No sucede en Siria ni en Irak, sino en Brasil
TV Aparecida está produciendo la serie de reportajes Dons da Igreja (Dones de la Iglesia), sobre los retos que afronta la Iglesia católica en Brasil. El primer reportaje que salió en las ondas es Desafios da Igreja: Ilha de Marajó, referido a la isla de Marajó.
El equipo transcurrió diez días en la región acompañando el trabajo del obispo de la prelatura de Marajó, el español monseñor José Luiz Azcona, en Brasil desde 1983.
Monseñor Azcona sufre continuas amenazas de muerte tras la primera audiencia pública en la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) sobre la Pedofilia, en 2009, en la que denunció con énfasis la explotación sexual de niños y adolescentes en la región de Marajó.
La isla es escenario frecuente de violaciones de los derechos humanos: abusos sexuales a menores y tráfico de seres humanos se verifican impunemente ante la chocante indiferencia que afecta a la región, en la que el Estado está manifiestamente ausente.
Una de las ciudades de la isla, Melgaço, presenta el Índice de Desarrollo Humano más bajo de todas las ciudades de Brasil. La mitad de los habitantes es analfabeta, sólo 900 personas entre 2.400 habitantes están en posesión del documento de trabajo que les da los derechos garantizados por el Gobierno, y el 50% de las embarazadas son adolescentes.
Hay familias que viven solo con los 35 reales al mes (poco más de 10 euros) que el programa Bolsa Família paga por cada hijo. En este contexto se ha vuelto “normal” que los padres manden a los hijos a vender cualquier tipo de producto a las embarcaciones que navegan entre la isla y ciudades como Belém, Macapá, Santarém y Manaus. Y “vender cualquier cosa” incluye el propio cuerpo. Sí: son los propios padres los que empujan a niños de 10, 11 o 12 años a prostituirse en las barcazas que atraviesan el río rísulle Tajapuru y más allá.
Ante el clamoroso silencio del Estado, la Iglesia católica es la única realidad que lucha contra esta situación.