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El fútbol y la vergüenza en Argentina

estadio boca junior

© Nica

Esteban Pittaro - publicado el 16/05/15

Violencia sin control echa por tierra años de esfuerzos por la convivencia

El fútbol argentino vivió una de sus horas más tristes y penosas. No porque no haya tenido malos momentos marcados por una violencia que parece no tener control, sino por la frustración de que los esfuerzos y las políticas implementadas durante años han sido en vano para devolver al deporte más popular del mundo el espíritu de fiesta que se merece.

En el entretiempo del encuentro que enfrentó a River con Boca por los cuartos de final de la Copa Libertadores de América, mientras los jugadores visitantes se preparaban para regresar al campo en la Bombonera, unos sujetos lograron abrir la manga de seguridad y arrojar sobre el plantel millonario un gas tóxico. Cuatro jugadores de River fueron impactados por una mezcla denominada “líquido tumbero” que les provocó lesiones en los ojos y quemaduras de primer grado en la piel.

De allí en más, durante 90 minutos, la Bombonera fue escenario de un auténtico y patético papelón que despilfarraba odio e irracionalidad. Los jugadores locales ignoraron sin la mínima empatía, con dos o tres excepciones, el drama que habían sufrido sus compañeros del equipo contrario y se alistaron en sus ubicaciones para reiniciar el encuentro. La policía presente no se movilizó para atrapar a los agresores, pese a que cámaras de televisión los mostraban en imágenes. El entrenador de Boca Rodolfo Arruabarrena quiso golpear al presidente de River insultándolo desaforadamente porque, según él, no debía ingresar al campo de juego a ver qué ocurría con sus jugadores, como si eso fuese lo más grave de lo que estaba ocurriendo.

Mientras tanto, la autoridad de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL) demoraba la inminente suspensión del encuentro, mientras algunos adelantaban cuando se completaría el encuentro, como si el show a toda costa tuviese que continuar.

Simpatizantes que lograron ingresar un drone al estadio, pese a que las normas de seguridad indican que cada uno debe ser revisado al ingresar, lo hicieron volar por sobre el campo de juego con una sábana blanca burlando a River por el pasado descenso a la segunda categoría sin que existiese el mínimo repudio de las autoridades boquenses por una broma absolutamente fuera de lugar. Y, como si fuera poco, cuando se determinó más de una hora después la suspensión del partido, la mayoría del plantel de Boca se retiró saludando con un aplauso a la violenta tribuna; acaso en la confusión no lograron comprender la gravedad de lo que ese gesto implicaba. Por su parte, el plantel de River se retiró esquivando botellazos arrojados por los mismos que sus colegas aplaudían.

Ocurrió en Boca pero probablemente podría haber ocurrido en River. El dantesco escenario de odio cada fin de semana acompaña y contagia a los 22 futbolistas que disputen los encuentros. Salta a la luz cuando, en el enardecido clima de insultos, como en este caso, ejecutan planificadas obras criminales.

¿Qué se ha hecho?

Desde hace años los públicos visitantes no pueden concurrir a los estadios a alentar a sus equipos para evitar enfrentamientos; se enfrentan en las calles y encima, entre simpatizantes del mismo equipo. Decenas de fanáticos violentos, líderes de las barras bravas, no pueden ingresar por el derecho de admisión; envían a sus representantes con órdenes.

Recientemente, un barra de River recibió una condena por el asesinato de otro simpatizante riverplatense; sin embargo, las barras bravas son contratadas por dirigentes políticos para animar mítines, cosa absolutamente pública. 450 mil dólares diarios son destinados por el programa estatal Fútbol para Todos a un deporte que aspira a ser espectáculo ejemplar para las familias; River y Boca, protagonistas de este papelón, son los que más reciben.

Se ejecutan programas para impulsar la lectura en los estadios regalando libros de cuentos; no hay encuentro en el que no se agravie a un equipo contrario con insultos raciales o sexuales. Hace dos semanas, los presidentes de River y Boca brindaron una excepcional entrevista conjunta al diario La Nación, en señal de armonía y concordia; los violentos les respondieron. Nada parece alcanzar.

A Boca le tocará una dura sanción por parte de la CONMEBOL. Sus simpatizantes, entre quienes una enorme mayoría repudió enérgicamente en redes sociales lo que los criminales hicieron en la Bombonera, se verán perjudicados. Pero el contagioso virus de la violencia no sólo habita en los seguidores del club de la Ribera. El show seguirá, y a menos que haya radicales cambios que no se atisban, la violencia también.

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