
Mirarnos al ombligo y medir todo desde nosotros mismos, es un terrible peligro.
No deben gloriarse los sarmientos de que no son zarzas, sino de la vid. Si no viven en la raíz, irán al fuego no obstante todo su ser sarmiento #SanAgustín (Carta 61,2)
Como dice San Agustín, mirarse a sí mismo para quedarnos tranquilos por no ser malas personas, no representa nada realmente positivo. Acallar la conciencia pensando que ser “buena gente” es suficiente, no deja de ser atractivo y cómodo, pero el Señor nos pide un par de vueltas de tuerca adicionales.
No debemos mirarnos a nosotros mismos, sino a Cristo, que es la Vida. Si no vivimos de la raíz de la Vid, es decir de su Palabra, nos quedaremos en las apariencias. Apariencias que sólo ocultan el vacío, la ausencia de sentido, coherencia y unidad. La aparente unidad del sarmiento que no bebe la savia de la raíz de la Vid le lleva a creer que es más libre que los demás sarmientos que sí lo hacen.
Esta es la misma soberbia que se puede ver en la tentación de la serpiente a Adán y Eva. La desconfianza que genera separación e incomunicación no nos lleva más allá de una libertad aparente y bien vista por la sociedad. La soberbia nos lleva a crear iglesitas personales dentro de la Iglesia y creer que por no declararnos independiente de manera formal, es tanto como estar unidos a la Vid.
Detrás de todo esto se oculta la propuesta de la serpiente: “seréis con dioses”, que es una forma de decir que buscamos que Dios sea nuestra herramienta personal. La soberbia destruye el vínculo con Cristo, con la Iglesia y con nosotros mismos.