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“Batman, el Caballero de la Noche”, antítesis del héroe posmoderno

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Warner Bros. Pictures

Centro de Estudios Católicos - publicado el 08/05/15

La opción por la virtud no debe traer consigo un mezquino interés utilitario y debe ser lo suficientemente firme para mantenerse incluso en medio del dolor y la injusticia

Alfonso Reyes afirmaba que a diferencia de los textos filosóficos, espirituales, históricos o científicos que pueden tener un lenguaje de valor estético y a los que catalogaba como literatura aplicada, "la literatura en pureza se dirige al hombre en general, al hombre en su carácter humano (…), el contenido de la literatura es, pues, la pura experiencia" (71). Es por eso que puede haber mucha más lucidez y realismo en una novela, un cuento o una poesía que en un tratado.

Los grandes dramas de la existencia humana aparecen mucho más nítidos y cercanos a nuestra realidad en la vida de los personajes literarios que en la teorización de un erudito porque podemos identificarnos y vernos reflejados en sus tristezas, sus alegrías, sus dilemas y sus incertidumbres.

No es distinto lo que ocurre con el séptimo arte. Una buena película casi siempre nos remite a un encuentro con nosotros mismos, genera preguntas y ofrece respuestas que adquieren significado y valor en la propia existencia.

Podría decirse que sentarse a ver un filme de calidad no sólo es un ejercicio estético sino también ético, en la medida que puede ayudarnos a ser mejores personas o mostrarnos una faceta de la realidad que aún no conocíamos y que nos hace reconsiderar ciertas opciones, actitudes o comportamientos.

Batman, el caballero de la noche (2008), dirigida por Christopher Nolan y protagonizada por Christian Bale (Batman), Heath Ledger (El Guasón), Gary Oldman (Jim Gordon) y Aaron Eckhart (Harvey Dent), no sólo es magistral en términos cinematográficos por sus efectos especiales y las excelentes dotes histriónicas de sus actores.

Tal vez lo más interesante sea que el problema ético desarrollado en su trama suscita una reflexión sobre tres posiciones o actitudes morales que pueden distinguirse en Batman, el Guasón y Harvey Dent, cuyas opciones le dan dinamismo al argumento.

Aproximarse a cada una permitirá identificarlas en la vida individual y colectiva de las sociedades contemporáneas, además de ser una preparación para la nueva versión de Batman, el caballero de la noche asciende.

El Guasón, un agente del caos

La cinta comienza con el robo a un importante banco de Ciudad Gótica en el que se guarda el dinero de los más importantes capos de la mafia. Detrás de su organización se encuentra El Guasón, un “bicho raro”, un “monstruo” con el rostro pintado como un payaso y con dos grandes cicatrices que intentan dibujar una sonrisa tan escalofriante como irreal. En esta versión de la saga es el archienemigo de Batman.

Contra todo pronóstico, el Guasón lo ha dispuesto todo para que sus cómplices se asesinen entre sí y poder quedarse con todo el dinero. Sin embargo, su mayor interés no parece ser la riqueza, como paulatinamente lo revela la película.

Este criminal sin principios y sin lealtad alguna se proclama a sí mismo como “un agente del caos”, desprecia a los grupos delincuenciales porque su mezquino objetivo es el dinero y no tiene pudor alguno en quemar una cantidad millonaria de dólares frente a los ojos atónitos de un importante líder delincuencial. Según él, la ciudad “se merece un mejor villano”.

El comportamiento de este personaje, interpretado brillantemente por el galardonado Heath Ledger, recuerda la actitud de Satán en el Libro de Job. Cuando Yahvé se enorgullece de la rectitud moral de su siervo, Satán replica que esta sólo se debe a que es un hombre afortunado y lleno de posesiones, pero que en una situación límite seguramente sería otra su conducta: “Trata de poner la mano en sus posesiones; te apuesto a que te maldice a la cara” (Job 1, 11).

Del mismo modo, el Guasón no cree en la bondad natural del ser humano y su objetivo último es corromper el alma de Ciudad Gótica por medio del terror, pues “la gente cuando está a punto de morir, se muestra tal y como es”.


