Son varias las ocasiones en las que se ha tachado a determinadas películas de superhéroes de contener algún tipo de simbología satánica. No solo alguna imagen concreta sino un interés específico por condicionar a los espectadores hacia la práctica del mal. Hablamos de películas como la saga de Los Vengadores o la trilogía de Batman de Nolan.
Pero atención, normalmente son los mismos creyentes (cristianos y/o católicos), algunos incluso con cierto reconocimiento social e incluso internacional, los que demonizan estas películas. Pues bien, con un intento de conciliar el amor por este género y este aviso de riesgo vital vamos a intentar responder a la pregunta: ¿Hay algo de cierto en todo esto?
Son dos la razones que sostienen la postura satánica: 1) que la fealdad física no es propia del bien; pensemos por ejemplo, en Hulk o en el mismo Batman, con una estética oscura que además oculta su rostro con una máscara; y 2) Que la forma en la que el bien se nos presenta, la forma en la que se nos hace familiar, no es ni agresiva, ni violenta (como a veces se muestran los superhéroes) sino agradable y sosegada.
En definitiva, la hipótesis satánica sería algo así como que se presenta un ser feo que actúa de forma tosca y bruta en ocasiones, y aunque parezca luchar por el bien del mundo, en el fondo transmite una imagen satánica al fomentar justo esa fealdad y actitud destructiva. Si a esto le añadimos simbología relacionada con el diablo y hacemos que el personaje cometa errores graves (recordar el final de El Caballero Oscuro tras el “problema” con Dos Caras, o las muertes cometidas por Hulk) pues tenemos el conflicto servido. Pero, ¿son estas razones lo único a lo que prestar atención en este tipo de películas?
En cuanto al primer punto sobre la fealdad, es cierto que lo bueno si es bueno es bello, y por lo tanto, es verdad, y viceversa; sin embargo, el concepto de belleza no se reduce a una estética exterior sino a una mirada bella que lo abarca todo, también el interior. Por ello, la fealdad del rostro (Hulk) o su ocultación (Batman) no bastan para explicar quiénes son. Igual que un mendigo, una prostituta, un enano o un enfermo de sida no son solo su apariencia o su enfermedad, sino que son algo mucho más grande.
En este sentido vale la pena recordar el trabajo de Juan Pablo II sobre la teología del cuerpo donde la mirada (o el acto) del sujeto ya incluye una antropología integral que afecta a toda la persona. Es decir, que la humanidad de un superhéroe no se detecta por su aspecto sino por el significado que desprenden sus actos; significados perennes que se corresponden (o no) con las exigencias que nos constituyen. Hay una frase en Batman Begins que nos recuerda un poco a esto: “Se nos conoce por nuestros actos”.
Y para terminar, un pasaje de los evangelios apócrifos para ver cómo el mismo Jesús pudiera reaccionar ante esta fealdad de la que hablamos:
Jesús estaba caminando con sus discípulos, y, de repente, vieron a un perro muerto ensangrentado que olía fatal. Judas le recriminó que no era de raza, que tenía las orejas desiguales y que no se merecía ni mirarle. Pedro se asustó y quiso continuar la marcha para evitar ser impuro por quedarse cerca… Sin embargo, Jesús, atento a los comentarios de sus discípulos, se acercó al animalillo y se inclinó. Al hacerlo su túnica quedó manchada y solo dijo: ¡Qué dientes más blancos y perfectos tenía!
A alguien apasionado por la verdad de las cosas le interesa cualquier atisbo de belleza. De hecho, es condición del católico el enamorarse de cualquier destello de humanidad por pequeño que sea; porque yendo hasta el fondo, siempre se topa con una verdad mucho más grande que nuestra propia fealdad.
Quizás, los superhéroes sean, y no siempre, espejo de nuestra melancólica autosuficiencia[1]… pero ¡qué dientes más blancos y perfectos tienen!
http://aleteia-imported-es.vip.hmn.md/2015/05/04/el-desembarco-de-los-superheroes-buscando-a-dios-sin-dios/