Una guía para rezar con la Escritura
PRIMERA LECTURA: Ezequiel 17, 22-24
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 91
SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 5, 6-10
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BÍBLICO: Marcos 4, 26-34
4,26: (Jesús) Les decía:
—El reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: 4,27: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. 4,28: La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga.4,29: En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
4,30: Decía también:
—¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos? 4,31: Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas;4,32: después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar a su sombra.
4,33: Con muchas parábolas semejantes les exponía la palabra adaptándola a la capacidad de sus oyentes. 4,34: Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo.
BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
La lectura de este Domingo es del Evangelio según San Marcos. En ella Jesús presenta dos parábolas; la semilla que crece por sí sola, y la parábola del grano de mostaza. En ambas Jesús rescata imágenes comunes al pueblo, referidas en este caso a la agricultura.
La primera parábola referida al Reino de Dios, que expresa el dinamismo de la siembra. La semilla depositada en la tierra, posee vigor para crecer a pesar de las hostilidades del lugar, tiene fuerza por sí misma, y su progreso no depende del hombre que la sembró. Sino que el hombre es un simple colaborador del dueño de la tierra, que espera poder ver los frutos que esta pueda llegar a dar. Año tras año, el campesino repite su gesto y lanza su semilla. Es decir confía, a pesar de sus temores y desesperanzas. Aunque en este texto no lo dice explícitamente, los frutos dependerán de la fertilidad y preparación de la tierra.
Esta parábola nos hace pensar en el Reino de Dios, su fuerza y radicalidad no depende de nosotros los hombres, sino de Dios, que Él mismo es la Palabra. Crece lentamente, pero su crecimiento nadie lo puede detener ni impedir. Primero el tallo, luego la espiga, después el trigo abundante. El hombre sabe que debe hacer todo lo posible para que la semilla crezca y de fruto, pero el resultado final depende de Dios. Dios mismo es el principal trabajador en el Reino.
La siembra es el inicio, y la cosecha es el final, para poder conocer y aprovechar los frutos. Esta cosecha que en la Palabra aparece la imagen de la hoz, es el final de los tiempos donde quedará instaurado el Reino de Dios.
La segunda parábola, posiblemente más conocida que la anterior, utiliza también imágenes propias de la agricultura, y de la siembra. En este caso se trata de una semilla especifica; el grano de mostaza.
El grano de mostaza es considerada una de las semillas más pequeñas del mundo. A pesar de su pequeñez, esta llena de vigor y de vida. Y una vez en tierra es capaz de crecer, y llegar a ser uno de los vegetales más grande y alto del huerto. La fuerza de la semilla de mostaza no es proporcional a su tamaño, sino que esta dotada de una fuerza interior que le hace crecer de tal manera, hasta llegar a dar cobijo con sus ramas a los pájaros.