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¿Qué es “hablar en lenguas”?

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Henry Vargas Holguín - publicado el 11/06/15

El don de lenguas es una realidad pero hay que saber entenderlo

Jesús dijo: “Estas son las señales que acompañarán a los que crean, en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas…” (Marcos 16, 17).

Con respecto al don de lenguas hay que decir que es una realidad pero hay que saberla entender. La Iglesia acepta que hay dones o carismas extraordinarios como el don de milagros o de lenguas (Catecismo 2003); pero el hablar en lenguas es el don espiritual más controvertido.

Jesús declaró que el don de lenguas es una señal sobrenatural que puede acompañar a todo aquel que cree en Él.
Entonces… ¿Es mejor ignorarlo? ¿Oponerse a él? ¿Aceptarlo? ¿Puede haber un caso bajo la influencia del maligno? ¿Hay excesos y abusos con el uso del don de lenguas?

Claro, hay casos y casos; y si hay algo que no va, pues necesita ser corregido o suprimido. Hay muchas cuestiones legítimas sobre este don de lenguas que no es fácil resumir, entender o plasmar en pocas líneas.


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Como se podrá entender, casos de personas con el don de lenguas no son frecuentes; por esto hay que saber discernir caso por caso.

Pero la Iglesia no rechaza de plano en su totalidad la existencia del don de lenguas. Es más, de muchos santos tenemos noticias de que tuvieron este don.

Comenzando por san Pablo: “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Cor. 14, 18). “Por tanto, hermanos, aspirad al don de la profecía, y no estorbéis que se hable en lenguas” (1 Cor. 14, 39). Luego también tenemos, por ejemplo, a san Antonio de Padua, san Vicente Ferrer y san Francisco Javier, entre otros.

El don de lenguas es sólo esto, un don o un carisma del Espíritu Santo; por tanto no confundir el don de lenguas con un ministerio. No existe un “ministerio” de hablar en lenguas (este ministerio no se encuentra en la Sagrada Escritura).

Cuando el Espíritu Santo concede este don hay diferentes posibilidades de que sea aplicado. Una de estas es orar en lenguas, don que parece ser hoy en día el más extendido o común.




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El apóstol san Pablo habla de cinco tipos de oración que suceden cuando los creyentes oran en lenguas:

1. Estar orando bajo el influjo del Espíritu Santo para que se ore según la voluntad de Dios. “No sabemos lo que debemos pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles… porque el Espíritu intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios” (Rom 8, 26-27).

2. Estar edificándose a sí mismos: “El que habla en lenguas se edifica a sí mismo, pero el que profetiza, edifica a la Iglesia” (1 Cor. 14)

3. Estar declarando las maravillas de Dios. “Les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Hch 2:11).

4. Estar hablando directamente con Dios: “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres sino a Dios. De hecho, nadie le entiende, aunque habla misterios con su espíritu” (1 Corintios 14: 2).

5. Estar alabando a Dios. “Porque los oían hablar en lenguas y alabando a Dios” (Hch 10, 46).




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Incluso si no entendemos lo que estamos diciendo cuando hablamos en lenguas, estamos alabando a Dios en el Espíritu (1 Cor. 14, 16).

Ahora bien, el don de lenguas fuera del contexto de la oración no consiste en que el Espíritu Santo capacite al cristiano para “hablar” directamente en las diferentes lenguas conocidas, como usualmente se piensa, sino en que la persona que recibe este don, cuando habla en su lengua materna, es entendida por personas que no conocen el idioma del hablante, por lo que a todos los efectos para el que le oye es como si le hablasen en su propia lengua.

Concretamente fue lo que se llevó a cabo de manera especialísima y tal vez irrepetible el día de Pentecostés (Hch, 2).

De manera pues que el don de lenguas es el don concedido a una persona por obra del Espíritu Santo para “hablar” en uno o varios idiomas diferentes y, de este modo, ser oída por cada oyente solamente en su lengua materna sin que el que habla se dé cuenta de estarse expresando en otro idioma y sin que tampoco el que oye, sepa que el que habla desconoce su idioma.

Este fenómeno supone que la “traducción” a los diferentes idiomas es obra del mismo Espíritu Santo, sin intervención lingüística de nadie, ya que la persona es incapaz por sí misma de conocer verdaderamente una lengua a la perfección que no sea la suya y sin que la haya aprendido.

Cuando san Pablo habla, por ejemplo, de los “gemidos infefables”, él está hablando de expresiones en pleno éxtasis cuando la persona con gran amor a Dios ora intensamente.

Es algo parecido a las palabras cariñosas, sin sentido alguno, y que se pronuncian cuando hay amor entre esposos o entre padres e hijos, por ejemplo cuando un marido le dice a su esposa “mi churry” o cuando la madre balbucea palabras raras dirigiéndose a su bebé.

El don de lenguas no se puede confundir con la posibilidad de hablar, en el pleno sentido de la palabra, otras lenguas -incluso lenguas inexistentes o muertas- sin haberlas aprendido. Esto es considerado más bien demoniaco y suele ocurrir en personas poseídas, aunque dicha posesión no parezca ser tan aparatosa.

También esta capacidad demoníaca puede observarse cuando se realizan ciertas actividades sacrílegas o paranormales tales como espiritismo, satanismo, esoterismo.




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