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Pensamiento de Benedicto XVI y Papa Francisco sobre el corazón de Jesús

<a href="http://www.shutterstock.com/pic.mhtml?id=122508757&src=id" target="_blank" />Sacred Heart of Jesus</a> © Nancy Bauer / Shutterstock.com

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Revista Ecclesia - publicado el 12/06/15
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Corazón de Jesús, “corazón” del Evangelio: Junio, mes del Corazón de Jesús
El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús. ¿Qué es esta devoción? ¿Cuáles son sus raíces y sentidos bíblico y teológico? ¿Cuál es su actualidad? ¿Es una praxis desfasada, meramente piadosa, anticuada?
 
Orígenes históricos de este culto
 
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús surge en Francia, en Paray Le Monial, tras una serie de visiones que tiene Santa Margarita María Alacoque, en las que Cristo le pidió que trabajase para la institución de una fiesta en honor del Sagrado Corazón. Estas apariciones tuvieron lugar entre los años 1673 y 1675.
 
“Quiero que sirvas -le dijo el Señor a esta santa francesa, según testimonio de esta- de instrumento para atraer los corazones a mi amor… Te constituyó heredera de mi corazón… Mi divino corazón de tal manera se abrasa en el amor a ti y a todos los hombres que ya no lo puedo contener y quiero, por tu medio, manifestarlo a todos… Tengo sed de ser amado por los hombres en el Santísimo Sacramento”.
 
“El Sagrado Corazón -escribió la santa- es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes, para que estén libres y dispuestos a hasta la propia vida… De este divino Corazón brotan sin cesar tres arroyos: la misericordia para con los pecadores, la caridad en provecho de los necesitados y el amor y la luz para los justos… Este Corazón divino es un abismo de todos los bienes, es un abismo de amor en el que debe ser sumergida toda nuestra indigencia”.
 
Por esas mismas fechas de la segunda mitad del siglo XVII, el también santo francés San Juan Eudes había escrito el primer oficio litúrgico de esta fiesta, que se estableció como propia de la Iglesia francesa en 1672.
 
Un siglo después, en 1765, la Santa Sede autorizó a los Obispos polacos y a la archicofradía romana del Sagrado Corazón la celebración de dicha fiesta. Pero no sería hasta el año 1856 cuando el Papa Pío IX estableció el culto universal de esta fiesta, extendiéndola a toda la Iglesia Católica e incrementándose de manera notable su arraigo y popularidad.
 
El culto y devoción al Sagrado Corazón de Jesús se convertiría así en la segunda parte del siglo XIX y en la primera parte del siglo XX en una de las características más acusadas y fecundas de la religiosidad y piedad de todos los miembros de la Iglesia, pastores y fieles. Si repasamos las biografías de los santos, beatos y fundadores de la época citada y el arte y la literatura de entonces encontraremos pruebas evidentes y hermosas de ello.
 
Sentido y naturaleza
 
¿Cuál es el sentido de esta devoción? La devoción al Corazón de Jesús no es el culto a una parte de su organismo y anatomía humana, es el culto y la devoción al mismo Jesús, a la persona entera de Jesucristo. De hecho, en la iconografía de esta devoción no se permitió jamás mostrar sólo el corazón. Había y hay que representar a Cristo en su humanidad completa, porque Él es el objeto de nuestra adoración y a Él se dirige nuestra oración al decir “Venid, adoremos al corazón de Jesús, herido por nuestro amor”.
 
De ahí, pues, que la devoción al Corazón de Jesús sea entraña misma del culto a Jesucristo como expresión del amor de Dios y siga siempre hoy y siempre un espléndido camino de vida y piedad cristiana.
 
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es quintaescencia del evangelio y del plan de salvación de Dios. Hablar del corazón de Jesús es hablar de su humanidad, de quien nos “amó con corazón de hombre”. Hablar del corazón del corazón de Jesús es hablar del amor de Dios a los hombres. “Te amé con amor eterno”. “Tanto amó Dios al mundo que entregó por él a su Hijo único”.

 
El corazón es el símbolo del amor
 
El corazón representa el ser humano en su totalidad, es el centro original de la persona humana, el que le da la unidad. El corazón es el centro de nuestro ser, la fuente de nuestra personalidad, el motivo principal de nuestras actitudes y elecciones, el lugar de la misteriosa acción de Dios, escribió Karl Rahner.
 
El corazón es el símbolo del amor. Y puesto que Cristo tuvo un amor perfecto, su corazón es para nosotros el perfecto símbolo del amor. Su corazón fue saturado de amor perfecto al Padre y a los hombres. Nosotros aprendemos lo que es amor tratando de comprender y de vivir algo del amor de Cristo.
 
Juan Pablo II
 
El Papa San Juan Pablo II, en 1979, en su primera encíclica, “Redemptor hominis”, escribía: “La redención del mundo -este tremendo misterio de amor en el cual la creación se renueva- es en su raíz más profunda la plenitud de la justicia en un corazón humano, el corazón del Hijo Primogénito, para que pueda ser justicia en el corazón de muchos seres humanos, predestinados desde la eternidad Jesucristo a ser Hijos de Dios”.
 
Celebrar el Corazón Jesús es, pues, celebrar la redención. Es celebrar el amor y responder al amor amando, a ese Amor que tantas veces no es amado. “El corazón habla al corazón”, afirma a este respecto san Juan Pablo II, en referencia a la devoción al Corazón de Jesús como expresión y coloquio de amor. Celebrar el corazón de Jesús es celebrar el sacramento del amor salvífico del Padre. Y es que como se reza en el prefacio de la Misa del Sagrado Corazón, Jesús, “elevado sobre la cruz, hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia: para que así, acercándose al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de las fuentes de la salvación”.
 
