El director francés Alexandre Aja, autor de films como Alta tensión, Reflejos o Las colinas tienen ojos produce y dirige Horns, una coproducción entre EE.UU. y Canadá que tiene como protagonista a Daniel Radcliffe, que se hizo famoso al encarnar a Harry Potter. Después de trabajar en dos cintas de género, La mujer de negro y Amores asesinos, Radcliffe vuelve al mundo oscuro al representar a Ig Perrish, un joven enamorado, que es acusado de asesinar a su novia, Merrin Williams (Juno Temple), mientras él está ya aburrido de proclamar su inocencia.
A pesar de su amor incondicional por Merrin, todos le consideran culpable, aunque la falta de pruebas impide su ingreso en prisión. Como consecuencia de esta generalizada incriminización, le empiezan a crecer unos cuernos diabólicos que le dotan de un extraño poder: todo el mundo le confiesa sus deseos y pecados más inconfesables. Con este ”superpoder” Ig confía en poder averiguar la identidad del verdadero asesino
La gran traba de esta película se refiere al género cinematográfico. El tipo de conflictos que vemos son propios del thriller, concretamente de un thriller para adultos, dado lo turbio y escabroso de los mismos. Toda la parafernalia de los cuernos diabólicos y las angelicales alas son adecuadas para una película fantástica infantil o familiar. Y gran parte de las situaciones que se originan por esta ambivalencia nos recuerdan a la comedia surrealista que a menudo nos ofrece el cine indie.
Pues bien, es precisamente este coctel el que no funciona. Y lo que realmente sobra es el forzado e innecesario recurso fantástico-demoníaco que lo único que consigue es que el espectador no se tome en serio el intenso thriller que le propone el guión. Este recurso solo tiene un punto de interés desde el punto de vista dramático: que el protagonista es capaz de oír los malos pensamientos que anidan en el corazón de cada personaje. Pero ni siquiera ese "superpoder" es utilizado con la suficiente inteligencia.
Aún así lo menos aceptable del film es el uso pueril que hace de la iconografía cristiana. Al protagonista le crecen los cuernos, "porque le llevan los demonios", sin que sea necesariamente malvado. Pero luego hay una medalla con una cruz, que a modo de pagano talismán protege a su portador por muy villano que sea. Y la escena del ángel caído que nos depara el film en su parte final es sencillamente inaceptable desde el punto de vista de un espectador que se quiera tomar la película en serio. Así que nos encontramos con una historia interesante, continuamente perjudicada por decisiones de guion y de puesta en escena.
La historia quiere hablarnos de los males que se pueden derivar de la pasión amorosa, como los celos, los sentimientos de venganza, los instintos incontrolados… así como las grandezas del amor llevado al límite, como la capacidad de sacrificio total por el bien del otro. Es una pena que este gusto por lo esotérico y lo falsamente mágico entorpezcan una historia que se merecía algo mejor.