(Unos minutos de reflexión en silencio)
Gracias, Señor, porque en estos momentos tan dolorosos, sigues olvidado totalmente de Ti mismo y piensas en aquellas mujeres que sufren por Tí, en las mujeres de todos los tiempos que lloran y llorarán ante la crueldad, la violencia, el odio, el desamor. Gracias, porque sabemos que ni uno solo de nuestros pensamientos ante Ti se pierde, ni una sola de nuestras lágrimas deja de encontrar eco en tu corazón. Gracias por tantos hombres que han entrado ya también en la dinámica de la sensibilidad ante Ti y ante el dolor del mundo. Que todos unidos, Señor, sepamos consolarte y ayudarte devolviendo la esperanza al mundo.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
10ª Estación: Jesús es crucificado
Te hicieron acostar sobre el madero transversal y el verdugo se preparó con todos los materiales. Te agarró una mano, buscó el sitio perfecto para que no se desgarrara y, con dos martillazos seguros, hizo que el clavo perforara tu santísima carne, brotando un chorro de sangre que probablemente le salpicó la ropa. ¡Si hubiera sabido lo preciosa que era…! Con la frialdad de quien está acostumbrado a este suplicio inhumano, se fue al otro lado e hizo lo mismo con la otra mano.
A continuación, te subieron hasta encajar el madero transversal con el horizontal. Ya en su sitio, y con otros dos clavos, aseguraron tus pies desgarrando músculos, tendones. Ya estaba consumada la obra de toda la humanidad.
El que había curado a los ciegos, apenas si podía ver entre los coágulos de sangre. El que había hecho andar a los cojos tenía sus pies atados, el que había soltado la lengua de los mudos permanecía callado, aguantando el horrible dolor y ensimismado en el Padre para descubrir lo que aún faltaba por hacer para completar su voluntad. Jesús colgado de la Cruz. Dios colgado en la Cruz. Dios cubierto de sangre, humillado, insultado… Dios derramando Vida y Amor.
(Unos minutos de reflexión).
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
11ª Estación: Jesús promete el reino al buen ladrón
Aquel hombre que compartía suplicio contigo, había sido condenado por ladrón, era culpable. El castigo, según la justicia de los hombres, era justo y así lo reconocía él mismo. Es fundamental para dar un paso hacia la conversión verse uno mismo, reconocer la propia culta. Desde su misericordia, es capaz de comprender que el que les acompaña en su mismo suplicio es distinto, no es como ellos y, olvidado por un momento de sí mismo, siente compasión de Ti, te defiende, saca la cara por Ti. A continuación, sólo te pide un recuerdo, nada más:»Acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Sabe que todo acaba allí y sin embargo, cree que hay un después, una esperanza de la que él no es merecedor y sólo espera un piadoso recuerdo.
Tú le aplicas aquellas palabras que habías dicho hacía poco tiempo: «A quien me confiese ante los hombres, le confesaré yo ante mi Padre» y, dulcemente, le confortas: «Te lo aseguro, hoy estarás conmigo en el paraíso».
(Unos minutos de reflexión en silencio)
Jesús, concédeme la gracia de reconocerme como el buen ladrón. Que el ver mi miseria me lleve a ser más tolerante con los demás, a compadecerme del que cae, a tenderme la mano hasta donde me sea posible. Que sea capaz d verte a Ti en el dolor del otro y con humildad acercarme a tus pies para entregarte mi pecado y el de mi hermano, para que limpies los dos y nos salves a los dos. Señor, yo también quiero estar contigo en la eternidad, pero no quiero estar solo, quiero ir en compañía de todos los hombres que tanto amas y por los que también has muerto. Que tu entrega dé fruto en mi vida y un fruto que dure.