¿Es que un santo puede obtener lo que yo no puedo obtener?
Me dirijo a ustedes para que me den una respuesta completa, exhaustiva y “convincente”. ¿Qué quiere decir que los santos “interceden” por nosotros? Sé que Dios escucha a todos, entonces ¿por qué un santo puede obtener lo que yo no puedo obtener? Recuerdo que cuando era niño, me explicaban que los santos, siendo más “buenos” que yo, eran más escuchados y que Dios les concedían lo que pedían… (A.S.)
Responde Giovanni Roncari, profesor de Historia de la Iglesia en la Facultad Teológica de Italia central.
Nuestro lector se pregunta qué sentido tiene rezar a los santos y pedir su intercesión ante el Señor. La respuesta debe tener en cuenta una cuestión más amplia: por qué la Iglesia venera a los santos. Cuál es el origen y el sentido de su culto.
El culto-veneración de los santos nace de la veneración de los mártires, esos cristianos que murieron durante las persecuciones por no renegar de su fe en Cristo. Las Actas de los Mártires y muchas páginas de los Padres de la Igelsia nos dan testimonio de este culto, que se desarrolla en muchas direcciones, en el campo arquitectónico-artístico, literario etc.
La veneración por los mártires después se inserta en el cuadro de la veneración a los difuntos, que en el cristianismo quería celebrar la victoria pascual de Cristo realizada también en los creyentes.
El culto y la oración por los difuntos, antes que el recuerdo y el afecto, en la fe y en la liturgia cristianas es la proclamación de la pascua del Señor, en la que el difunto participa por gracia de Cristo. En los funerales, la liturgia pone junto al féretro el cirio pascual, el mismo que se enciende la vigilia de Pascua, que recuerda simbólicamente al Señor resucitado.
Estos apuntes doctrinales son importantes, porque encuadran la veneración-intercesión de los santos en su verdadero significado. Nos lo enseña la Iglesia desde la antigüedad cristiana hasta hoy. El Concilio Vaticano II, en la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, dedica un capítulo entero, el séptimo, a la índole escatológica de la Iglesia peregrinante y su unión con la Iglesia celeste. En este texto, lleno de citas bíblicas, patrísticas y del magisterio de la Iglesia, se exponen los motivos de la veneración de los santos y de su intercesión.
Según la Lumen Gentium 50, que retoma el Catecismo de la Iglesia Católica (nn.956-959) son tres al menos los motivos de la veneración-intercesión de los santos:
– proclamar la bondad del Padre que ha hecho resplandecer en ellos la obra de la redención
– acoger su ejemplo como posibilidad concreta de vivir el evangelio y ser invitados a su imitación
– tener una profunda experiencia de la unidad de la Iglesia: la del tiempo y la historia con la de la eternidad, esta única Iglesia que proclamamos en la profesión de fe: “creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica”.
¿Significa eso que los santos son mediadores entre Dios y los hombres? No: La liturgia, la gran maestra de la vida cristiana, nos enseña la manera correcta de rezar a los santos y también el verdadero significado de su intercesión. En la Misa, la oración colecta siempre se dirige al Padre (Dios omnipotente y eterno….) por la mediación única e insustituible de Jesucristo (por nuestro Señor Jesucristo…) con el Espíritu Santo (en la unidad del Espíritu Santo…).
También en los demás sacramentos y en la liturgia de las horas (el breviario) encontramos la misma forma de rezar. Y sin embargo, en la liturgia nunca faltan los santos, su recuerdo y su intercesión: están presentes en la plegaria eucarística, en las liturgias solemnes (bautizos, ordenaciones sacerdotales) y en la Vigilia Pascual, donde se canta la letanía de los santos en el momento de la bendición del agua.
La veneración de los santos, entendida correctamente (ha habido abusos pero son eso, abusos), forma parte de la gran tradición católica expresada en la liturgia y en el sentido de la fe del pueblo cristiano. Los santos no son los sustitutos de Dios en la oración, ni tienen que convencer al Padre Eterno de algo, sino que nos acompañan en el camino cristiano que ellos ya han realizado, y rezan por nosotros con caridad fraterna. Son nuestros “hermanos mayores” que nos ayudan.
Concluyamos con una palabra estupenda de santa Teresita del Niño Jesús: “Transcurriré mi paraíso haciendo el bien en la tierra”.