Esta “agua” nos cae encima no para purificar ni limpiar; tampoco cae con la fuerza de una tormenta, sino como el rocío de la mañana, como con cierta delicadeza, invitándonos a hacer uso de nuestros dones y carismas con lo que bien nos venga en gana, y si no queremos hacer nada, simplemente no lo hacemos. Es cierto que en su amor, Dios nos crea libres, pero ¿cómo no devolver tanta gracia a través de nuestra propia entrega?… “Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios” (2ª Cor. 4, 15).
Entonces, los tiempos “malos” son para jóvenes como ¿nosotros?… Sí, jóvenes audaces, que no se dejen asustar ni llevar por los cantos de sirena del mundo, ni impresionar por lo que dice la gente que se dejó vencer por el “agua fría” de la indiferencia; muy al contrario, jóvenes como Samuel que al escuchar el llamado del Señor, se levanten y respondan con fe desde el corazón: “Habla Señor; que tu siervo escucha” (1ª Samuel 3, 10).
¡Adelante con la propuesta de ser Sal y Luz en el mundo! (Mt. 5, 13-14), palabras sencillas de Jesucristo pero muy sabias; que con los testimonios de cada uno de nosotros como servicio a los demás y como verdadera vocación de nuestra vida entregada a Dios, la fidelidad a seguir a Cristo como el Verdadero Camino y en la Iglesia como Canal de Gracia, se verá reflejada, cumpliendo así lo que Jesús mismo nos pide: “Brille así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos” (Mt. 5, 16).
Prediquemos con hechos y palabras las maravillas que Dios ha hecho en cada uno nosotros y demos prueba que, aunque en estos tiempos caer es más fácil que seguir a Cristo, vale la pena levantarse, mirar al frente y seguirlo.
Salgamos de nuestra zona de comodidad y seguridad personal, salgamos de donde nos movemos siempre y recordemos que por la misericordia inmensurable de Dios y su amor inmenso y eterno recibimos dones para dar, y carismas para compartir; sólo tenemos que correr el riesgo y soltarnos a Ser Católicos Verdaderos, vivir cristianamente sin ser solamente “buenos ejemplo” de personas que no hace cosas malas, sino sirviendo a los demás, dispuestos también a transitar caminos difíciles, dejando de aferrarnos a nuestra propia rama, atreviéndonos a volar más alto para Cristo, para que aquellos que no le conocen y desean conocerle, finalmente lo conozcan, lo amen y lo sigan… y lo sirvan, engrandeciendo así el Reino de Dios.
Es hora de, como dijo el Papa Francisco, ser “islas de Misericordia en medio del mar de la Indiferencia”, porque: “No nos pregonamos a nosotros mismos, sino que proclamamos a Cristo Jesús como Señor; y nosotros somos servidores de ustedes por Jesús… Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros. Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos entre problemas, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no eliminados; derribados, pero no fuera de combate. Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona” (2ª Cor. 4, 5-10).
Artículo escrito por nuestro colaborador y católico con acción David López