Seleccionado para su publicación en el volumen “100 Relatos en Corto” en el III Concurso de microrrelatos de Sttorybox
El pequeño Kolya se acurrucaba contra sí mismo para escapar del frío. Las calles de Moscú no son acogedoras en invierno. Otro mendigo pasaba por allí con su carreta llena de tablas y cartones. Se detuvo, y le ofreció unas cuantas para que se hiciera un precario refugio.
– Gracias…
– Me llamo Piotr -dijo el hombre.
Una de las tablas llamó la atención del niño. Tenía una forma extraña, con doble curva, y restos de barniz en algunas zonas: era la tapa de un viejo violín roto.
Kolya conocía a un anciano luthier que le daba leche caliente cuando iba a verle. Fue. Le enseñó la tabla. Con ella el luthier sacó casi de la nada un violín nuevo. Y el violín sacó casi de la nada a un virtuoso: Kolya.
Muchos años después, un viejo mendigo miraba hacia el río Moscova con desesperación. Iba a saltar cuando, de pronto, escuchó una suave música mezclada con el fragor del agua. ¡Es un violín!, se dijo, saliendo del agua antes de lanzarse a ella.
El joven músico se le acercó. Le reconoció. Llevaba en sus manos la vieja tabla que Piotr le regalase, pero vestida de música y sobre todo, de gratitud.
Artículo originalmente publicado por Scrivivente