Angelo Amato preside en San Salvador una fiesta de gozo y fraternidad
Ante más de 300.000 personas y en una ceremonia concelebrada por 15 arzobispos y unos 60 obispos de Latinoamérica, Norteamérica y de Europa y más de 1.300 sacerdotes, monseñor Romero fue, por fin beatificado.
“Una fiesta de gozo y fraternidad” destacó en su homilía el Cardenal Amato que recordó la vida del nuevo beato y cómo “su opción por los pobres no era ideológica, sino evangélica”.
Durante su exposición, el prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos explicó que monseñor Romero “amó a su pueblo con el afecto y con el martirio, dando su vida por la paz" y mostró cómo aún hoy la Memoria de Romero continúa estando viva dando consuelo a los pobres y marginados.
En una sentida homilía interrumpida en varias ocasiones por los presentes, el cardenal Amato fue mostrando la figura del beato que nunca se separó de Cristo, e incluso “su sangre se mezcló con la sangre redentora de Cristo” a la hora de su martirio, un martirio que no fue una improvisación.
El prefecto de la Congregación terminó su intervención haciendo un alegato a la comunión y a la unidad de todos los hombres: “Romero no es un símbolo de división, sino de paz y concordia” y, si bien reconoció que “Romero pertenece a la Iglesia”, también “enriquece también a toda la humanidad”. “Romero es nuestro y de todos, es el profeta del amor de Dios y del prójimo”, concluyó.