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Francis Ford Coppola y la compasión por “los malos”

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Ramón Monedero - publicado el 08/05/15

Último premio Princesa de Asturias de las Artes

Con una filmografía de más de treinta largometrajes obviamente hay espacio para mucho. Hay películas buenas y malas. Pero fundamentalmente, a Francis Ford Coppola se le ha concedido este premio esencialmente por tres películas, El padrino y su secuela y Apocalyse Now.

La primera como es bien sabido, nos cuenta la historia de una familia de mafiosos capaz de adulterar el propio concepto de “familia” debido a su obsesión por conservarla y honrarla. Apocalyse Now es, si cabe, un film mucho más abstracto porque aborda el descenso al infierno de un hombre que no se siente digno de existir y lo peor de todo, desconoce cuál es su lugar en el mundo, probablemente porque se encuentra en medio del mayor de los absurdos, una guerra.

Mirado desde la óptica adecuada, en el fondo, Francis Ford Coppola lo que ha hecho a lo largo de toda su carrera ha sido celebrar su compasión por los personajes malditos. Aunque Coppola adorne y hasta cierto punto admire la épica de la mafia, en el fondo lo hace desde un punto de vista lacónico y piadoso sabedor de que su “héroe”, no es un adalid del bien. De hecho, el propio Michael Corleone (Al Pacino) “accede” a convertirse en el nuevo “padrino” obligado por las circunstancias que rodean a su familia.

En Apocalyse Now nos encontramos con un caso parecido aunque como hemos dicho, bastante más abstracto, hermético incluso. Basada en el libro de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, Apocalypse Now nos cuenta la historia de un grupo de soldados que se adentran en las profundidades de la jungla vietnamita para “recuperar” o, en todo caso, “destruir”, a un condecorado oficial que parece haber sido víctima de la locura. El capitán Willard (Martin Sheen) es un soldado hastiado y asfixiado por la guerra. El recorrido hacia lo más profundo de la jungla se convertirá en su particular descenso a los infiernos hasta un pirotécnico final tan cargado de significados como ambiguo. ¿Encuentra Willard finalmente la paz  o es engullido por la locura? Seguramente sea lo segundo.

La compasión de Coppola llegó a tal extremo que en su particular Drácula de Bram Stoker, el cineasta convirtió al legendario vampiro en un lacónico amante que sólo logrará encontrar la paz cuando lo destruyan. El film, que aúna en el mismo metraje momentos de absoluta genialidad con otros de franca mediocridad, es además una de las versiones más tramposas y falaces que se han hecho del relato de Bram Stoker. Puede que esto se deba a que Coppola, llevado por su inconfesable piedad, no podía concebir a un monstruo como Drácula tal y como fue concebido por Stoker.

Coppola necesitaba algo más. Y lo encontró convirtiéndolo en un Don Juan que atravesaba océanos de tiempo y que encontraba a Dios cuando era asesinado por su propia amada, momento en el que una luz divina ilumina su rostro y lo transforma en un bello rostro. Al contrario que en otras versiones del vampiro, Drácula cuando muere no se convierte en un cadáver decrépito y putrefacto, sino en una imagen hermosa. Una nueva muestra de asociación entre belleza y Dios.

Coppola, al que se le  ha aplaudido que durante años luchara por su independencia en realidad, le ha salido el tiro por la culata. Lleva años haciendo películas en Europa que resultan muy difícil de ver. Me pregunto si así será mejor director que haciendo cine en Hollywood y alternando proyectos personales con otros de encargo como hace todo hijo de vecino. Sospecho que su empeño por conservar su integridad creativa en realidad nos ha perjudicado a todos porque creo que vamos a dejar de ver grandes películas que Coppola solo podría haber hecho en Hollywood. Sin ir más lejos, una obra maestra como Corazonada sería imposible hacer sin un presupuesto importante. Decidan ustedes.

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