En un interesante diálogo entre Batman y su antagonista, este expone su visión de la sociedad, intentando que el héroe desista de su misión y tratando de justificar sus acciones:

Para ellos sólo eres un bicho raro, como yo, le dice. Ahora te necesitan, pero cuando no sea así te marginarán como a un leproso. Su moralidad, su ética es una broma. Se olvidan al primer cambio imprevisto. Solo son tan buenos como el mundo les permite ser. Te lo demostraré. Cuando las cosas se tuerzan, esos civilizados se matarán entre ellos. Yo no soy un monstruo, sólo voy un paso por delante.

Esta antropología tan pesimista, carente de esperanza y obsesionada con la maldad es la que le lleva a concluir que “la única forma sensata de vivir en este mundo es sin principios”.

El Guasón quiere develar lo miserable que hay en la naturaleza humana y de lo cual él es un paradigma. No se conforma con ser un pasivo espectador sino que quiere ir más allá y ser la causa del caos, de la destrucción, del miedo; quiere contagiar su desesperación, trivializa el dolor de las personas y no soporta ver hombres virtuosos que todavía crean en el bien, por eso le reprocha a Batman su deseo de ser coherente: “Tienes muchos principios y crees que te van a salvar”.

Ante las continuas amenazas del malhechor y luego de volar un hospital, los habitantes de Ciudad Gótica intentan escapar. Debido a que los puentes parecen estar llenos de explosivos, las autoridades disponen dos transbordadores que puedan conducirlos a un lugar seguro, en uno de ellos han acomodado a los civiles y en otro a los convictos.

El plan parece estar marchando según lo previsto pero de inmediato irrumpe la  voz de El Guasón que les indica: en cada embarcación hay explosivos y un detonador, si quieren sobrevivir deben hacer explotar el otro barco.

Nuevamente el villano quiere poner a prueba la libertad humana, pero con el único afán de confirmar su tesis de un pretendido mal radical en el corazón de todos los hombres que les impide ser altruistas. Finalmente triunfa el bien y El Guasón es derrotado, uno de los convictos arroja el detonador fuera del barco y un civil decidido a salvar su vida sacrificando a los reos, se arrepiente y pone el detonador sin activar en su lugar.

No obstante, el hecho le da la razón a Alfred, el mayordomo de Batman, quien describe acertadamente al bandido: “Hay personas que no buscan algo lógico como dinero. No se les puede comprar, ni amedrentar, ni hacer entrar en razón. Algunas personas sólo quieren ver el mundo arder”.

El Guasón considera que Batman lo completa, por eso no lo destruye. Pareciera creer en una especie de dialéctica sin solución definitiva entre el bien y el mal. Sólo desea tener a alguien con quién combatir, una antítesis, un contendor, para que en medio de la lucha se genere el caos.

Luego de retar al héroe en repetidas ocasiones ha entendido que la integridad del caballero de la noche es incorruptible. Aun cuando no la entienda ni esté dispuesto a imitarla, le resulta entretenida: “No me vas a matar por una absurda sensación de superioridad moral. Y yo no te voy a matar porque me divierto mucho contigo. Creo que tú y yo estamos condenados a seguir así de por vida”.

Llama la atención que en dos escenas el personaje relate versiones totalmente distintas sobre el origen de sus cicatrices. En la primera de ellas son la consecuencia de un padre ebrio y un cuchillo, pero de acuerdo a la otra, él mismo las hizo para demostrarle a su esposa, acosada por deudas de juego y víctima de unos delincuentes que le desfiguraron el rostro, que no le importaba verla así, tiempo después ella lo abandonó porque no soportaba estar a su lado.

El común denominador de ambas es el desamor y el rechazo por parte de seres queridos, lo cual tiene como consecuencia una persona que no se acepta a sí misma y quiere causar a otros el dolor que ha sufrido.

Al ver los desastres de una cultura del relativismo y el egoísmo, muchos hombres no se sienten llamados a esforzarse por salvar las circunstancias sino que se suman a la gran ola de los que han escogido vivir sin principios, existiendo en el reducido perímetro de sus intereses personales y tratando de sacar una tajada en medio de la corrupción y el engaño.

La sociedad de El Guasón es aquella que desespera del bien y se acostumbra a contemplar un mundo en llamas, haciendo oídos sordos a cualquier propuesta que no sea “en río revuelto ganancia de pescador”.

