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Religión y superstición, ¿en qué se diferencian?

SUPERSTITION

Daniel Go | (CC BY-NC 2.0)

Henry Vargas Holguín - publicado el 04/05/15

Estampas, medallas, imágenes, ... ¿puede haber un exceso de religión?

Representar gráficamente la fe siempre ha sido una necesidad. Desde los inicios de la Iglesia, los cristianos han usado imágenes como los panes y los peces, el buen pastor, la cruz,… y a partir del siglo IV creció la veneración a los santos mártires.

Sin ir muy lejos recordemos tan solo un ejemplo: los frescos de las catacumbas en Roma.

Pero no para quedarse en los objetos o las pinturas, sino para ir más allá. Las creaciones humanas no son fin en sí mismas sino una especie de trampolín para relacionarnos con una realidad superior: la divinidad.

Una cosa es apreciar con admiración el ingenio humano reflejado en una obra de arte y otra es “ver” por medio de estas obras lo que es digno de adorar y/o venerar.

A lo largo de los siglos

El concilio de Nicea del 787 fija la actitud de la Iglesia a cerca de las representaciones sagradas cuando un huracán iconoclasta, que promovía la destrucción de imágenes y pinturas, convulsionó el cristianismo, especialmente el oriental.

Posteriormente la función didáctica y pastoral de las pinturas jugó un papel importante en la Edad Media: en aquel periodo las paredes de las iglesias se convirtieron, con la pintura, en la Biblia de los pobres.

Sobre aquellas pinturas se instruyó y la vida cristiana recibió estímulo. Aquellas pinturas enseñaban a los iletrados lo que la escritura enseñaba a los letrados. Es decir, aquellos que no conocían la Escritura, vieron en las pinturas lo que debían creer y obrar.

Muchas de esas pinturas han llegado hoy en día hasta nosotros y son verdaderas obras de arte:

La invención de la imprenta abrió posteriormente un nuevo espacio a la iconografía que llegó fácilmente a las manos de la gente.

Un valor incalculable

Es muy natural tener un recuerdo de los familiares difuntos, como fotos, cuadros, cosas que les pertenecieron y que se conservan con devoción, especialmente si en vida dejaron de sí mismos una huella feliz y grata.

Y también es natural para el cristiano recordar con veneración y agradecimiento a miembros de su familia eclesial.

El razonamiento familiar es pues perfectamente transferible al campo eclesial, y esto nos advierte que el cristiano forma parte de una familia, la Iglesia, y los santos son los miembros de esta familia que, por su vida y fidelidad al evangelio, la Iglesia misma invita a imitar.

Pero son también los hermanos mayores que, gozando ya de la visión beatífica de Dios, pueden interceder por nosotros, todavía peregrinos sobre la tierra, y obtener aquellas gracias sobre todo espirituales que nos permitan vivir dignamente nuestra fe. El culto a los santos es esto y sólo esto.

PRAYER CARD
Saint Petersburg Thological Academy | CC BY-ND 2.0

Queda pues lícitamente aceptado el hecho de que el cristiano sienta la exigencia de tener y llevar consigo un recuerdo visible del santo que siente más cercano.

En estos últimos siglos, el progreso de la imprenta y de las técnicas ha contribuido a la multiplicación de estampitas, cuadros, imágenes, medallitas, y demás objetos religiosos.

Estas obras no son “objeto de fe”. Los que se relacionan religiosamente con estos objetos simplemente demuestran el afecto al santo o a la Virgen María.




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¿Y la Iglesia qué hace?

Antes que todo no puede prohibir la producción y la comercialización. Puede sólo pedir a los artistas –y lo hace, siempre lo ha hecho- que se atengan al carácter sagrado de su trabajo y respeten la sensibilidad religiosa de los fieles.

Con frecuencia estos objetos son bendecidos; pero no para conferirles un carácter sacro, sino para invocar la benevolencia divina sobre quien los conserva o lleva con fe.

No serán incensados a menos que se trate de cuadros o imágenes expuestas al culto público y solemne en las iglesias o en los santuarios, y que tal culto sea antiguo.

