Con los mismos criterios que se tienen en cuenta para crear una diócesis, se crean las parroquias
Para una mayor y más eficaz acción pastoral, el Papa puede erigir una nueva Iglesia particular; muchas veces desmembrándola de una más grande, de la que pasa a ser diócesis sufragánea.
Una nueva Iglesia particular es una nueva porción del pueblo de Dios; es decir de un grupo de fieles, confiados a un obispo, el cual es ayudado por un presbiterio dentro de un territorio. El cuidado pastoral que tiene el obispo respecto de esos fieles, con la colaboración del presbiterio, es lo que determina que una porción del pueblo de Dios sea Iglesia particular.
La erección de una diócesis tiene en principio una base territorial; es decir los cristianos, que habitan en un territorio exactamente circunscrito, son reunidos en una comunidad episcopal. Por esto cada cristiano recibe su propio pastor.
En la relación mutua entre los pastores, la delimitación del territorio sirve para ordenar el ejercicio del poder episcopal. La diócesis se denomina normalmente según la ciudad episcopal, esto es, la ciudad escogida como sede del obispo.
En esta ciudad se destinará uno de los templos más grandes como catedral; en este caso la iglesia que ya estaba bendecida debe después dedicarse si dicha iglesia aún no lo estaba.
La catedral es signo de unidad de la Iglesia particular, lugar donde acontecen los momentos más relevantes de la vida de la diócesis y en donde se cumple también el acto más excelso y sagrado del munus sanctificandi del obispo, que implica la santificación de las personas y el culto para la gloria de Dios.
La catedral es también signo del magisterio y de la potestad del pastor de la diócesis. El nombre de catedral es otorgado a estas sedes justamente por ser el lugar privilegiado donde la autoridad religiosa se sienta para llevar a cabo su misión, pues el término cátedra proviene del griego y significa asiento.
La cátedra es entonces el asiento físico de una autoridad, en este caso religiosa. La cátedra se encuentra dentro de la catedral, cerca del altar, a menudo en el ábside. La cátedra representa la posición y la autoridad del obispo.
Una catedral es la iglesia principal de una diócesis y al mismo tiempo también es una iglesia parroquial. De manera pues que el obispo es, en sentido estricto, el pastor de la parroquia de la catedral, y nombra a un sacerdote para gestionar sus asuntos espirituales y temporales.
La catedral debe ser tenida como centro de la vida litúrgica de la diócesis. Por esto, ha de ser reverenciada y tenida como lugar propio para la celebración de aquellos actos que por su índole manifiestan la vida de la Iglesia particular.
Con los mismos criterios que se tienen en cuenta para crear una diócesis, se crean las parroquias. Con la diferencia que una parroquia no la erige el Papa sino el obispo habiendo oído el consejo presbiteral (Can. 515, 2).
Si existe una iglesia o templo con las condiciones necesarias servirá de templo parroquial; si no, le corresponde al párroco fundador el construir el templo parroquial. En este caso “concluida la construcción en la forma debida, la nueva iglesia debe dedicarse o al menos bendecirse cuanto antes, según las norma litúrgicas” (can. 1217, 1).
Cabe anotar que las iglesias y/o catedrales se dedican, no se consagran. El término dedicación es más adecuado ya que solamente se consagra el altar a Nuestro Señor Jesucristo; y ello se hace a partir del momento en que el templo se dedica a Él para siempre.