El egoísmo no es vivir como uno desea vivir,
es pedir a los demás que vivan como uno quiere vivir.
–Oscar Wilde–
Dos amigos, Adrián y Oscar, están tomando unas copas en un bar. Adrián pregunta:
–Oye, Oscar, ¿qué te dijo ayer el médico en la consulta?
-Que no fume
-Justo lo que te digo yo todos los días. ¿Y algo más?
-Que no coma grasas ni dulces.
-¡Hombre! ¿Cuántas veces te lo he dicho yo?
-También me prohibió salir a tomar copas con los amigos.
-Bueno, hombre, dice Adrián conciliador, ¡tampoco hay que hacer caso al médico en todo!¿no?
Cuando el consejo se adapta a nuestros gustos o pareceres, nos parece muy bien, pero cuando el consejo no coincide con lo que uno quiere:"no hay que hacer caso a todo".
¿Cual es el criterio para distinguir lo conveniente de lo inconveniente? ¿El deber o el gusto?
Hoy están muy generalizadas las expresiones: "me apetece", "me lo pide el cuerpo". Y está muy bien que, de vez en cuando, nos demos algún capricho, el problema surge cuando el egoísmo es el regidor de nuestras vidas.
El amor ha sido una de las fuerzas que ha movido a la humanidad a lo largo de la historia.. En el amor, en sus planteamientos y formas, se puede estudiar el carácter profundo de una cultura.
Quizás la pérdida del significado del amor constituya uno de los problemas más acuciantes de la civilización actual y, en buena medida, la explicación o causa de la desorientación del hombre a la hora de conocerse a sí mismo y de regir la propia existencia.
Nuestra sociedad lo trivializa todo y propugna la ley del mínimo esfuerzo y de la máxima comodidad. Lo que está de moda es una vida fácil, refinada y descomprometida que acaba vaciando a la persona de energía interior. Nos hacemos, así, indigentes, caprichosos, materialistas y esclavos de la ambición, la apariencia y el hedonismo.
La pérdida del sentido del amor constituye uno de los problemas
más graves y acuciantes de la civilización contemporánea.
Los cristianos tenemos la solución: volver al Amor. Porque cuando el motor de nuestras vidas es Jesucristo, entonces sí podemos hacer lo que nos apetece. Nos lo dice San Agustín: "Ama y haz lo que quieras".
es pedir a los demás que vivan como uno quiere vivir.
–Oscar Wilde–
Dos amigos, Adrián y Oscar, están tomando unas copas en un bar. Adrián pregunta:
–Oye, Oscar, ¿qué te dijo ayer el médico en la consulta?
-Que no fume
-Justo lo que te digo yo todos los días. ¿Y algo más?
-Que no coma grasas ni dulces.
-¡Hombre! ¿Cuántas veces te lo he dicho yo?
-También me prohibió salir a tomar copas con los amigos.
-Bueno, hombre, dice Adrián conciliador, ¡tampoco hay que hacer caso al médico en todo!¿no?
Cuando el consejo se adapta a nuestros gustos o pareceres, nos parece muy bien, pero cuando el consejo no coincide con lo que uno quiere:"no hay que hacer caso a todo".
¿Cual es el criterio para distinguir lo conveniente de lo inconveniente? ¿El deber o el gusto?
Hoy están muy generalizadas las expresiones: "me apetece", "me lo pide el cuerpo". Y está muy bien que, de vez en cuando, nos demos algún capricho, el problema surge cuando el egoísmo es el regidor de nuestras vidas.
El amor ha sido una de las fuerzas que ha movido a la humanidad a lo largo de la historia.. En el amor, en sus planteamientos y formas, se puede estudiar el carácter profundo de una cultura.
Quizás la pérdida del significado del amor constituya uno de los problemas más acuciantes de la civilización actual y, en buena medida, la explicación o causa de la desorientación del hombre a la hora de conocerse a sí mismo y de regir la propia existencia.
Nuestra sociedad lo trivializa todo y propugna la ley del mínimo esfuerzo y de la máxima comodidad. Lo que está de moda es una vida fácil, refinada y descomprometida que acaba vaciando a la persona de energía interior. Nos hacemos, así, indigentes, caprichosos, materialistas y esclavos de la ambición, la apariencia y el hedonismo.
La pérdida del sentido del amor constituye uno de los problemas
más graves y acuciantes de la civilización contemporánea.
Los cristianos tenemos la solución: volver al Amor. Porque cuando el motor de nuestras vidas es Jesucristo, entonces sí podemos hacer lo que nos apetece. Nos lo dice San Agustín: "Ama y haz lo que quieras".