El auténtico liderazgo basa la credibilidad en la integridad de la persona que busca generar el desarrollo integral de todo su equipo
Cuando los antivalores son los que guían el actuar de las personas de tal forma que la mentira y el engaño se vuelven formas habituales de proceder para conseguir los propios fines, entonces podríamos diagnosticar que la organización está entrando a un proceso de “terapia intensiva”.
Esta lógica instrumentalista se ha sistematizado en un libro titulado Las 48 leyes del poder, el cual articula desde una lógica manipuladora como alcanzar el “éxito”. Basado en una cosmovisión errada del ser humano y del uso del poder, los autores –Robert Green y Joost Elffers– detallan una serie de directrices que pretenden garantizar el éxito basando su proceder en el engaño.
Una de las leyes mencionadas explicita lo siguiente: "Es necesario lograr, mediante maniobras de seducción, que los demás se muevan en la dirección que usted desea. Una vez seducida, la persona se convierte en su leal servidor. Y la forma más eficaz de seducir a alguien consiste en manejar con habilidad las flaquezas y la psicología del individuo. Debilite la resistencia del otro a través de la manipulación de las emociones, jugando con lo que el otro ama y valora, o lo que teme".
Incluso en otra de sus leyes sugiere utilizar la amistad como mecanismo de engaño que cual “caballo de Troya”, le permita ingresar escondido para después hacer daño al otro.
Esta aproximación manipuladora merma las relaciones personales y genera un deterioro del clima laboral creando una cultura de la sospecha.
Se declara así una guerra oculta entre los miembros de la organización, propiciando un desgaste improductivo de energías en el cual todos se encuentran a la defensiva. En dicho entorno es imposible lograr un trabajo en equipo y una visión común en la organización.
Una organización cuyos líderes abusan del poder y pretenden “escalar” posiciones mediante actitudes prepotentes y egoístas está destinada al fracaso.
El auténtico liderazgo basa la credibilidad no tanto en el puesto o rol que desempeña, sino en la integridad de la persona que lejos de servirse de los demás, busca generar el desarrollo integral de todo su equipo y miembros de la organización.
Por Carlos Muñoz Gallardo
Artículo originalmente publicado por Centro de Estudios Católicos