Se dibujó hace 50 años... y vuelve más fresca que nunca
Durante décadas el tándem Uderzo-Goscinny ha embelesado, divertido y hasta formado a generaciones de amantes de la aldea de irreductibles galos con su sempiterna resistencia al Imperio romano y su peculiar visión de tópicos localistas y su singular revisión de avatares tanto históricos como contemporáneos.
Tras la agradable sorpresa de ver cómo las adaptaciones cinematográficas con actores de carne y hueso permitían asombrarse ante el acierto de casting de seleccionar a Gerard Depardieu y Monica Belluci para encarnar respectivamente a Obelix y Cleopatra nos quedaba acceder a la satisfacción de que no sólo la forma sino el fondo también resultasen efectivamente adaptados a la gran pantalla. Y el momento ha llegado.
La animación por ordenador ha conseguido dotar de volumen y movimiento a las viñetas con gran acierto y a pesar de una subtrama que modifica sustancialmente los personajes de quienes a regañadientes resultaban agraciados con un apartamento en la Divina Domus que da título a la película, el espíritu de fondo del cómic está presente a lo largo de todo el metraje.
Resulta complicado seleccionar alguno de los álbumes de las aventuras de Asterix que pueda ser el favorito absoluto, pero no resulta desacertado que la animación por ordenador gala ofrezca la que esperamos sea primera de muchas películas. La crítica social que ya se contenía en las viñetas sigue ahí y por desgracia en los últimos años ha sido dolorosamente patente en nuestra actualidad laboral y económica en sus efectos.
La destrucción del medio ambiente, la fiebre inmobiliaria, la pérdida de la identidad local, al afán por adoptar las modas, usos, comportamientos (y precios) foráneos en detrimento de lo propio… todo estaba ahí hace más de medio siglo cuando "La residencia de los dioses" se publicó y todo sigue aquí ahora, por muy avanzados que nos creamos.
Y esa es quizá una de las virtudes que siempre ha tenido la metarrealidad de Asterix, resaltar las incongruencias de nuestro presente acudiendo a la descontextualización que ofrecía un remoto (y probablemente ficticio en gran medida) pasado.
Lo que afortunadamente no se ha perdido en esta prometedora nueva generación de aventuras galas es el componente humorístico que siempre ha gozado del cariño de grandes y pequeños. La reducción al absurdo de una violencia blanca en la que los efectos colaterales de sopapos y los castañazos desaparecen en la siguiente página (en la siguiente secuencia) sin mayores consecuencias.
La efectividad de la animación por ordenador para conseguir fieles representaciones de los icónicos personajes permite que el espectador disfrute al reconocer sin ningún atisbo de duda sus personajes de sobra conocidos y amados y hace suponer que si el éxito en taquilla acompaña nos encontramos ante el inicio de una prometedora franquicia a la que, desde luego, no le faltan aventuras que llevar a la pantalla para así seguir haciendo las delicias de quienes ya les conocen desde hace décadas y además sumar nuevas generaciones que puedan llegar a la viñeta desde el celuloide, aunque precisamente este término sea ya también parte del pasado.