Harvey Dent, las dos caras de la justicia

Una ciudad acosada por el crimen, la indiferencia y la ley del “sálvese quien pueda” ve una luz de esperanza en el impecable Harvey Dent, otrora funcionario de la oficina de asuntos interiores, ascendido a fiscal de distrito por su excelente desempeño y su fama de transparencia.

Dent parece ser el prototipo de hombre público exitoso, pero sus logros no son consecuencia de la corrupción sino de un trabajo incansable contra el crimen organizado que le permite abrirse paso hacia la alcaldía de Ciudad Gótica, su meta en términos políticos.

El multimillonario Bruce Wayne (la identidad real de Batman) apuesta por la carrera política de Harvey Dent, a quien ve como “la cara del brillante futuro de Ciudad Gótica” y organiza una cena con importantes hombres de negocios para presentar a su amigo y proponerles que financien su postulación para alcalde.

Aunque la hermosa Rachel Dawes (Maggie Gyllenhaal), antes novia de Wayne y ahora prometida de Harvey lo interpreta como una burla solapada y un intento de ridiculización, los intereses de Wayne son sinceros: Harvey es el verdadero héroe pues no ha necesitado una máscara para encerrar a los criminales.

Posteriormente en su atuendo de Batman amonestará al mismo Dent pidiéndole que no se deje arrastrar por su sed de venganza: “Eres el símbolo de la esperanza que yo jamás podría ser. Tu lucha contra el crimen organizado es el primer rayo de luz legítimo que ve Ciudad Gótica en décadas”.

Mientras en la Unidad de Delitos Mayores (UDM), dirigida por el incansable Jim Gordon, piensan que Dent es sólo un hipócrita al que identifican con el despectivo mote de “dos caras”, el fiscal de distrito opina que es en la UDM donde están los policías que trabajan para la mafia.

Gordon acepta con humildad la posible relación de miembros de su equipo con los carteles de la droga, pero Dent no parece dispuesto a aceptar la infiltración de agentes corruptos en su propia oficina.

Hay un aire de superioridad en todos sus juicios y es por eso que su fortaleza, sagacidad, inteligencia y buenas intenciones se oscurecen ante su posición de juez implacable en términos morales.

Su deseo de hacer justicia se transforma paulatinamente en soberbia debido a que su interpretación distorsionada de esta virtud cardinal cobra un matiz de venganza que terminará llevando al fatal desenlace de su vida.

El Guasón planea la muerte de Rachel y Harvey. Batman logra rescatarlo a él pero la mitad de su rostro queda incinerado por las llamas, mientras que ella muere trágicamente en una explosión.

“La cara brillante de Ciudad Gótica” se convierte en un resentido vengador que trata de hacer justicia por sus propias manos. Atrás han quedado los días de la legalidad y el buen juicio, lo único que parece interesarle una vez sale del hospital es encontrar a los culpables de su dolor y cobrarles por lo que le hicieron, empezando por los policías implicados.


El detonante de esta amarga reacción es la frase de El Guasón: “Soy un agente del caos ¿Y sabes qué tiene el caos? Que es justo”.

Esta perversa visión logra corromper a quien otrora fue la esperanza de la ciudad y se cumple lo que en varias ocasiones había repetido: “Mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para volverte un villano”, llegando a amenazar la vida del pequeño hijo de Gordon, a quien señala con el dedo acusador.

Muchas veces el deseo de hacer justicia olvida la misericordia, el perdón y la compasión porque creemos que a los buenos, a los que se esfuerzan por obrar rectamente, debe irles en todo según lo previsto. Esta idea, además de ser sumamente ingenua, puede llevarnos al odio y el rencor contra quienes creemos son la causa de nuestros males.

La opción por la virtud no debe traer consigo un mezquino interés utilitario y debe ser lo suficientemente firme para mantenerse incluso en medio del dolor y la injusticia.

“Si la esencia de la fortaleza consiste en aceptar el riesgo de ser herido en el combate por la realización del bien” (Pieper 190) es claro que Harvey Dent encarna a un hombre fuerte pero deja a un lado sus principios en el momento en que pierde a la mujer amada.

Batman comparte su tristeza pero sabe que en la venganza nunca está la solución y que excusarse en la imparcialidad del azar es una forma de ocultar el propio interés.

