe en mí. Confía más que yo mismo. Me entrega el timón.

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