¿Es solo costumbre o la Iglesia lo manda?
Siempre me he preguntado por qué la Misa de sufragio, se celebra unos días después de los funerales. Históricamente, los parientes del difunto no salían de casa durante el luto, y esta Misa era una especie de “vía libre”. Pero hoy, ¿aún tiene sentido?
Se trata de la Misa de sufragio que se celebra siete días después de los funerales, y se llama así porque los parientes, sobre todo las mujeres, antes no salían de casa, como signo de luto. En realidad, aún en la diversidad de las tradiciones, lo que cuenta es mantener vivo el vínculo con los seres queridos.
En el Misal está sólo la indicación para el aniversario de la muerte. Pero tradicionalmente se acostumbra ofrecer la Misa el día tercero, séptimo y trigésimo después de la muerte del ser querido.
Como recuerda el Directorio sobre piedad popular y liturgia (n. 255), “es el modo cristiano de recordar y prolongar, en el Señor, la comunión con los que han atravesado la puerta de la muerte”.
La Iglesia, además, recuerda a los difuntos el 2 de noviembre y cada vez que se recita la plegaria eucarística de la Misa y en las Vísperas.
La Misa de sufragio cada aniversario de la muerte es para el cristiano como un “cumpleaños” del día del “nacimiento para el cielo” (la muerte para los cristianos es el dies natalis).
El recuerdo en el tercer, séptimo y trigésimo día tiene origen bíblico: Jesús resucitó al tercer día; José guardó luto siete días por la muerte de su padre Jacob (Génesis 50, 10); Aarón y Moisés fueron llorados por el pueblo durante treinta días (Números 20,30; Deuteronomio 34,8).
Respecto a la palabra “funeral” (mejor en singular que en plural), en la liturgia cristiana no suele usarse esta palabra, sino “exequias”, que deriva del latín y que significa seguir, acompañar: indica a toda la comunidad que, con la oración, acompaña al difunto al encuentro con el Padre.