Entre la muerte de dos futbolistas, la violencia y la corrupción de la FIFA
En las últimas dos semanas poco se ha hablado de la pelota, la esencia de esta disciplina. El deporte más popular no sólo huele a putrefacción en la Argentina, sino que el escándalo por corrupción en el seno de la FIFA habla de una podredumbre a escala internacional.
El fútbol, en su esencia, no es la muerte de Emanuel Ortega tras chocar contra una pared ubicada a escasos metros de la línea de cal en una cancha del ascenso del fútbol argentino.
Tampoco es el deceso de Cristian Gómez, otro jugador del ascenso, por muerte súbita y no utilización del correspondiente desfibrilador presente en el estadio.
De ninguna manera es la agresión al plantel de River en La Bombonera y las actitudes posteriores de futbolistas y dirigentes. Y lejos está también de ser la esencia de este deporte los manejos de contactos que algunos dirigentes hacen a nivel nacional o sudamericano.
Y ni hablar si tenemos que poner la mirada en Suiza, donde se destapó una olla de corrupción que viene cocinándose desde hace más de dos décadas y que salpica, por el momento, a más de una decena de dirigentes y empresarios de la pelota.
El FIFAgate que explotó en la mañana de Zúrich este 27 de mayo fue producto de una investigación que lleva adelante el departamento de justicia de los Estados Unidos, quien argumenta que los siete detenidos (muchos de ellos dirigentes sudamericanos) más otros tantos dirigentes y empresarios están implicados en delitos de corrupción que se cometieron en territorio estadounidense y que para el pago de los millonarios sobornos fueron utilizados bancos de ese país.
En ese sentido la Fiscal General norteamericana Loretta Lynch aseguró en conferencia de prensa que "las investigaciones –que ella encabeza- revelaron que lo que debería ser una expresión del deporte, fue usado como un vehículo para una red mayor de llenar los bolsillos de ejecutivos con sobornos que totalizan 110 millones de dólares". Y que “desde 1991, la Concacaf (Confederación de Fútbol de Centro y Norteamérica) y la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) usaron sus posiciones para solicitar sobornos a cambio de derechos de transmisión por televisión y de marketing, y así una y otra vez, año tras año, torneo tras torneo”.
Por eso no es de extrañar que entre los detenidos haya nombres de dirigentes sudamericanos como el del paraguayo Nicolás Leoz (presidente de la Conmebol por más de dos décadas y quien renunció en 2013 tras confesar haber sido sobornado para beneficiar a la empresa que tenía los derechos de televisación de los mundiales 2002 y 2006), el uruguayo Eugenio Figueredo (también ex presidente de la Conmebol, después de Leoz, pero con varias décadas en la dirigencia del fútbol uruguayo y sudamericano) o el venezolano Rafael Esquivel (presidente de la Federación de Fútbol de su país desde 1988).
Cuando Lynch habla de “derechos de transmisión por televisión y de marketing” también refiere a personas relacionados con el ámbito empresarial y entre los cuales se encuentran tres argentinos: Alejandro Burzaco (CEO de Torneos y Competencias) y Hugo y Mariano Jinkis (padre e hijo, presidente y vicepresidente de Full Play, empresa que tiene derechos de televisación de varias selecciones sudamericanas y de Concacaf).
La fiscalía general habla de un “Co-Conspirador #10”, a quien describe como “un alto oficial de la FIFA, Conmebol y la Asociación del Fútbol Argentino”, y que habría estado implicado en sobornos durante la Copa América 2011 celebrada en la Argentina.
Las aguas recién agitadas continuarán levantando grandes olas que aún es difícil saber hasta dónde llegarán, aunque Lynch asegura que “estamos determinados a poner fin a la corrupción en la FIFA”.