Efrén (también llamado Efraín) nació alrededor del año 306, en Nísibis (actual Nusaybin, Turquía), en tiempos del Imperio Romano. De joven, según él mismo escribió, no le daba mucha importancia a la religión.
No se sabe si su familia era cristiana, pero consta que a los 18 años recibió el bautismo y permaneció junto al obispo san Jacobo como diácono. No sabemos con certeza si fue ordenado sacerdote.
Tuvo que huir de la ciudad de Edessa a causa de las invasiones de los persas y fue a refugiarse en una caverna.
Allí vivía con austeridad, pero seguía acudiendo a la ciudad para evangelizar.
Prolífico escritor
En aquel lugar, a pesar de no tener formación académica, escribió la mayor parte de sus textos, que servirán en los siglos posteriores para la liturgia y el conocimiento de las Sagradas Escrituras.
En su obra hay exégesis, discusiones, obras de doctrina y poesía. Toda está escrita en verso a excepción de los comentarios.
Su lengua era el sirio aunque algunas de sus obras nos han llegado en traducción latina, griega o armenia.
San Efrén daba especial importancia a los cánticos. Él creó composiciones tan importantes que suplieron a los himnos gnósticos.
Generoso con los pobres
En el año 370 viajó a Cesarea, en la Capadocia solo para conocer a san Basilio.
En el año 372-273, la población padecía hambre pero los ricos no daban sus posesiones porque no se fiaban de que alguien gestionara bien el dinero.
San Efrén apareció entonces como el hombre de confianza y distribuyó alimentos entre los pobres.
Además, fundó un servicio de socorro que disponía de 300 camillas para transportar enfermos.
Una vez remediado el problema, san Efrén regresó a su cueva y murió 30 días más tarde.
El papa Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia.
Santo patrón
San Efrén es patrono de los directores espirituales.
Oración
"Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia:
Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad;
la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo;
Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo,
eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra abogada, nuestra intercesora.
Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno.
Haz que nuestra alma llegue a ser digna
de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo.
¡Amén!"