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Educar, una misión maravillosa e ineludible

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Editora Cléofas - publicado el 27/04/15
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Es la mayor y más importante inversión de la vida de la pareja, nada puede tener prioridad ante esto
Me gusta mucho un hecho de la vida de Miguel Ángel, eximio artista, escultor, constructor y pintor. Él ideó una Escuela de Bellas Artes para decorar la Basílica Vaticana completamente con mosaicos.

Un día fue con sus alumnos a las montañas de piedra de Italia para escoger las enormes piedras que serían esculpidas en el atelier. Aquellas piedras, como que mágicamente se transformaban en santos, ángeles, papas…en las manos del genio.

Él vio un bloque de piedra en la montaña y dijo a los alumnos: “ahí dentro hay un ángel, hay que sacarlo”. Llevaron la piedra para el taller y ahí, con su trabajo el ángel fue surgiendo de la piedra. Los discípulos quedaron maravillados con el “milagro” del genio, y le preguntaron cómo había logrado aquella proeza. Él respondió: “el ángel ya estaba ahí, yo sólo quité los excesos que sobraban”.

Educar es eso, es ir con paciencia y pericia, bondad y amor, fe y esperanza, eliminando los malos hábitos y descubriendo las virtudes, hasta que el “ángel” aparezca. Hay un ángel en cada hijo, pero es necesario sacarlo.

No basta generar a los hijos, es necesario educarlos, y bien. Esta es la mayor y más importante inversión de la vida de la pareja. Nada puede tener prioridad ante esto. Esta es la mejor herencia que los padres deben dejar a los hijos, y que nadie les puede robar ni destruir.

Educar es el arte más bello y más noble que se puede ejercer, porque es el arte de formar a la persona humana. Pulir esa “piedra preciosa” es la misión de los padres y educadores, para que mañana este diamante pueda brillar.

Desde que tengo 20 años opté por ser profesor, porque siempre quise ser educador, formador de personas, y nada me realiza tanto en la vida como esto.

Antes que nada es necesario reflexionar sobre “lo que es educar”. El futuro de cada hombre depende de la educación que recibe. El ser humano es el más indefenso de los seres. Sin los cuidados de la madre no sobrevive, tarda un año para caminar y dos para hablar, todo esto a causa de la grandeza y complejidad de sus facultades mentales y espirituales. Él no es un ser más, es el rey de la creación.

Los pensadores han reflexionado mucho sobre el significado de la educación a través de los tiempos. Coelho Neto decía que “educar es colaborar con Dios”, y que “es en la educación de los hijos donde se revelan las virtudes de los padres”.

También decía que la educación no puede realizarse a través del miedo, ya que “la educación por miedo deforma el alma”. De hecho, no se puede educar por miedo, sino por alegría y esperanza. Y, sin duda, en el comportamiento de los hijos se puede conocer a los padres.

El pensador inglés John Spalding, decía que “la educación por los otros pone los cimientos, la educación por sí misma termina el edificio”.

Es necesario preparar a los hijos para que entiendan que la propia persona es el principal responsable de su educación y que, quien cultiva sus cualidades siente la propia dignidad y valor de su vida.

Esto será más importante aún en aquellos casos en que la persona tiene problemas especiales de salud, discapacidad física, etc. A veces es necesario llegar al heroísmo para vencer.

Educar no es decidir por el hijo, sino prepararlo para decidir solo un día. Y esto empieza con cosas pequeñas, decisiones simples, elecciones comunes cada día.

Stelli afirmaba que “educar es formar hombres verdaderamente libres”. Esta es una gran definición, hablaremos sobre esto con calma más adelante. El mayor don que recibimos de Dios fue la libertad, por eso, es necesario enseñar a los hijos a usarla bien para que sean felices.

Para Rousseau, “educar es el arte de formar hombres”.
Quiere decir, personas maduras, responsables, capaces de asumir misiones importantes. Para Platón, “educar es dar al alma y al cuerpo toda la perfección de que son susceptibles”.

Es lo mismo que Jesús enseñó en el Evangelio: desarrollar los talentos, durante toda nuestra vida podemos hacer crecer nuestros talentos, no hay edad para eso, pero este buen hábito se adquiere en la infancia y en la juventud.

El hombre que entierra sus valiosos talentos es pobre. Y todos, sin excepción, tenemos talentos que, puestos al servicio de otros, les producirán felicidad a ellos y a nosotros. El hombre vive para servir. Si no sirve, no sirve para vivir.

La educación no es sólo para los niños y los jóvenes, es para todos, es una tarea que nunca termina en la vida, sino que empieza con el trabajo de los padres. Alguien dijo que la vida es una escuela que nunca tiene vacaciones. Cada nuevo encuentro, cada buena conversación, cada clase, cada hecho nuevo, cada libro, cada dolor, añade algo a nuestra educación. Un dicho popular dice: “viviendo y aprendiendo”.

En la vida, aprendemos con la experiencia, nuestra y la de los demás, y mucho más sabio es quien aprende con la experiencia de los otros, sin tener que sufrir con los propios errores. Por eso es muy válido estudiar los sabios consejos de los más ancianos, de los pensadores, y de aquellos hombres y mujeres que, de hecho, engrandecieron a la humanidad.

Gandhi decía que “la verdadera educación consiste en poner al descubierto lo mejor de una persona”. Michel Quoist, el gran padre francés, dijo que “no es para sí que los hombres educan a sus hijos, sino para los otros y para Dios”. Y aquí hay una enseñanza muy importante: los hijos no son propiedad nuestra, ni un pasatiempo o diversión, no, el hijo es antes que nada, de Dios, y debe ser educado para hacer el bien.

A nadie le cabe duda que ningún país logra desarrollarse si su pueblo no es educado; más aún, este es el gran y más importante problema de Brasil. Alrededor del 60% de la población aún no sabe lo que es leer un periódico, una revista, un libro y no logra interpretar lo que lee.

¿Cómo puede un país así llegar al desarrollo? ¿Cómo puede un pueblo así acompañar el crecimiento tecnológico del mundo? ¿Cómo pueden las personas así defenderse de los malos políticos?

La mayoría de la población está teleguiada en sus pensamientos y opiniones sólo por la televisión, que no siempre les ofrece el mejor camino. Un pueblo así está fácilmente sujeto a los aventureros de turno, siempre listos a “salvar a la patria”.

Educación no es “inteligencia”, tener éxito a cualquier precio, a veces pisando y engañando a los demás. La triste filosofía de “llevar la ventaja en todo” se ha transformado en filosofía de vida para muchos.

Andrew Carnegie dijo que “muchos están instruidos, pero pocos están educados. Un hombre educado es quien ha aprendido a usar su mente de forma que logra todo lo que desea sin violar los derechos de los demás”.

El conocido educador francés André Berge, afirma en su libro Los derechos de los Hijos que “los defectos de los hijos son hijos de los defectos de los padres”. Si, por lo tanto, nuestros defectos generan los defectos de nuestros hijos, tenemos que corregir lo que no está bien en nosotros.

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