La misión Tritón, matando el perro se acabó la rabia
En la cumbre sobre emigración de los 28 países de la Unión Europea celebrada el pasado 23 de abril en respuesta al naufragio de 1.200 emigrantes durante el mismo mes en las aguas del Mediterráneo, se discutió sobre el drama de la emigración y se adoptaron diez medidas para afrontarlo.
La decisión estrella fue triplicar los medios y los fondos de la operación Tritón que consiste en "identificar, capturar y destruir las embarcaciones antes de que sean usadas por los traficantes" de emigrantes. Esto significa que en lugar de gastar 2.9 millones de euros al mes, se emplearán 9 millones mensuales hasta finales del 2016, lo que eleva el coste total de la operación a 171 millones de euros.
Reino Unido ofreció un buque, tres helicópteros y dos patrulleras; Francia, dos barcos, dos aviones y seis expertos; Alemania, dos barcos…
Además se anunció que para prevenir la inmigración irregular también era fundamental aumentar la cooperación con los países de origen y tránsito y se anticipó la intención de celebrar una cumbre con la Unión Africana en Malta en los próximos meses.
Menos de la mitad de los emigrantes que pierden su vida intentando atravesar el Mediterráneo desde Libia son identificados, pero se sabe que sus principales países de origen son Eritrea y Siria.
Resulta paradójico que aquellos que apoyaron a los rebeldes sirios para derrocar a Bashar Al-Asad y contribuyeron al caos reinante en la región, hablen ahora de desmantelar las redes de tráfico de emigrantes y no digan nada sobre el suministro de armas a los rebeldes sirios, los intereses relacionados con la creación de vías alternativas para la llegada de gas natural a Europa o el problema que originará la creación de un “tapón” en Libia donde se acumularán refugiados sirios sin posibilidad de continuar su ruta. Este hecho es especialmente grave pues Libia es un caos y parte de su territorio está controlado por grupos asociados con Al-Qaeda.
El segundo gran foco de emigración es Eritrea. Entre 1.600 y 1.800 jóvenes eritreos cruzan la frontera cada mes hacia Sudán huyendo del régimen tiránico de Isaias Afewerki. A los innumerables refugiados eritreos en Sudán hay que unir los 700.000 provenientes de Sudán del Sur que huyen de la guerra civil que estalló en diciembre del 2013.
La capacidad de acogida de Sudán y los países que rodean a Siria deja en entredicho la actitud europea que se escandaliza por los 57.300 emigrantes que han llegado al continente a lo largo de este año según los datos de Frontex. Conviene recordar que los países vecinos a Siria han recibido 3 millones de refugiados de este país.
En el centro universitario donde trabajo en Jartum, el Comboni College of Science and Technology, un 50% de sus estudiantes son de familias refugiadas. Un 15% de nuestros estudiantes son eritreos. El otro 35% proviene de Sudán del Sur. Los jóvenes que completan sus estudios universitarios con nosotros no acaban en las manos de las redes de tráfico de emigrantes sino que se insertan en el mercado laboral sudanés.
Ante la enorme demanda de educación universitaria que la población local y la refugiada nos presenta estamos intentando construir dos nuevas facultades, lo que implica una inversión de 2.7 millones de euros. Aparte del necesario discurso sobre la inviabilidad del inmenso abismo económico entre los países africanos y los europeos, uno se pregunta, quizás con una visión un poco parcial e ingenua del problema, si no sería más razonable, al menos mientras persista la dictadura de Afewerki, capacitar a estos jóvenes refugiados eritreos en Jartum para construirse un futuro en África en lugar de invertir 171 millones de euros en la operación Tritón.
Jorge Naranjo
Artículo originalmente publicado por Mundo Negro