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Lectio Divina: Domingo XI semana del tiempo ordinario

Fundación Ramón Pané - publicado el 14/06/15

Una guía para rezar con la EscrituraPRIMERA LECTURA: Ezequiel 17, 22-24
 
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 91
 
SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 5, 6-10

 
Invocación al Espíritu Santo:
 
Ven Espíritu Santo,
 
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
 
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
 
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
 
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
 
Amén
 
TEXTO BÍBLICO: Marcos 4, 26-34
 
     4,26: (Jesús) Les decía:
   —El reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: 4,27: de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. 4,28: La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga.4,29: En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
  4,30: Decía también:
   —¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos? 4,31: Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas;4,32: después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar a su sombra.
  4,33: Con muchas parábolas semejantes les exponía la palabra adaptándola a la capacidad de sus oyentes. 4,34: Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo.
 
BIBLIA DE NUESTRO PUEBLO
 
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?

 
Estudio Bíblico.
 
La lectura de este Domingo es del Evangelio según San Marcos. En ella Jesús presenta dos parábolas; la semilla que crece por sí sola, y la parábola del grano de mostaza. En ambas Jesús rescata imágenes comunes al pueblo, referidas en este caso a la agricultura.
 
La primera parábola referida al Reino de Dios, que expresa el dinamismo de la siembra. La semilla depositada en la tierra, posee vigor para crecer a pesar de las hostilidades del lugar, tiene fuerza por sí misma, y su progreso no depende del hombre que la sembró. Sino que el hombre es un simple colaborador del dueño de la tierra, que espera poder ver los frutos que esta pueda llegar a dar. Año tras año, el campesino repite su gesto y lanza su semilla. Es decir confía, a pesar de sus temores y desesperanzas. Aunque en este texto no lo dice explícitamente, los frutos dependerán de la fertilidad y preparación de la tierra.
 
Esta parábola nos hace pensar en el Reino de Dios, su fuerza y radicalidad no depende de nosotros los hombres, sino de Dios, que Él mismo es la Palabra. Crece lentamente, pero su crecimiento nadie lo puede detener ni impedir. Primero el tallo, luego la espiga, después el trigo abundante. El hombre sabe que debe hacer todo lo posible para que la semilla crezca y de fruto, pero el resultado final depende de Dios. Dios mismo es el principal trabajador en el Reino.
 
La siembra es el inicio, y la cosecha es el final, para poder conocer y aprovechar los frutos. Esta cosecha que en la Palabra aparece la imagen de la hoz, es el final de los tiempos donde quedará instaurado el Reino de Dios.
 
La segunda parábola, posiblemente más conocida que la anterior, utiliza también imágenes propias de la agricultura, y de la siembra. En este caso se trata de una semilla especifica; el grano de mostaza.
 
El grano de mostaza es considerada una de las semillas más pequeñas del mundo. A pesar de su pequeñez, esta llena de vigor y de vida. Y una vez en tierra es capaz de crecer, y llegar a ser uno de los vegetales más grande y alto del huerto. La fuerza de la semilla de mostaza no es proporcional a su tamaño, sino que esta dotada de una fuerza interior que le hace crecer de tal manera, hasta llegar a dar cobijo con sus ramas a los pájaros.

 
El Reino se parece a un grano de mostaza, por lo tanto la humildad y pequeñez son sus grandes pilares; y las virtudes para poder llegar a él. No es un Reino al estilo mundano, donde la opulencia, las riquezas y la ambición son sus principales características, sino que el Reino de Dios, es un Reino modesto, pensado para los hombres y mujeres de corazón humilde. La pequeñez del grano de mostaza la observamos en la vida de los Santos, en la humildad de la Santísima Virgen María “el Señor miro con bondad mi pequeñez”. Para entrar al Reino de los cielos es necesario hacerse pequeños. Ser pequeños en la tierra como un grano de mostaza, para llegar a ser grandes como un árbol frondoso, en el Reino de los cielos.
 
