Aleteia logoAleteia logoAleteia
viernes 19 abril |
San Expedito
Aleteia logo
Espiritualidad
separateurCreated with Sketch.

¿Cómo podré llegar a amar?

Holding a paper cut of love © 2jenn / Shutterstock – es

<a href="http://www.shutterstock.com/pic.mhtml?id=137307239&amp;src=id" target="_blank" />Holding a paper cut of love</a> © 2jenn / Shutterstock

&lt;a href=&quot;http://www.shutterstock.com/pic.mhtml?id=137307239&amp;src=id&quot; target=&quot;_blank&quot; /&gt;Holding a paper cut of love&lt;/a&gt; &copy; 2jenn /&nbsp;Shutterstock

Carlos Padilla Esteban - publicado el 11/05/15

A amar se aprende en pasivo: siendo amados

Creo que nuestra forma de amar es la que determina nuestra felicidad y nuestra alegría. Nuestra forma de amarnos, de amar a Dios, de amar a los hombres, nos hace felices o infelices. ¿Y si los demás no nos aman como nosotros amamos? ¿Y si no recibimos tanto como damos?

La felicidad está en amar, en desgastarnos.Pero esto sólo es posible si experimentamos el amor de Dios y de los hombres en nuestra vida. Lo sabemos, Dios nos ha amado primero: “Que os améis unos a otros como Yo os he amado”. Es verdad. El amor primero.

Jesús amó a los suyos antes de que ellos supieran amar. Antes de su amor estaba el amor de Jesús en sus vidas. A amar se aprende en pasivo. Siendo amados. Amamos porque nos han amado. Amamos porque nos aman. El amor que recibimos llena el pozo del que sacamos el agua cuando amamos. Nadar en la misericordia de Dios.

Lo dice el Evangelio: “En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”.

Hay tantas personas que no se saben amadas, tantas que no han palpado en su piel el amor humano y menos aún el amor de Dios…

Decía el Padre José Kentenich: “¿Cómo he experimentado el amor de hijo, el amor de amigo? ¡Cuánto más íntimo, más grande y más profundo tiene que ser entonces el amor a Dios! Por eso, quien no haya amado humanamente, no sé cómo habrá de llegar al amor a Dios”[1].

Es tan difícil ponerle rostro al amor de Dios cuando no hemos palpado a Dios en el amor humano. ¡Cómo imaginar el amor de Dios Padre si mi padre en la tierra no me ha amado ni siquiera con su torpeza! ¡Cómo pensar que el amor de Dios es infinito cuando no logro contar los momentos frágiles de amor humano en mi vida!

A veces el hombre ama en Dios una idea, pero no una persona. No es un amor personal. Y sólo el amor personal es el amor que nos salva. El amor personal a Dios y a los hombres es lo que nos hace humanos e hijos. Es el que nos abre el corazón.

Amar ideas no nos salva. Lo que queda, al final de nuestra vida, es el amor personal, el amor recibido, el amor dado. Decía Oliver Sacks ya en el final, en el dolor de su enfermedad: “De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. Y, sobre todo, he sido un ser sensible”.

En el momento de la muerte nos quedamos con lo importante. Con el amor recibido, con el amor entregado. Nuestra felicidad se construye sobre tanto amor guardado. Sobre tanto amor gastado.

Somos felices cuando hemos recibido amor, cuando lo hemos dado. Y somos infelices cuando no nos sentimos amados. Cuando amamos tan torpemente que no recibimos amor.

Por eso nuestra infelicidad está llena tantas veces de desengaños y frustraciones. Cuando recibimos menos de lo que esperamos, cuando nos ofenden y hieren. El amor determina nuestra felicidad. Amar y ser amados. Parece tan sencillo. Pero luego la vida y el pecado lo entorpecen todo tantas veces.

Me angustia a veces pensar que estoy lejos de los que amo, del mismo Dios a quien tanto quiero amar. A veces nos sentimos lejos de Dios, fríos, como si no supiéramos tocar el amor de Dios en nuestra historia.

