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Rezaron para que naciera viva y poderla bautizar: así respondió Dios

Chiara ed Enrico Corbella Petrillo – es

© DR

Edizioni San Paolo - publicado el 16/06/15

La historia de Maria Grazia Letizia, la hija de Chiara Corbella y Enrico Petrillo:“Quizá no sabes que has nacido para la eternidad…”

El 10 de junio, día previsto para la hospitalización, Chiara llegó ya con algunas contracciones, a las cuales no les dio mucho peso la noche anterior. Pensó que quizá eran simples dolores, no las verdaderas contracciones de preparación al parto. En cambio, se trataban precisamente de las mismas.

Cuando llegó para la visita de control, el médico le preguntó si durante la semana había tenido dolores. Respondió que sí. El doctor miró sorprendido a Daniela: Chiara tenía seis centímetros de dilatación y el parto estaba más cercano de lo que pensaba.

También Daniela, junto a Enrico, advierte concretamente que esta es una señal y que Dios está haciendo su parte. Enrico nos mantenía al tanto de la situación mientras estábamos de viaje.

Nos dijo que Chiara se estaba preparando sola para el parto, y que los médicos ahora estaban de acuerdo sobre el hecho de que no era necesario oxitocina para inducir el nacimiento y estaban listos a proceder con un parto natural. Una noticia que daba mucha paz porque confirmaba que el Señor mismo había escogido ese día para María Grazia Letizia. Cuando llegamos al hospital, el bebé no había nacido.

Fuera esperaban algunos parientes y amigos.

Con la ruptura de la bolsa amniótica, la enorme panza de Chiara se vació en pocos minutos. Ella y Enrico dijeron a Daniela que el padre Vito quizá ya estaba afuera y estaba listo para bautizar a la pequeña. Daniela lo vió en la sala de espera. Tras presentarse velozmente, le dio un sayo azul y le dijo que lo siguiera.

El trabajo de parto y el parto ocurrieron sin dificultades, para dejar sin palabras. Todo lo que se temía no sucedió. María Grazia Letizia nació. Los médicos la llevaron inmediatamente a la incubadora. Algunos, al considerarla muerta, no querían enseñársela a los padres.

Daniela se opuso y logró llevarla a la habitación. Cuando Enrico tomó en sus brazos a su hija, sintió que su corazón latía aún. Se la llevó a Chiara. Le habían pedido al Señor que el parto fuera natural y que Maria Grazia Letizia naciera viva, para poderla bautizar.

Enrico entró y le dijo que era precisamente así, que Maria estaba todavía viva. El padre Vito la bautizó. Para Chiara es un momento inolvidable. “Su bautismo fue el don más grande que el Señor pudo darnos”, dijo. “Miraba a Enrico con nuestra hija en los brazos, tan orgulloso de ella. Estaba segura de que no hubiera podido tener un mejor padre”.

Se tomaron fotos, muchas fotos. Enrico llevó a la pequeña afuera para que la conocieran los abuelos, parientes y amigos. Todos estaban conmovidos.

“En la casa familia, los niños que entran te los encomiendan pocos meses o años, pero esto no te impide amarlos menos, más aún: tienes el deber de atenderlos con todo el amor que seas capaz, para dejarles un recuerdo del amor que Dios ha querido donarles a través de tus sencillos gestos. Dios amará a esta criatura a través de nuestros gestos, debemos, por lo tanto sentirnos honrados por una tarea tan grande”. Así escribió Chiara en su carta a Enrico para anunciarles la llegada de su hija.

Después de apenas cuarenta minutos del nacimiento en la tierra, María Grazia Letizia nació en el Cielo. Chiara y Enrico estaban verdaderamente felices. Estaban preparados para lo peor, no para tanta belleza.

“El momento en que la vi fue un momento que nunca olvidaré: entendí que estábamos unidos de por vida. No pensé que estaría poco con nosotros. Fue una media hora inolvidable.

Si hubiera abortado no creo que hubiera podido recordar el día del aborto como un día de fiesta, un día en que me habría liberado de algo. Habría sido un momento que habría querido olvidar, un momento de gran sufrimiento.
El día del nacimiento de María en cambio lo podré recordar como uno de los más bellos de mi vida y podré contar a los hijos que el Señor nos quiera dar que tienen una hermana que ora por ellos en el Cielo.

Lo que quiero decirles a las madres que han perdido niños es esto: nosotras hemos sido madres, hemos tenido este don. No cuenta el tiempo: un mes, dos meses, pocas horas…cuenta el hecho que nosotras hemos tenido este don…y no es una cosa que se puede olvidar”.

