No, no he leído "Cincuenta sombras de Grey" ni he visto la película de reciente estreno. La historia no sólo ha llenado portadas de periódicos y revistas, sino que ha traído a las librerías (incluidas las de aeropuertos y estaciones de servicio) una nueva "mesita" donde agolpar muchas de las nuevas creaciones literarias de corte sexual, una especie de versión renovada de las novelas rosas de antaño.
La reacción en los círculos cristianos y eclesiales tampoco se ha hecho esperar. Es curioso ver cómo entramos al juego de las campañas y de los medios: reacción en cadena para compensar las Cincuenta Sombras del señor Grey con argumentos de todo tipo y condición. Tenemos la necesidad de levantar la voz y gritar que ¡no! ¡El sexo es más que todo eso! Y queremos convencer al mundo a golpe de tuit trasnochado o de titular aburrido. ¿Por qué no descubrir la oportunidad en lugar de la amenaza?
Creo que ambas reacciones denotan que algo nos queda para vivir la sexualidad, también como creyentes, de una manera natural, integral y saludable. Natural, porque forma parte de nuestro ser persona. Los hombres y las mujeres somos seres sexuados y relacionales. No hay más. Integral, porque no podemos identificar relaciones sexuales con genitalidad, reducirla a lo físico o a lo espiritual, convertirla en una pasión animal incontrolable o en una suave lectura romántica bajo la luz de la luna. Saludable, porque no todo lo que vivimos en este campo es sano para la persona. Ni excesos ni defectos. Mil y una patologías nos esperan al otro de la esquina…
Mientras, la vida sexual de cada uno de nosotros y la de los matrimonios como el mío sigue siendo una conquista de cada día. Amor, compromiso, fidelidad, diversión, compenetración, deseo, placer, frustración, fantasía, insatisfacción, entrega, sacrificio, castidad, apetencia, dominación, sumisión, elegancia, delicadeza… palabras, conceptos, actitudes, que, de ninguna manera, nos son extrañas a nadie. No podemos caer en el puritanismo de negar la mayor y ofrecer una vida sexual tan alejada de la realidad que nos convierta, a las primeras de cambio, en especies extrañas al borde de la extinición, completamente inhábiles para proponer nada a esta sociedad. Tampoco podemos jugar al todo vale, al no hay límite, a diluirnos en la moda, en la masa… No podemos ser uno más tampoco en este campo tan importante…
La vida sexual de una pareja es algo clave, importantísimo, para el buen desarrollo de la vida en común, de la familia. Al menor síntoma de problemas hay que encender todas las alarmas y, si es preciso, buscar ayuda. Conviene alejarnos de clichés, de expectativas inalcanzadas, de tabús, de vergüenzas irracionales… ¡Vergüenza nos debería dar no luchar a capa y espada por nuestro matrimonio! Una pareja debe ser feliz en su vida sexual cotidiana. Si no es así, muchas de nuestras tareas y afanes del día a día deben pasar a un segundo plano. Y no lo arreglaremos sólo rezando…
Creo que este tema da para unas cuantas entradas más en este blog. No quiero agotar el tema a la primera y también quiero escucharos. Para terminar esta primera pincelada, simplemente terminar preguntando por nuestra vivencia personal de la sexualidad. Difícil poner en común algo que es insano ya en uno mismo. ¿Te lo has preguntado? ¿Qué percibes que no funciona? ¿Qué vives como una losa? ¿Qué concepción tienes de ti mismo, de ti misma? ¿Cómo anda tu autoestima? ¿Qué modelos han calado en ti? ¿Qué experiencias has tenido? ¿A qué le tienes miedo? ¿Qué sientes que se te va de las manos?
Manos a la obra. Vale la pena. No estás solo. No lo estáis. Todo es más fácil cuando se habla de ello y se comparte. Y Dios, que tanto nos quiere y todo lo puede, pondrá también de su parte… ya lo verás.
@scasanovam
Ilustración de Jesús Alonso
Por cortesía de © Editions Paquet 2015