De la verdadera unión con Dios en la oración brota la fuerza para la acción fecunda
En un mundo tan dado a la actividad y al activismo se tiende a oponer a veces la oración a la acción y a desvirtuar el significado y el sentido de la contemplación. Pero estas actividades no son contrapuestas, sino absolutamente complementarias. Es más, una depende de la otra: la primera es la oración, luego viene la acción, como resultado de la oración.
De la unión con Dios consecuencia de la verdadera oración brota la fuerza sobrenatural que hace eficaz la acción apostólica.
Al faltar esa dimensión espiritualizante, el apostolado puede tornarse en mero activismo sin sentido sobrenatural o en simple filantropía sin alcance redentor.
El camino de la oración lleva necesariamente a la acción, y esta acción será más fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.
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