Una persona rezaba: “No sé si Tú deseas mi desierto. Creo que Tú quieres mi bien. Pero a lo mejor me ves muy apegado a mi vida aquí, muy dependiente de seguridades, muy atado a gustos y hábitos que llevan tiempo anclados en lo más hondo. No lo sé, no sé si quieres que me libere de todo para aprender a amar
”.

Nuestras propias cadenas no nos dejan amar bien. Nuestros miedos y prejuicios. Nuestros egoísmos y límites que nos imponemos. No quiero perder la pasión ni el fuego por la vida, no quiero enfriarme y perder el amor primero, el amor que me capacita para amar más. No quiero una soledad quieta que me mate el alma. Una soledad segura, pero sin amor. No quiero caminar sin sentido.

Quiero ir en su barca. En esa barca de Jesús expuesta a la tormenta. No me importa dónde me lleve. Quiero vivir encendido en un fuego hondo. En el fuego cálido de su presencia que todo lo transforma. Porque estoy convencido, el amor de Jesús puede cambiar nuestra vida.

A veces vivo volcado en las cosas que me quitan la paz y el tiempo pasa lenta o rápidamente, poco importa. Y me pierdo y quiero más. Pero no logro más de lo que tengo.

Quiero beber de esa fuente que calma mi sed cada mañana, pensando que es infinita. Quiero tocarle oculto en los hombres y verle vestido de mañana, cuando me levanto. Quiero escuchar su voz callada y comprender las palabras que no oigo, como un hilo sonoro lleno de silencio.

Sí, quiero ser suyo, allí donde me encuentro. Y le pongo tantas condiciones para amarle, tantas exigencias antes de soltar yo mis riendas y dejarme amar por su abrazo.

Quiero aventurarme en la vida que me entrega. Quiero ser fiel a mí mismo allí donde me encuentre. Soñar con una vida plena, con una alegría que no pase, que nadie pueda borrar del alma.

No quiero transar con los que me piden más de lo que tengo, o aquello que no tengo. No quiero responder a todas las expectativas que expone el mundo. Como si tuviera que hacer lo que otros piensan. Como si tuviera que vivir como otros viven.

No sé si quiero tanto o me conformo con una vida mediocre, no santa, en la que falte el amor a manos llenas. Quiero construir un mundo nuevo y no soy capaz a veces de cambiar siquiera mi apariencia.

Me conmueve el abrazo cálido de Dios, su amplia sonrisa. No quiero olvidar que sólo si estoy unido a Él la vida vale la pena. Para eso me despojo y me revisto. Me despojo de lo que me estorba, de lo que me impide amar, de mis miedos absurdos. Y me revisto de Jesús.

Comenta el P. Kentenich: “No obstante, a veces tenemos la impresión de que, en el mundo educativo, algunos entendiesen la expresión que habla del ‘despojarse’ del hombre viejo como si pensaran que educar consiste en un constante negarse a sí mismo. Pero la frase dice: ‘despojaos’ y ‘revestíos’. La actividad principal tiene que consistir en el revestirse”[2].

Me educo limpiando y abriendo las entrañas para aprender a amar más. Me revisto. No sólo me despojo. Revestirme es lo más importante de mi vida. Me revisto de Jesús, para que su carne purifique mi carne, para que su espíritu lave mi alma.

Me revisto de lo que no soy para llegar a serlo, para sentirlo y vivirlo en mis entrañas. Me cubro de su belleza, para que mi fealdad sea más bella. Porque a los ojos de Dios nunca soy feo.

Me visto de su pureza, para que mi mirada sea la suya. Porque Él me mira puro, aunque yo no lo vea. Me tiño de su sangre, para que mi color sea el suyo, y así pueda abrazar a otros con un amor que no es mío, sino suyo.

Así de sencillo, así de lejos me encuentro tantas veces. Caminando despacio. Soñando con una vida que sólo vislumbro levemente. Aspirando a las cumbres más altas. Esperando el día glorioso en el que el amor sea más fuerte que mis miedos y prejuicios.

Tags:
alma
Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.

ES_NEW.gif
Oración del día
Hoy celebramos a...




Top 10
Ver más
Newsletter
Recibe gratis Aleteia.