Reconstruimos el texto:
 
    Según la primer parábola ¿a qué se parece el Reino de los Cielos?
    ¿Qué ocurre con la semilla una vez puesta en tierra? ¿Depende del hombre su crecimiento?
    ¿Qué ocurre cuando el grano está a punto?
    ¿Con qué compara Jesús al Reino de los Cielos en la segunda parábola?
    ¿Qué tamaño tiene esta semilla?
    ¿Qué ocurre una vez sembrada?
    ¿Por medio de qué enseñaba Jesús a sus discípulos?
 
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
 
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
 
    ¿Entiendo que como discípulo del Señor soy un sembrador?
    ¿Cuál es la semilla que llevo en mano para poner en tierra? ¿Siembro la semilla de la Buena Noticia, o la voy acumulando en mi granero, sea cual sea?
    ¿Preparo la tierra antes de sembrar? (es decir, ayudo a las personas a entender el Evangelio)
    ¿Entiendo que la semilla no es mía, sino del Señor, y que por lo tanto soy un colaborador?
    ¿Entiendo que los frutos tal vez no los llegue a ver, pero que sí el Señor en algún momento los recogerá?
    ¿Tengo esperanza en los frutos que puedan llegar a producir mis semillas? ¿O rápidamente pierdo las esperanzas?
    ¿Cómo me interpela a mí la parábola del grano de mostaza? ¿Me cuesta hacerme pequeño, y humilde? ¿Por dónde empezar?
    ¿Comprendo que mi pequeñez se transformará en grandeza en el Cielo? ¿Cómo me impulsa esto a vivir mi vida de Fe? ¿Me anima?
 
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?

 
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
 
SALMO 91

 
El que habita al amparo del Altísimo y pernocta a la sombra del Todopoderoso,
diga al Señor: Tú eres mi refugio y mi alcázar, mi Dios en quién confío.
Sólo Él te librará de la red y te defenderá de la peste funesta;
te cubrirá con sus plumas, y bajo sus alas te refugiarás su brazo será escudo y coraza.
 
No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la plaga que acecha a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha, a ti no te alcanzarán.
Basta con que abras tus ojos, para ver la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio, del Altísimo, tu morada.
 
No se te alcanzará la desgracia ni la plaga se acercará tu tienda,
porque a sus ángeles ordenará que te guarden en tus caminos.
Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.
Caminarás entre leones y víboras, pisotearás cachorros y dragones.
Porque me ama, lo libraré, lo protegeré porque me reconoce.
Me llamará y le responderé, estaré con él en la angustia, lo defenderé y honraré.
Lo saciaré de larga vida y le haré ver mi salvación.
 
AMÉN.
 
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría.  Añadimos nuestras intenciones de oración.

 
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
 
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
 
Repetimos varias veces esta frase del Evangelio para que vaya entrando a nuestro corazón:
 
«La semilla germina y crece»
 
(Versículo 27)
 
Y así, vamos pidiéndole al Señor poder ser buenos sembradores, preparar a los demás para que puedan creer en el Evangelio.
 
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
 
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
 
Si estoy solo, vuelvo a leer detenidamente las lecturas. Hoy el Señor me invita a ser un sembrador, y a llevar la semilla de la Palabra a todos lados, especialmente donde más hace falta. Es por eso que pienso en personas concretas en las cuales llevarles la semilla de la Palabra, a través de una cita de este evangelio u otro, junto a una breve oración.
 
En el grupo, nos comprometemos a ser una Iglesia que siembra Fe y Esperanza en todos los ambientes cotidianos. Nos comprometemos a  visitar un asilo de ancianos, o una casa de huérfanos, o el hospital u otro lugar que consideren, a personas que vean que necesitan de su aliento de esperanza, que necesitan escuchar que Jesús está con ellos.
 
Artículo originalmente publicado por Fundación Ramón Pané

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