El uso religioso de las imágenes en definitiva, ya sea en función del culto ya sea con fines nemotécnicos, didácticos y/o artísticos, es conciliable con la fe en la trascendencia y en la unicidad de Dios, es conciliable con la recta vida eclesial.

Si Dios se ha manifestado en la historia y en la carne, es decir, si “Cristo es la imagen visible del Dios invisible” (Col 1,15), salvaguardando la debida proporción, también se puede reflejar el amor y la devoción a los santos a través de sus representaciones o imágenes.

Si Dios se hace presente en el hombre a través de la gracia, algo de esto puede ser percibido y plasmado a través del arte.

Por tanto nadie puede prohibir la veneración a un santo o manifestar la fe en ciertas verdades teológicas a través de las imágenes; no se puede negar su licitud, su importancia y su necesidad.

Otro tanto se puede decir de los santuarios y las peregrinaciones. Se trata de diferentes oportunidades que se ofrecen a los fieles, los cuales se sirven de ellos según el don de Dios y las propias exigencias.

Basta recordar en todo caso aquello que decía san Pablo: “Todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios” (1 Cor. 3, 21-23).

Deformar

Pero una cosa es la devoción, la fe, una sana vivencia de la religiosidad y otra cosa muy diferente es malinterpretar, deformar la dimensión religiosa y caer en supersticiones.

ROSARY
KHOU 11 | Youtube

El respeto por el primer mandamiento de la ley de Dios implica oponernos básicamente a dos cosas: la irreligión y la superstición.

La superstición representa en cierta manera un perversión, por exceso, de religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión” (Catecismo 2110).

También podemos caer en un abuso de la religión al modificarla a nuestro antojo transformando algo bueno en algo malo al no seguir o respetar lo que nos pide la Iglesia.

Usar la fe de manera supersticiosa no ayuda; es necesario relacionarse bien con los sacramentales.

Sacramentales

Los sacramentales son “signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos, los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida” (Catecismo 1667).


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Entre los sacramentales hay una gran variedad de oraciones. Los sacramentales aparecen en el catecismo bajo ‘otras celebraciones litúrgicas’: incluyen funerales, exorcismos, bendiciones de personas, consagración y bendición de objetos.

También la religiosidad popular: “veneración de reliquias, visita a santuarios, peregrinaciones, procesiones, el vía crucis, las danzas religiosas, el rosario, las medallas, etc.” (Catecismo 1674). Otros sacramentales son el agua bendita, la señal de la cruz, el escapulario y las velas.

La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias.Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22)” (Catecismo, 2111).

El Catecismo habla así de la importancia de la disposición interior para no caer en la superstición.

Dios en su justo lugar

¿Qué es la disposición interior? Darle a Dios el justo y correcto lugar en nuestra vida. Que nuestro corazón esté lleno de Él, nuestras intenciones sean respuesta a su voluntad y refugiarnos en sus brazos; es decir darnos humildemente a Él.

Se trata pues de purificar nuestra relación con Dios. Nosotros debemos de iniciar nuestra relación con Dios mediante una sana, recta y seria disposición interior a través de los sacramentos, la fidelidad a la doctrina y al magisterio de la Iglesia y finalmente el recto uso de los sacramentales. En este orden.


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Superstición versus racionalidad

Otro aspecto de la superstición es servirnos de la dimensión religiosa para entrar en contacto con realidades extrañas, realidades oscuras (algunas de las cuales peligrosas) para desplazar al único Dios vivo y verdadero.

Es obvio que el cristiano o el ser humano debe saber cerrar las puertas a todo lo que lo aleje de Dios y de la salvación. Un buen cristiano debe saber que las prácticas supersticiosas y la fe correcta en Dios son incompatibles.

¿Y, por qué son incompatibles? Porque en todas estas prácticas hay ausencia de cualquier explicación lógica, hay ausencia de racionalidad, son creencias extrañas a la fe católica además de ser pecado.


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Nos podríamos preguntar: ¿Cómo es posible que aún hoy haya tanta superstición sobre todo en una época de gran progreso científico? Hay varias respuestas.

1. La primera respuesta es que la persistencia de las variadas formas de superstición es debida a una insuficiente o inadecuada presentación y exposición del mensaje cristiano.

