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Cómo hacer que el amor sea algo más que un “cuento de hadas”

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LaFamilia.info - publicado el 01/06/15
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Ese cuento mágico y maravilloso del cual no queremos despertar seguirá latente si nos esforzamos por mantenerlo vivo
En los cuentos de princesas y de castillos encantados está la clave de la felicidad. Aunque muchas personas opinen lo contrario, sí existen los príncipes y las princesas. No aquellos seres perfectos, sin ningún defecto en la vida o situación por mejorar, sino los que traen sueños e ilusiones a nuestra vida.

Es verdad lo de las mariposas en el estómago, el soñar con los ojos abiertos, el volar por las nubes y el poder sentir que aquella persona que se ha conocido es el ser más maravilloso que ha existido, al que le conocemos como “la media naranja”.
 
Cabe resaltar que ese cuento mágico y maravilloso del cual no queremos despertar, seguirá latente si nos esforzamos por mantenerlo vivo, si luchamos día a día porque la llama del amor permanezca prendida a pesar de que a veces pierda un poco su intensidad por atravesar situaciones difíciles que son comunes cuando dos personas, hombre y mujer, se unen a través del amor puro y sincero.
 
Este encuentro maravilloso -que se inicia desde el momento en que ambas personas se conocen, en que hay una química, ganas de continuar conociéndose, las palabras no se agotan, las miradas expresan amor verdadero y lo más importante, hay un complemento– es el inicio de una vida trascendente, en la que el uno es para el otro, y la base de su relación es y será siempre la sinceridad y el respeto mutuo.
 
Una relación crece y se fortalece cuando se basa en valores, cuando se busca el bien del otro sin esperar recibir nada a cambio, es más que una alegría de hacer sentir feliz al ser amado.

Sorprende a tu pareja con una cena romántica, unas flores, unos chocolates; hazle sentir que es especial, que es un ser único, al cual le debemos esa sonrisa que se dibuja en los labios cuando se acerca el momento del reencuentro.
 
También podríamos llamarlo la media manzana, la media luna, lo que nos guste asociar con esa persona que es nuestro complemento. Ambos nos hemos encontrado para lograr grandes cosas.

Pensemos que juntos podemos alcanzar la plenitud de los sueños, hasta compartir todos los espacios de nuestra vida, los anhelos e ilusiones, porque de ese encuentro no puede surgir menos que la idea de ser felices.
 
Pero esa felicidad tan anhelada se construye entre dos, no en un mundo de perfección, sino en la realidad de la vida cotidiana, entre problemas, afanes, largas horas de trabajo, el estrés y todo lo demás que pueda surgir dentro de lo natural.
 
Aceptarnos y aceptar sin pretender cambiar a nuestra pareja es uno de los elementos claves para construir una unión sólida. El amor es tan grande que amamos a pesar de las cosas que debemos mejorar porque somos seres perfectibles, que nos hacemos más personas en la medida en que trabajemos para escalar la propia mejora.

Al hablar de aceptar me refiero a que pretendemos a veces cambiar absolutamente “todo” de nuestra pareja, su forma de hablar, de vestir, de opinar, etc. Y dejamos de lado su esencia, su forma de ser, de pensar y de sentir.

No se trata de aceptar el irrespeto o las situaciones que vayan en contra de la dignidad de la persona, sino de tener tolerancia con opiniones, pensamientos y muchas veces, culturas y costumbres diferentes.
 
A veces nos dejamos llevar por los prototipos que se presentan a nuestro alrededor, en las telenovelas de moda, en las pasarelas, en las revistas de vanguardia, y en lo que vamos construyendo en el pensamiento propio. Somos muy exigentes con los demás y poco con nosotros mismos.

Ejercemos mucha presión con lo que se presenta a nuestra alrededor y deseamos afanosamente demasiada perfección pero es difícil encontrar porque el único perfecto es Dios.

 
Sí existe el amor verdadero, aquella persona que lo da todo por nosotros, se sacrifica y piensa en el bien de cada uno; que trabaja por un bienestar de la familia. Hay que reconocerlo y resaltarlo en ese ser querido que hace parte de nuestra realidad. Sólo así se construirá un castillo mágico cuya base será el respeto, el compromiso, la amistad y la unión para toda la vida.
 
Pero si este castillo se edifica sobre aspectos banales, no será perdurable, fácilmente se podrá derrumbar con todos los seres que allí se han ligado, en especial los hijos, que hacen parte fundamental del amor verdadero entre papá y mamá. Ellos sufren y se afectan significativamente ya que además de observar discusiones, desavenencias, indiferencias y muchas veces violencia, viven el conflicto tan hondamente que se sienten también afectados.

Además, los roles de papá y mamá son la base y el ejemplo en la construcción de su propio cuento de príncipes y princesas, del amor, de la unión, del esfuerzo y del sacrificio. ¿Qué ideas se formará cuando sea un adulto? Qué querrá para su vida en pareja? Qué imitará en sus relaciones interpersonales?
 
Cada cual vive su propia historia de amor. Es muy recomendable recordarla de vez en cuando. De seguro esa primera sensación que creímos perdida se asoma nuevamente a nuestra vida.

Empezar a recopilar los aspectos positivos es muy valioso porque a veces al pasar de los años, se recuerdan solo las dificultades y los errores cometidos, mas no los aciertos, y por ende, se abonan resentimientos, nostalgias, tristezas, que van carcomiendo nuestro interior y nos cohíbe de vivir con la plena convicción de alcanzar la felicidad.
 
Por Vivian Forero Besil 
Artículo originalmente publicado por lafamilia.info
 
 

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