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Papa Francisco a la comunidad internacional: “No permanezca inerte”

Urbi et Orbi 2

© CTV

Papa

Alvaro Real - publicado el 05/04/15

Bendición "Urbi et Orbi" y llamamiento por la paz en el mundo y por los cristianos perseguidos

El Papa Francisco felicitó este domingo 5 de abril la Pascua y envió su mensaje Urbi et Orbi, con un especial recuerdo para todos los que sufren, para los que son perseguidos y los que viven en guerra. Durante su intervención, el Obispo de Roma hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que “no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria y los numerosos refugiados”.

“Jesucristo ha resucitado. El amor ha derrotado al odio. La vida ha vencido a la muerte”, comenzó su mensaje el Papa Francisco, que explicó cómo “Jesucristo, por amor, se ha despojado de su gloria divina, ha asumido la figura de siervo hasta la muerte en la cruz”.

En su parte más pastoral del mensaje, el Papa mostró cómo Jesús nos indica el camino de la vida y de la felicidad y destacó, una vez más, que esta vía es “la humildad que comporta la humillación”. “Este es el camino que conduce a la gloria, sólo quien se humilla puede ir hacia Dios”.

Precisamente sobre el orgullo y la humildad, el Papa Francisco explicó que “el orgulloso mira de arriba a abajo, el humilde de abajo a arriba” y pidió por que los cristianos sigan teniendo “el valor humilde del perdón”.

El sufrimiento de los hermanos perseguidos

El Papa Francisco continuó su mensaje acordándose de todos los que sufren y pidió la paz para Siria e Irak, “ para que cese el fragor de las armas y se restablezca la buena convivencia”. Sobre estos países, el Papa pidió a la comunidad internacional que “no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria y los numerosos refugiados”.

"Recemos por los que son perseguidos por su fe y por los que sufren injustamente las consecuencias de la guerra", continuó el Papa, implorando la paz también para "todos los habitantes de Tierra Santa”.

Tuvo un especial recuerdo también para Sudan del Sur, Nigeria y otros países que sufren violencia y guerra y pidió por “Ucrania y todos los que están sufriendo este sangriento conflicto”, por “las víctimas de los traficantes de droga y de armas” y por “los marginados, enfermos, los niños que sufren violencia”.

Mensaje de la Bendición "Urbi et Orbi"

Queridos hermanos y hermanas Jesucristo ha resucitado.

El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad. Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.

Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».

La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.

El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer… Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.

Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.

Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo.

Roguemos ante todo por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.

Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población.

Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor misericordioso el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.
Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida -y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia-, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.
Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.
Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas.

Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz a vosotros» (Lc 24,36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).

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