“No se trata de lo que quiero hacer sino de lo que es justo”, grita el enfurecido Dent pero la moneda que siempre usa para dejar las grandes opciones al azar está diseñada para que pueda hacer siempre su voluntad, es él quien decide y ha decidido condenar y cerrarse a la reconciliación.

En últimas es su libertad la que orienta las circunstancias, aun cuando quiera escudarse en el determinismo de una justicia siempre neutra, siempre imparcial, siempre objetiva.

Batman, la opción por el bien arduo

Es difícil creer que Bruce Wayne, “uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo, es un justiciero que se pasa las noches machacando a los criminales con sus propias manos” como bien lo indica Lucius Fox (Morgan Freeman), uno de los más fieles empleados de I+D, la compañía de Wayne.

Sin embargo, ese hombre de negocios que podría vivir al margen de los problemas que agobian a Ciudad Gótica ha optado por involucrarse al máximo de sus capacidades y posibilidades invirtiendo recursos económicos, tiempo y arriesgando su propia vida sin recibir ninguna recompensa, ni siquiera la del prestigio, pues incluso cuando teme por su reputación tiene al experimentado Alfred que le recuerda: “Hará que lo odien pero en eso consiste ser Batman”.

Bruce Wayne había vivido la tragedia de presenciar el asesinato de sus padres y no puede evitar la muerte de su amada Rachel, pero no por eso entiende su misión en coordenadas de venganza e interés personal, lo cual le permite tener la mirada fija en un objetivo mucho más noble que la equidad perseguida por Harvey Dent, a quien reprende por su egoísmo, exhortándole a ver mucho más allá de su odio.

Por otro lado, es de notar que Batman no tiene superpoderes, es un hombre contingente y frágil como cualquiera pero su valentía y su opción decidida por el bien generan esperanza en Ciudad Gótica; por ejemplo, cuando un fraudulento empresario chino huye con el dinero de la mafia a Hong Kong, Batman ingenia un plan para capturarlo y entregarlo a las autoridades. 

Respaldados por la acción del héroe, Gordon y Dent se animan a capturar 549 criminales para hacerles juicio. Quien espera una solución se esfuerza por encontrarla, quien no la cree posible, hace parte del problema o se resigna desesperanzadamente. Pero
muchas veces para ver la solución necesitamos un apoyo. Eso es Batman para sus conciudadanos.

“Él simboliza que no tenemos nada que temer de escoria como tú” le dice a El Guasón Brian Douglas, uno de los imitadores de Batman. La existencia de hombres valientes que quieran imitarlo demuestra que es una inspiración, que hay algunos que se animan luchar contra el mal porque otro ha decidido combatirlo radicalmente.

Pese a la admiración que suscita y a que una buena porción de Ciudad Gótica lo apoya, Batman no se aferra a los honores y con actitud magnánima está dispuesto a presentarse como el culpable de los homicidios perpetrados por Harvey Dent. Es preferible que se le acuse injustamente a que la ciudad pierda la esperanza en un hombre que parecía intachable.

Batman es la antítesis del héroe posmoderno, que según Zygmunt Bauman está centrado en el reconocimiento y los aplausos, y tiene claro que el sentido último de sus esfuerzos es el bien común: “Soy lo que Ciudad Gótica necesita que sea”.

Ejercitando la prudencia, el caballero de la noche sabe que la verdad tiene su momento y que incluso “a veces la verdad no es suficiente, a veces la gente se merece algo más. A veces la gente se merece una recompensa por tener fe”.

Ese hombre que a plena luz del día presenta la fachada de un magnate frívolo, ambicioso y vanidoso, asume todas las consecuencias de luchar por la sociedad, aunque eso implique revelar su identidad e ir a la cárcel.

De Batman puede decirse que “pasó haciendo el bien” (Hch 10,38), un bien arduo y costoso por el que han luchado no pocos hombres a lo largo de la Historia “porque él no es un héroe, es un guardián silencioso, un vigilante protector, un caballero de la noche” (Jim Gordon).

Bibliografía

Pieper, Josef. Las Virtudes Fundamentales. Madrid: RIALP, 1997

Reyes, Alfonso. La experiencia literaria. México: Fondo de Cultura Económica, 1983

Artículo originalmente publicado por Centro de Estudios Católicos

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