Con frecuencia la practica supersticiosa, justo por el semianalfabetismo religioso, se asocia a elementos cristianos: típico es la recitación “vacía” de determinadas oraciones para encontrar objetos perdidos y cosas por el estilo.

De aquí que se llame la atención a los agentes de pastoral a favor de una catequesis y una predicación más en sintonía con el mensaje de Cristo y a los cristianos para que se interesen en profundizar seriamente en los contenidos de la fe.

La superstición es ignorar al Dios único y verdadero:

Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses. Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo? Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años. Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros”. (Galatas 4, 8-11).

2. La segunda respuesta está en que todas las formas de superstición tienen su matriz en la inseguridad existencial del ser humano ante los acontecimientos más variados de la vida individual y colectiva y en su necesidad innata de defenderse de los riesgos posibles o reales que puede encontrar.

3. La tercera respuesta es que muchos ven las diversas formas de superstición como un apoyo psicológico pues la humanidad ha vivido siempre plagada de temores: temor a la muerte, a lo desconocido, al más allá, etc..

4.- La cuarta respuesta es que recurrir a las diferentes prácticas supersticiosas es una forma de evadir responsabilidades, ya que las supersticiones hacen que la gente culpe de sus desgracias a la mala suerte o busquen en la buena suerte un camino fácil para tenerlo todo sin esfuerzo.

5.- La quinta respuesta es pretender equivocadamente manipular la realidad a nuestro propio acomodo.
Las supersticiones reflejan el deseo de que una cosa se convierta en realidad o evitar que algo malo nos ocurra.

6.- La sexta respuesta es que Satanás, el padre de la mentira, en su empeño por alejar al ser humano de Dios y de la obra de la redención, se ha querido valer de los temores fundados o infundados para que a través de superstición el ser humano se refugie en cosas engañosas, falsas y pecaminosas cayendo en sus manos.

Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios” (Catecismo, 2116).

Por esto Dios dio estas claras instrucciones a su pueblo Israel:

No ha de haber en ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros, ni adivino, evocador de muertos, porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahvéh tu Dios…” (Deuteronomio 18,10-12).

Como se ha mencionado antes, parte de la superstición es la práctica equivocada del espiritismo, la invocación de los muertos. A éste respecto la Biblia nos dice: “Pero los muertos no saben nada” (Eclesiastés 9, 5).


sesión de espiritismo

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El apóstol Pablo instó a los supersticiosos habitantes de Licaonia diciéndoles:

Os predicamos que abandonéis estas cosas vanas y os volváis al Dios vivo que hizo el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos hay” (Hechos de los Apóstoles 14, 15).

Recurrir a las variadas formas de superstición no sólo constituye un desprecio a Dios, sino que también es una negación de la dignidad del hombre.

Es una ofensa a Dios pues disminuye o anula su soberanía sobre la creación y es una negación del ser humano pues hace del hombre un títere a merced y al capricho de cosas inanimadas, quitándole en definitiva, el uso de un gran don: su racionalidad.

Por esto la Iglesia se opone a: adivinación, amuletos, astrología, (que no es sinónimo que Astronomía), brujería, espiritismo, horóscopos, magia y médiums, meditación trascendental, Nueva Era, etcétera.

No se relacionen indebidamente con los que no creen. Porque, ¿qué tienen en común la justicia con la iniquidad, o la luz con las tinieblas? ¿Qué entendimiento puede haber entre Cristo y Belial?, ¿o qué unión entre el creyente y el que no cree? ¿Qué acuerdo entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios viviente, como lo dijo el mismo Dios: Yo habitaré y caminaré en medio de ellos; seré su Dios y ellos serán mi Pueblo” (2 Corintios 6, 14-16).

Para ir por la vida por el camino correcto sólo hay que confiar en Jesús, quien es el camino, la verdad y la vida. Sí, Jesús es la verdad que nos hace libres. “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”, declaró Jesús (Juan 8,32).

Jesús no es abstracto, teórico, intangible o irreal sino la cabeza de la Iglesia, presente y actuante sobre todo en los sacramentos.

Relacionarnos con Jesús y con todo lo que sana o santamente esté relacionado con Él forma parte de esa disposición interior que te abre a la unión con Dios.


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