Necesita nuestra vida, nuestra voz, nuestras manos, nuestro cuerpo débil, nuestros torpes gestos
Campaña de Cuaresma 2025
Este contenido es gratuito, como todos nuestros artículos.
Apóyanos con un donativo y permítenos seguir llegando a millones de lectores.
Jesús sella con el hombre una nueva alianza: “Y les dijo: – Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”.
Una nueva alianza que recoge lo más verdadero y hondo de la primera alianza con el pueblo de Israel: “Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: – Haremos todo lo que manda el Señor y le obedeceremos. Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: – Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros”. Éxodo 24, 3-8.
La alianza del pueblo judío. La alianza sellada en la última cena con su cuerpo, con su sangre. La alianza que renovamos nosotros al ser bautizados e incorporarnos a esa historia de amor de Dios con el hombre.
Así es nuestra vida. Somos aliados de Dios. Vivimos en alianza con Él. Le pertenecemos. Dios construye con nosotros, con nuestra debilidad, a partir de nuestra herida y limitación. Nos necesita.
Por eso nosotros, al sellar nuestra alianza de amor con María, renovamos nuestro sí sencillo y puro a Dios, al Dios de nuestra historia. Sin Dios no podemos construir. Sin nosotros Él no puede llegar a los hombres, a todos los hombres.
Necesita nuestra vida, nuestra voz, nuestras manos, nuestro cuerpo débil, nuestros torpes gestos. Los pies para llegar a muchos y nuestra forma inmadura y limitada de amar para que se vea en nosotros la pureza de su amor inmaculado y eterno.
Somos aliados de Dios y somos aliados de María. María quiere que estemos anclados en su corazón
Decía el Papa Francisco: “Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia”.
Es la Madre que nos espera y nos une profundamente a Dios. Decía el Padre Kentenich: “Existe una indescriptible y profunda alianza de amor entre Cristo y María. El Señor ama sin límites a su Madre, y de modo semejante Ella lo ama a Él”.
Por esa alianza nos hacemos uno con Cristo y con María. La alianza nos une a Dios y nos une a los hombres. No vamos solos.
A veces la Iglesia ha hecho mucho hincapié en la necesidad de salvarnos. Y se ha visto en ese deseo una salvación personal, individual, sin contar con los otros. Yo me salvo solo. Como si la Iglesia como comunidad perdiera su fuerza.
La alianza nos recuerda lo importante: estamos aliados los unos con los otros. Somos hermanos, hijos de una misma Madre. En María, en el cuerpo de Cristo, somos uno. La alianza nos hace hermanos, piedras de una misma Iglesia, nos necesitamos.