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Por qué dudamos

The big question / Faith or doubt – es

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 21/04/15

Cuando Dios es un fantasma que refleja perfecciones inalcanzables sufro ante las debilidades propias y ajenas

Tenemos dudas y resistencias en el corazón. Dudas de todo tipo. A veces se acumulan y nos bloquean.

Dudo de mí mismo, de mis fuerzas, de mis capacidades. Dudo de poder alcanzar la meta que me propongo. Dudo de las capacidades de los míos. Dudo del amor de los que me aman. Dudo si seré siempre fiel al amor que hoy tengo.

Dudo de las promesas que me hacen. Dudo de las promesas que yo hago. Dudo de algunas personas que me han fallado y me cuesta confiar. Dudo de su palabra, de sus obras, de sus gestos. Dudo de su honestidad. Me cuesta tanto confiar siempre con ingenuidad…

Dudo de Dios tantas veces en mi vida cuando no lo veo. Dudo de su perdón. Jesús conoce todas mis dudas. A veces incluso, al recordar nuestro primer encuentro con Jesús, cuando nos enamoramos de Él por primera vez, nos pueden surgir las dudas.

¿Era seguro? ¿Fue Él quien vino a nuestra vida? ¿Fue real su llamada, su amor? ¿No era un fantasma? ¿No era producto de nuestra imaginación? Jesús es una persona. Es concreto. A veces perseguimos una idea.

Me contaban que un joven se decidió para entrar en el seminario porque quería ser perfecto como Dios. Tenía una idea de Dios desencarnada. Esa perfección inalcanzable que el corazón anhela. Pensaba que los curas estaban llamados a ser perfectos, sin mancha.

Cuando se confrontó con la debilidad de los sacerdotes, cuando vio que ellos no eran perfectos, tenían debilidades, pecaban y caían, entonces comprendió que no era su vocación. Se había enamorado de una idea inalcanzable. No era capaz de amar a Jesús en su herida, ni a los hombres en sus debilidades.

A veces amamos la idea perfecta de alguien, no amamos a la persona que se esconde en la carne.

Decía el Padre José Kentenich: “Goethe tiene razón cuando dice que “tal como es el hombre, tal es su Dios”. Podemos decir también, a la inversa, tal como es Dios, tal es el hombre. Tal como es el hombre. ¿Qué quiere decir esto? El ser humano ve siempre en Dios la encarnación de lo más alto que él mismo ha imaginado. Ahora bien, vivimos en una época de despersonalización y, de hecho, la idea de la despersonalización es la gran idea del tiempo actual[2].

¿Cómo es mi Dios? ¿A quién sigo? ¿En quién creo? A veces seguimos una perfección que nos frustra, nos hunde, nos atemoriza. Porque estamos muy lejos de ella. Una idea tan lejana a mi vida que es inalcanzable y me hunde en la triste experiencia de mi debilidad.

Tal como es mi Dios, así soy yo. ¿Cómo es Dios en mi vida? ¿De quién me he enamorado?Cuando Dios es un fantasma que refleja perfecciones inalcanzables, sufro ante las debilidades propias y ajenas. Me vuelvo rígido y me alejo de Dios si no me veo capaz de alcanzar la perfección que persigo.

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