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Las mil y una caras de la esclavitud del siglo XXI

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©MundoNegro-ItziarCanedaGondar

Aleteia Team - publicado el 24/03/15

Prostitución, tráfico de órganos, explotación laboral, venta de esclavos por parte de los yihadistas....

‘Yihadistas usan las rutas de tráfico de personas para entrar en España’, ‘Empleados a cambio de pan y agua’, ‘El Papa pide que “nunca más” haya esclavos’, ‘Desarticulada una red de tráfico de personas entre Marruecos y España’, ‘Una segunda oportunidad para las malgaches víctimas de trata’, ‘China busca a 100 vietnamitas desaparecidas tras haberse casado’, ‘Casi 36 millones de personas viven aún en condiciones de esclavitud’, ‘Amnistía Internacional denuncia las condiciones laborales de los trabajadores extranjeros en Qatar’, ‘La Policía rescata a una menor que iba a ser explotada sexualmente’, ‘Temporada alta para los esclavistas del siglo XXI’… Son titulares recientes de un periódico nacional que nos acercan a la realidad de la trata de seres humanos.

Cuando Boko Haram ataca una población mata a los hombres, pero secuestra a las mujeres y a los niños para usarlos o venderlos como esclavos y mantener su economía de guerra. Las chicas secuestradas en Chibok (Nigeria) en abril de 2014 son usadas por los combatientes como esclavas sexuales o domésticas, o son vendidas en los países vecinos para ejercer la prostitución o para matrimonios forzados. Los niños son utilizados como soldados o para trabajar en plantaciones de cacao, de café, en las minas, o para vivir como maleantes y mendigos.

En todos los continentes, hombres y mujeres que sueñan con una vida mejor son engañados con la promesa de un trabajo o de un porvernir que, de otro modo, no podrían alcanzar. Al final, son otros los que escriben su futuro con palabras que ya hemos mencionado antes: trabajos forzados, prostitución, esclavitud doméstica…

Pero demos un paso más allá con otro gran mercado, el de la trata de órganos y fetos humanos, en muchos casos con engaños y, a veces, con el consentimiento de la propia víctima a cambio de dinero. Niños, mujeres y hombres son traficados, o asesinados, para utilizar sus órganos. Son parte de los desaparecidos. Numerosas mafias en todos los continentes y países, trafican y venden seres humanos por menos de 300 dólares.

La trata humana que conduce a la esclavitud moderna es una lacra oculta y la violencia más extendida en nuestro siglo. Las personas explotadas sufren toda clase de vejaciones físicas, psicológicas y sexuales. El año pasado los beneficios de esta trata sobrepasaron los 32.000 millones de dólares.

El Papa Francisco, profundamente afectado por el maltrato y el sufrimientos de los más de 21 millones de esclavos actuales (según la ONU), denuncia continuamente tanto la trata de seres humanos y el egoísmo de los traficantes, como la indiferencia de los que no reaccionan ante esta explotación. Alentado por la Unión Mundial de Religiosos y Religiosas, el Papa ha declarado el 8 de febrero, fiesta de santa Josefina Bakhita –que fue esclava–, Día de Oración y de Reflexión sobre la Trata de Seres Humanos.

Bakhita nació en Sudán. A los 9 años fue apresada por traficantes de esclavos y vendida varias veces. Experimentó las atrocidades de la esclavitud: violencia física y sexual, pero conservó su gran bondad. Terminó en Italia, donde un comerciante se la ofreció a su hija como esclava doméstica. Allí Bakhita conoció a Cristo en la cruz, con quien se identificó. Fue bautizada con el nombre de Josefina.

Cuando su joven ama abandonó el internado donde la joven sudanesa era su sirvienta-esclava, Bakhita se negó a acompañarla aludiendo que era “hija de Dios” y, por lo tanto, libre… La familia llevó el caso a los tribunales pero, ayudada por las Hermanas Canosianas, Bakhita ganó su libertad e ingresó en esta congregación. En el delirio de la enfermedad que la llevó a la muerte en 1947, gritaba “¡Soltad las cadenas…, son tan pesadas!


Ante la realidad de la trata surge la pregunta de cómo puede una persona privar a otros seres humanos de la libertad, cuando Dios la respeta en todo hombre, mujer y niño. La libertad es parte esencial de la identidad del ser humano. La esclavitud es inaceptable, al atacar la naturaleza del ser humano.

La víctima está ‘esclavizada’ en su cuerpo, pero en realidad son el traficante y el ‘propietario’ los auténticos esclavos, ya que al cerrarse a la compasión y escoger la búsqueda del beneficio económico por encima del respeto a la humanidad de otra persona, corrompen su propio ser, convirtiéndose en ‘esclavos de su egoísmo’, aunque dispongan libremente de su cuerpo y de la capacidad de tomar decisiones.

El Papa nos invita a comprometernos para que los esclavos sean liberados y se ponga fin al horrible comercio de la trata, que constituye una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una ofensa a su dignidad, además de un desafío para la comunidad mundial. Mi libertad me permite rechazar o responder a esta llamada para trabajar por un mundo sin trata de seres humanos.

Por Begoña Iñarra. Artículo originalmente publicado por Mundo Negro

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