Tercera entrega de una saga que no añade, en el fondo, nada nuevo
Era de sentido común, de lógica empresarial, que la saga Insidious tuviera un tercer capítulo. El primer film de la saga con un miserable millón y medio de dólares recaudó casi cien millones en todo el mundo. Con la segunda parte se gastaron algo más, cinco millones de dólares, pero valió la pena, recaudaron más de 160 millones. No hacer una tercera entrega era un estupidez comercial de primer orden aunque no estuviera prevista, no hubiera guión y ni si quiera un director dispuesto a dirigirla.
Resulta que James Wan, director de las dos primeras entregas, un día de la noche a la mañana, decidió que ya no quería hacer más películas de terror. Además de Insidious, Wan es el responsable del primer Saw, Silencio desde el mal y un peliculón de primera magnitud como Expediente Warren, de momento su obra maestra. Pero Wan se cansó del cine de terror. Su última película hasta aquel momento, Insidious 2, ya denotaba cierto desinterés. Mientras la rodaba debía estar cocinándose en su cabeza el abandono del género en beneficio de Fast & Furious 7 su siguiente e imprevisible película.
La fecha de estreno de Insidious. Capítulo 3 se anunció cuando Wan ya se había comprometido con la séptima entrega de Fast & Furious, de modo que sólo había que buscar un sustituto. A Wan ya lo habían sustituido en Annabelle, cinta de terror consecuencia del éxito que supuso Expediente Warren y es casi seguro que van a poner a otro en su lugar en la previsible secuela de este mismo título.
Por lo menos, cuando se deciden a sustituirlo, echan mano de pupilos y becarios del cine de Wan. Annabelle la dirigió John R. Leonetti, consumado director de fotografía y encargado de colocar la cámara en toda la saga Insidious. Para Insidious 3, el director elegido es un profesional aún más cercano al universo de Wan. Leigh Whannell, además de actor ocasional es el guionista habitual de casi todas las películas de James Wan.
Sin embargo, la cuestión de fondo sigue estando ahí. Insidious es un film profundamente influenciado por el escepticismo religioso de Poltergeist. El primer título de Wan casi era una copia calcada, punto por punto y sólo con un poco más de mala uva que el film dirigido por Steven Spielberg.
Aunque Wan iba un poco más allá y apretaba las tuercas dos o tres vueltas de más, Insidious en el fondo, no era más que un calco exagerado y un pelín más cruel que Poltergeist con la que comparte incluso su escepticismo religioso y su tendencia a lo siniestro cuando hablamos de “más allá”. Si en Poltergeist una niña es abducida por un ente maléfico que habita “al otro lado” donde al parece, sólo hay espacio para la angustia, la desesperación, la ira y el mal.
En Insidious, buena parte de su trama transcurre directamente en ese espacio oscuro y tenebroso que se supone invade lo extraterreno. En Insidious 2, uno de los personajes, en medio de ese negruzco y ahogado espacio que se supone es el “más allá” dice: “yo también he oído hablar de un lugar maravilloso”.
Si no recuerdo mal, es la única vez en las dos primeras películas que se hace mención a un lugar mejor, a algo parecido al paraíso celestial. Sin embargo, esta cuestión no preocupa demasiado a sus responsables. Su director y guionista prefieren poner el acento en lo siniestro. Resulta interesante preguntarse qué nos atrae de lo maléfico cuando se nos habla del “más allá”. Imagino que en Insisdious todo es cuestión de un juego. Las películas de Wan ni son, ni pretenden ser verosímiles, sólo introducirnos en un túnel de terror y pegarnos un buen par de sustos a base de un hábil uso de la puesta en escena.
Es verdad que ninguna película de la saga Insidious es un modelo teológico de nada, pero, no es menos cierto que, son películas de miedo francamente inofensivas y filmadas como nadie.