Está ubicada en Río Branco, diócesis de Melo, y dedicada a mártires latinoamericanos
Era el anhelo del misionero que la erigió, pero respetuosamente supo esperar. El padre Miguel García Cava, español, soñaba con nombrar bajo la protección de monseñor Óscar Romero una capilla en la diócesis de Melo, Uruguay. Pero las normas de la Iglesia prevén que para nombrar un templo en honor a una persona, a diferencia de salones o escuelas, se deba esperar al reconocimiento oficial de su santidad.
Por eso, cuando el 26 de marzo de 1993 el obispo de Melo monseñor Reinaldo Cáceres González presidió la Eucaristía la capilla nació con el nombre de Mártires Latinoamericanos, en referencia a los mártires de las reducciones jesuíticas canonizados por Juan Pablo II en 1988, e indirectamente, a “aquellos que dieron la vida por el Pueblo de América Latina”, como monseñor Romero.
El padre Miguel, de recordada labor en la diócesis, falleció en 2004. Sus restos descansan en la capilla que él ayudó a construir junto con la colaboración de amigos y de la comunidad.
Sin embargo, su anhelo se cumplió, y el pasado fin de semana mientras en El Salvador se beatificaba a monseñor Romero, el obispo de Melo monseñor Heriberto Bodeant presidía la misa con la que se celebró el cambio de nombre de la capilla. Como el padre Miguel soñaba, ahora se denomina Beato Óscar Romero y Mártires Latinoamericanos.
Fue una jornada lluviosa, aunque como relata la crónica de la diócesis de Melo, muy bienvenida. En la comunidad se estaba rezando una novena para que lloviera y se atenúen los efectos de la fuerte sequía. La celebración fue muy cuidada y preparada, haciendo presente el recuerdo de los mártires latinoamericanos.
Monseñor Bodeant, que estuvo acompañado por el párroco de San Juan Bautista, el padre Nacho Aguirre, evocó la ilusión con la que el padre Miguel García había emprendido la capilla y compartió su experiencia con monseñor Romero.
Si bien monseñor Bodeant no lo conoció personalmente, expuso cómo su misma vida sacerdotal tuvo momentos importantes en torno a la figura del mártir salvadoreño.
Su muerte coincidió con su ingreso en el seminario, conoció su diario y su vida estudiando con otros jóvenes sacerdotes en Francia diez años después, y este 2015 pudo visitar su tumba en El Salvador, la capilla en la que fue asesinado, y su pequeña casa, y pudo compartir el testimonio de quienes estuvieron cerca de él.
A la derecha del altar, una imagen colgada en la pared mostraba al beato Romero impartiendo su bendición. Monseñor Romero también estaba presente en la pintura que desde hace años se encuentra detrás del altar, en la que Cristo resucitado está rodeado por niños, aborígenes, pastores y numerosas personas que recrean el pueblo en torno a ilustraciones que evocan pasajes de la historia latinoamericana.
Al término de la misa, la comunidad compartió el documental “Monseñor Romero: un misionero de Dios” y una guitarreada.
La capilla Beato Romero y Mártires Latinoamericanos se encuentra en la calle Josefa Mendoza de Vaz, entre Carlos Vaz Ferreira y Federico Radunz, en el barrio Cirilo Olivera, ciudad de Río Branco.
Pertenece a la parroquia de San Juan Bautista, fundada en 1877 por otro emblemático pastor latinoamericano, que si bien no compartió el martirio de Cristo, murió con fama de santidad y es considerado el padre de la Iglesia uruguaya: el venerable monseñor Jacinto Vera