Es difícil gestionar la confusión del personal médico, cada uno queda sacudido, puesto a prueba. Mientras que algunos permanecen enmudecidos por el misterio, otros piensan que esta pareja ha estado loca desde la primera hasta la última elección.

Pero todas las decisiones que los demás no comparten, Enrico y Chiara las han tomado juntos. Y esto los ha unido de manera especial. Para ellos no hay alternativas, este es el único camino que Dios les pide que recorran. Deben sólo confiar en Él para experimentar la gracia.

“El Señor ha rogado por nosotros para que no perdiéramos la fe”, cuenta Enrico. Y así fue. Precisamente como le sucedió en aquel tiempo al apóstol Pedro. Más tarde, Enrico llevó a Maria Grazia Letizia a la morgue.

Saludamos a Chiara, estaba muy bien. Como si no hubiera parido, fresca como una rosa. Alguna lágrima derramaba pero era de conmoción. Tenía un rostro y una paz sorprendentes.

Chiara compartía su habitación de hospital con otra mamá. La mujer había perdido a su tercer hijo en el noveno mes por desprendimiento de la placenta. Estaba quieta, no hablaba. Chiara en voz baja nos había informado de su situación pidiendo que rezáramos por ella. Esa noche habló.

El día del alta agradeció al médico de la unidad no tanto por la asistencia sino por haberla puesto en la habitación “con aquella muchacha, que me ha ayudado a aceptar la muerte de mi bebé”.

Apenas dos días después, el 12 de junio, fue el funeral de Maria Grazia Letizia. Quien imaginaba ver a Chiara y Enrico en la aflicción, sentados en primera fila, se equivocaba. Se encontraban en un lateral, donde está el coro; tocando, él la guitarra, ella el violín, y cantando vestidos de blanco. Verlos fue impactante.

Durante las peticiones de los fieles, Chiara se levantó y agradeció las oraciones que los habían sostenido y acompañado; habló de su asombro frente a tanto amor que emanaba de los corazones de todos gracias a su pequeña hija; pidió por todos los presentes, para que el Señor los recompensara con el ciento por uno ya en esta tierra.

Fue una fiesta bellísima, un clima sereno. No había mucha gente en la iglesia. Muchos no asistieron porque no sabían qué decir. Perdieron una oportunidad única de ver que el Cielo puede existir aquí en la tierra. Quien participó en la celebración vivió un momento de eternidad, una experiencia fortísima, casi una prueba de que el Paraíso existe verdaderamente.

Todos estaban conmovidos, Enrico y Chiara gozaban entre lágrimas, junto a sus familias.

La homilía del padre Vito, una vez más presente, contenía una referencia al zarzal que arde, a un amor que quema pero no se consume. Chiara y Enrico han pusieron de lado a ellos mismos con sus propias expectativas para dar espacio a Dios porque “un don de Dios es un don de Dios y no se toca”.

No se es hombres para trabajar, la casa, la salud, la reputación. Se es hombres para amar. Maria Grazia Letizia está lista. Ha vivido todo lo necesario.

Al final de la celebración, los padres se acercaron al pequeño ataúd blanco en el centro de la nave, frente al altar. La levantaron y con la paz en el corazón la acompañaron afuera mientras todos lloraban de conmoción.
Todo era tan bello que nos sentimos casi invitados a desear esa dificultad, para poder sentir la misma consolación. Es absurdo pensarlo, pero es precisamente eso lo que sucedió. Podríamos llamarlo una santa envidia.

Enrico preparó un recuerdo, en donde la imagen de la Virgen María con el Niño en brazos acompaña un mensaje que su historia nos ha hecho familiar, pero que en esa ocasión oímos todos por primera vez. “Hemos nacido para la eternidad, para no morir nunca más”.

Tú en nuestros brazos

aunque sólo por media hora estuvimos bien

no podíamos dejar de ver tu nariz

igual a la mía

y esas manos y esos piecitos…

No tenemos mucho tiempo para decirte muchas cosas;

que te amamos sé que lo sabes

pero quizá no sabes que naciste para la eternidad

y que yo no soy tu padre ni ella tu madre

¡Imagínate! Quien te ha deseado es también nuestro Padre,

lo sé, es algo complicado pero pronto entenderás

la vida maravillosa

por eso también nosotros te hemos buscado.

Es maravilloso que tú ahora puedas entender,

no importa cuánto tiempo pasamos juntos

a nosotros nos importa lo que tu serás,

aquí no son necesarias las cosas realmente

podemos prescindir de todo

lo necesario es conocer al Padre

es prepararse para este encuentro

y tú naciste lista

y yo no se decirte lo orgullosos que estamos de ti

hasta donde pudimos te hemos acompañado

ahora conocerás al Padre

Maria Grazia Letizia de nuestra vida.

Papá Enrico y mamá
Chiara.

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