Benedicto XVI
 
El Corazón de Cristo es símbolo de la fe cristiana; el Corazón de Jesús es la síntesis de la Encarnación y de la Redención; el Sagrado Corazón es el manantial de bondad y de verdad; el Corazón de Jesús es expresión de la buena nueva del amor; el Sagrado Corazón es palpitación de una presencia en que se puede confiar.

Son estas algunas de frases con la que el Papa Benedicto XVI habló del Corazón de Jesús, en los primeros días de junio de 2008. He aquí, desarrolladas estas hermosas ideas sobre el Corazón de Cristo según Benedicto XVI:
 
1.- El Corazón de Cristo es símbolo de la fe cristiana, particularmente amado tanto por el pueblo como por los místicos y los teólogos, pues expresa de una manera sencilla y auténtica la “buena noticia” del amor, resumiendo en sí el misterio de la encarnación y de la redención.
 
3.- Desde el horizonte infinito de su amor, de hecho, Dios ha querido entrar en los límites de la historia y de la condición humana, ha tomado un cuerpo y un corazón, para que podamos contemplar y encontrar el infinito en el finito, el misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús.
 
3.- Toda persona necesita un “centro” para su propia vida, un manantial de verdad y de bondad al que recurrir ante la sucesión de las diferentes situaciones y en el cansancio de la vida cotidiana.
 
4.- Cada uno de nosotros, cuando se detiene en silencio, necesita sentir no sólo el palpitar de su corazón, sino, de manera más profunda, el palpitar de una presencia confiable, que se puede percibir con los sentidos de la fe y que, sin embargo, es mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.
 
Por todo ello, Benedicto XVI nos invitaba a todos y cada uno de nosotros a renovar en el mes de junio y siempre nuestra propia devoción al Corazón de Cristo. Y recomienda como uno de sus caminos más privilegiados para revitalizar esta devoción al Corazón de Cristo valorar y practicar también la tradicional oración de ofrecimiento del día y teniendo presentes las intenciones que él mismo propone a toda la Iglesia. Asimismo nos llamaba a venerar el Corazón Inmaculado de María (su fiesta es en 2015 el sábado 13 de junio), encomendándonos siempre a Ella con gran confianza. Es la madre que nunca falta.

 
Papa Francisco
 
“El mes de junio –afirmó el Papa Francisco en el ángelus del 9 de junio de 2013- está tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, máxima expresión humana del amor divino. El pasado viernes hemos celebrado precisamente la solemnidad del Corazón de Cristo, y esta fiesta da la pauta a todo el mes. La piedad popular valoriza mucho los símbolos, y el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que ha brotado la salvación para la entera humanidad.
 
En los Evangelios encontramos diversas referencias al Corazón de Jesús, por ejemplo en el pasaje en el que el mismo Cristo dice: «Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis vuestro alivio» (Mt 11,28-29). El relato de la muerte de Cristo según Juan es fundamental. Este evangelista testimonia de hecho aquello que vio en el Calvario, o sea que un soldado, cuando Jesús ya estaba muerto, le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua (cfr Jn 19,33-34). Juan reconoció en aquel signo, aparentemente casual, el cumplimiento de las profecías: del corazón de Jesús, Cordero inmolado sobre la cruz, brota el perdón y la vida para todos los hombres.
 
Pero la misericordia de Jesús no es sólo sentimiento, es más, es una fuerza que da vida, ¡que resucita al hombre! Nos lo dice también el Evangelio de hoy, en el episodio de la viuda de Naím (Lc 7,11-17). Jesús acompañado de sus discípulos está llegando justamente a una ciudad llamada Naím, un pueblo de Galilea, en el momento en el que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda. La mirada de Jesús se fijó inmediatamente en la mujer en lágrimas. Dice el evangelista Lucas: «Al verla, el Señor se conmovió» (v. 13). Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, o sea la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. El término bíblico «compasión» evoca las entrañas maternas: de hecho, la madre experimenta una reacción exclusivamente suya frente al dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura.
 
Y ¿cuál es el fruto de este amor? ¡Es la vida! Jesús dice a la viuda de Naím:«¡No llores!», luego llamó al muchacho muerto y lo despertó como de un sueño (cfr vv. 13-15). Pensemos en esto. Es bello. La misericordia de Dios da vida al hombre, lo resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. ¡No tengamos miedo de acercarnos a Él! ¡Tiene un corazón misericordioso! Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él nos perdona siempre. ¡Es pura misericordia! No olvidemos esto: es pura misericordia. ¡Vayamos a Jesús!
 
Dirijámonos a la Virgen María: su corazón inmaculado, corazón de madre, ha compartido al máximo la «compasión» de Dios, especialmente a la hora de la pasión y de la muerte de Jesús. Que María nos ayude a ser mansos, humildes y misericordiosos con nuestros hermanos”.
 
Y estas fueron las palabras del Papa Francisco sobre el corazón de Jesús tras el ángelus del domingo 7 de junio de 2015: “El próximo viernes, es la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Pensemos en el amor de Dios… ¡cómo nos ha amado! En el corazón de Jesús está todo este amor”.
 
Artículo originalmente publicado por Revista Ecclesia
 

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