Los ateos dicen que Dios no existe, los agnósticos dicen que Dios no habla, pero los creyentes saben que en realidad Dios actúa
En el libro del Apocalipsis, leemos:
“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
Nuestro hombre interior debe prepararse para ser visitado por Dios, y por esa razón no debe dejarse invadir por las ilusiones, por las apariencias, por las cosas materiales.
Muchos hombres y mujeres famosos, científicos, filósofos, etc., que se decían ateos, un día fueron tocados por la gracia de Dios y entregaron su corazón a Él.
Muchos volvieron a Dios contemplando las estrellas, las ecuaciones de la física y la matemática, observando las galaxias, o preguntándose sobre el significado del amor y del sufrimiento.
La evidencia innegable es esta: detrás de una novela hay siempre un escritor; detrás de un cuadro bello hay un pintor, detrás de un edificio hay un constructor, detrás de una maceta hay un alfarero…
No porque haya ciegos que no pueden contemplar la belleza del mundo, deja de ser hermoso. “El problema no está en el mundo, sino en la ceguera”, dijo Jean Guiton.
No porque algunos no creen en Dios y no lo ven, significa que no existe.
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