Hace unos días, en una Primera Comunión en una iglesia de Barcelona, el templo se llenó de “invitados” que no pararon durante toda la ceremonia de hablar y hablar. Parecía que estaban atentos a los vestidos y a las relaciones sociales, sin importarles los niños, y sobre todo sin importarles Jesucristo, que estaba en el altar y que es realmente el centro de estas ceremonias.
Por otro lado, en las catequesis se debería insistir también –ya se hace—que los padres del niño/a divorciados y vueltos a casar no pueden comulgar. Aunque se avisa mucho, siempre sale algún padre/madre molesto porque no le han dejado comulgar, como si fuera “un derecho” por recibir su hijo/a la Primera Comunión. Ahí, los colegios y sacerdotes deben actuar con mucho tacto.
La catequesis de la Primera Comunión deberá orientarse también a una catequesis sobre el matrimonio y sobre los valores cristianos y antropológicos de la familia, y especialmente este año dedicado a la preparación del Sínodo de la Familia, con el fin de aclarar a todos las ideas, evitar disgustos y difundir la doctrina en materia de sacramentos.